Europa League
El equipo español goleado por un Manchester United (4-1) que demostró ser superior y tiene pie y medio fuera de la Europa League
Manchester. Tanto por lo que responder. 4 a 1. No hay sueños que valgan para el Betis. En la ida de octavos de la Europa League. El primer gol fue apenas un parpadeo. Luiz Felipe despejó con blandura un centro de Bruno Fernandes. Rashford aprovechó la dádiva en el área fusilando a Claudio Bravo. Minuto cinco y la vida en contra. Quizá pudo hacer algo más el guardameta chileno, el balón iba poderoso pero cercano.
Pese al roto, el Real Betis no le perdió la cara al partido. La medular, eso sí, era un Rubicón. El club sevillano no se decidía a atravesarla. El United estaba desahogado, el marcador les hacía libres, y era arriesgado emprender aventuras ofensivas contra un rival con tantas ganas de finiquitar el partido. Shaw centró raso y duro y Weghorst, que hoy ejercía de 9, disparó ajustado al palo izquierdo. Pezzella evitó el gol con tanta sutileza que el árbitro ni siquiera dio córner.
El centro del campo era un erial. Los ingleses se volcaban impetuosos sobre la meta visitante con ataques vertiginosos. Antony exigía a la retaguardia verdiblanca. Casemiro y Fred parecían inexpugnables. El Betis atacaba con timidez, con balones largos, con más corazón que criterio. Luiz Henrique la pedía con ganas. Joaquín trataba, en vano, de dar pausa a su equipo. La grada apretaba. La lluvia aceleraba la danza del esférico. Los sueños actúan en cualquier parte, no necesitan un teatro.
Llegó el minuto 32. Juanmi domó con el pecho un pase desprendido del cielo. Cedió a Ayoze. El delantero canario, esquinado y lejos de la meta, contuvo la respiración, apuntó al minúsculo espacio entre De Gea y el palo, y pateó con rabia y precisión. El empate envalentonó al Betis y apaciguó al Manchester.
Un descanso a destiempo
De Gea fue un misterio en toda la primera mitad. No dio ni un pase bueno, poniendo a su equipo en peligro constante. Uno de esos errores estuvo cerca de ser aprovechado por los andaluces, que, tras su regalo, estrellaron el balón en el palo. La presión de los de Pellegrini mellaba la defensa roja. Llegó el descanso cuando más finos estaban los béticos y más incómodos andaban los anfitriones.
Wan-Bissaka sustituyó a Dalot. Ten Hag pedía verticalidad. Los béticos salieron tibios tras el refrigerio; el talento individual pinchó el entusiasmo colectivo. Antony acarició un balón en el gajo del área. Ganó unos centímetros a su marcador, Abner, y disparó con rosca lejos del alcance de Bravo, que ni siquiera se estiró. Un tanto bellísimo que noqueó al Betis. Apenas unos minutos después, Bruno Fernandes cabeceó un córner en el primer palo. De nuevo la pelota fue directa a las inmediaciones del portero chileno. Y de nuevo gol. Manoplas invisibles. Con el 3-1 salieron Canales, Borja Iglesias y Ruibal al campo.
El Betis necesitaba una contención y una paciencia que nunca llegaron. El partido estaba roto, pero todos los cristales estaban en su lado del campo. Otro gol en Old Trafford resucitaría la vuelta, pero el conjunto verdiblanco no encontraba el hueco. El rectángulo se estrechaba. Las piernas pesaban. Los pases eran opacos. El United empezó a mandar con comodidad. La esperanza se marchitó. El 4 a 1, en el 82, sepultó el sueño europeo de los heliopolitanos. Un jugadón de Pellistri que acabó remachando Werghorst a la red sirvió de epitafio a un United-Betis que acabó con bronca en la grada e impotencia en el césped.