Carlos Alcaraz se catapultó a la elite del tenis con un talento increíble, una determinación feroz acompañada de una mentalidad rocosa y el esplendoroso físico de un chaval de 19 años trabajado a conciencia por el equipo que encabeza Juan Carlos Ferr
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No tiene edad para trabajar sin el consentimiento de sus padres, ni para conducir ni para votar. Lamine Yamal acaba de aprobar cuarto de la ESO y se ha convertido en estrella del fútbol con 16 años y 362 días antes de poder hacer todo lo demás, una precocidad superior a la de las grandes leyendas de la historia del fútbol mundial. Ni Maradona, ni Cruyff ni Di Stéfano, ni siquiera Pelé brillaron en un gran torneo tan pronto como el español.
Al brasileño es al que más se acerca. Con 15 años lo sacó el Santos de una fábrica de zapatos donde cobraba dos dólares la hora mientras jugaba en el Baquinho, un club de barrio de Bauru, en el interior de Sao Paulo. Lo hizo debutar un mes antes de cumplir los 16 en un amistoso ante el Corinthians, pero su primer partido oficial lo jugó el 26 de abril de 1957 con 16 años, 6 meses y tres días. Unos meses después, el 7 de julio, jugó su primer partido con Brasil: la Copa Roca y ante Argentina en Maracaná. Perdieron 2-1, pero suyo fue el gol. Su explosión llegó un año después en Suecia. El 15 de junio, ante la URSS, con 17 años, siete meses y 20 días marcó su primer gol para conducir a Brasil a la Copa de Mundo y empezar a fraguar su camino de leyenda.
A Cruyff, del que seguro Lamine Yamal ha escuchado mil y una historias en La Masía, también le costó algo más acaparar las miradas. A los 12 años, y tras el repentino fallecimiento de su padre, entró en el Ajax, donde debutó en la élite con 17 años, seis meses y 21 días. Sin embargo, para vestir la 'orange' tuvo que esperar hasta los 19 años, en septiembre de 1966 con un 2-2 ante Hungría con un gol suyo. Ese año también ganó la Liga. Su liderazgo con Holanda se fraguó en los 70, tras recibir el Balón de Oro con 24 años.
El fútbol de Cruyff le queda lejos hasta al padre de Lamine, que apenas tiene 36 años, pero seguro que recuerda a Diego Armando Maradona y su talento puro. El argentino también fue precoz. Con 15 años, once meses y 20 días debutó con la camiseta de Argentinos Juniors, cuando ya habría brillado en su equipo infantil, que apodaban Cebollitas. Menotti le llamó para debutar con Argentina con 16 años y 119 días, pero no contó con él para el Mundial del 78, uno de los momentos más amargos de la carrera de Maradona, que se convertiría en icono del fútbol mundial a mediados de los 80, pasados los 20 años.
Con 16 años, Alfredo di Stefáno estaba ayudando a su padre con en el campo y con la ganadería. Había abandonado los estudios para contribuir a la economía familiar pero no la pelota. Aprovechaba cualquier momento para jugar allá donde fuera y su talento llegó a oídos de River Plate. A los 17 años le fichó River Plate, que no le hizo debutar hasta dos años después, luego lo cedió a Huracán para recuperarlo en 1947 y proclamarse campeón de Liga, máximo goleador con 27 goles y campeón con Argentina del Sudamericano, en el que marcó cinco goles en seis encuentros. Esa misma temporada, el 4 de diciembre de 1947, jugó por primera vez con Argentina. Tenía 21 años y 147 días. Fue en Ecuador con una goleada 7-0 a Bolivia en la que marcó.
Lamine Yamal.MIGUEL MEDINAAFP
De Zinedine Zidane hay poco que explicarle a Yamal, aunque recuerde más su faceta de entrenador del Real Madrid que de jugador. También llegó rápido al profesionalismo, pero le costó más entrar en la selección francesa. El 18 de mayo de 1989, con 16 años y 329 días, firmó su contrato con el Cannes para debutar en la Ligue 1, pero no fue hasta cinco años después, en agosto de 1994, tras el Mundial de Estados Unidos al que no fueron los bleus y tras cumplir los 22, cuando la absoluta le llamó para un amistoso contra la República Checa en Burdeos, ciudad y club para el que jugaba. El marcó los dos goles que hicieron empatar a Francia.
El 'padrino' Leo Messi
A Lamine nadie le tiene que explicar qué hacía Leo Messi a los 16 años, porque en La Masía convive con quienes le conocieron. De hecho, el argentino le 'apadrinó' sin saberlo en un calendario solidario en el que el joven jugador de 20 años del Barça sostiene a un bebé de Mataró que se había inscrito para participar en esa acción solidaria en la que se volcó el club. Con la edad de Yamal, el argentino ya asombraba, pero fue Rijkaard quien lo llevó al primer equipo el 16 de noviembre de 2003, con 16 años y 145 días, en un amistoso ante el Oporto de Mourinho. Su debut en Liga fue el derbi ante el Espanyol en Montjuic un año después. No tardó en vestirse la albiceleste. Fue en Budapest en el verano de 2005, con 18 años y 55 días. A Lamine aún le faltaban dos años para nacer.
A Cristiano y a Mbappé también se les puso el foco muy rápido. Con 16 años, el portugués daba su primera entrevista después cuatro años en la cantera del Sporting de Portugal. Su familia había cambiado Funchal, en Madeira, por la capital buscando la progresión, que llegó con el debut en Primera con el 29 de septiembre de 2002, con 17 años y 233. La Eurocopa de Portugal en 2004 le abrió las puertas de la selección un año antes e hizo su debut recién cumplida la mayoría de edad.
Kylian Mbappé no es de la misma generación, pero Yamal se va a cruzar con él muchas veces. En la primera, ya le derrotó. El francés tiene el récord de precocidad en la Ligue 1 al debutar con el Mónaco en 2015 con 16 años y 347 días, de manera que superaba a Thierry Henry. Su primer gol lo marcó con 17 años y 62 días, pero la internacionalidad absoluta no le llegó hasta 2017 con 19 años, lo que convierte en más extraordinaria la precocidad del joven español.
Francia espera a España con el recuerdo vivo de la semifinal de la Eurocopa en Múnich, el colmillo más afilado y la necesidad de encajar todos los quilates que tiene en el ataque al tiempo que suturar las grietas en su defensa. Didier Deschamps asume el reto de solventar un rompecabezas de talento para que la campeona de Europa no le vuelva a alejar de la pelea por un título.
El primer paso es encontrar cómo encajar en el once a jugadores que viven su momento más dulce. Si hace un año Francia salió de la Euro con solo cuatro goles a favor -dos en propia puerta-, ahora tiene una pléyade de cañoneros en pico de forma. Imprescindible es Kylian Mbappé con sus 43 goles en todas las competiciones esta temporada, que vivió a medio gas y enmascarado el pasado verano. Pero ha sumado a Ousmane Dembélé, mejor jugador de la Champions que en 2025, y como falso 9 de Luis Enrique, ha marcado 33.
El seleccionador galo juega al despiste sobre darle descanso ante España y no alinearlo como titular, y es que para las bandas también tiene a dos de sus escuderos en el PSG: Doué, que recién cumplidos los 19 ha marcado 21 goles, y el joven a quien ha quitado el sitio, Bradley Barcola, que ha sumado 21, sin olvidar a Olise, que ha hecho 21 con el Bayern. A ellos se acaba de sumar Cherki, ha logrado 21 con el Olympique de Lyon y a quien Francia quiere retener ante la tentación de Argelia. Para la posición de delantero centro clásico aparecen Kolo-Muani (10) y Thuram (18). En total, estos futbolistas suman 169 goles y dejan a Deschamps ante el enviado problema de gestionar tanto talento.
Desajustes y lesiones
Los mayores problemas los tendrá en defensa y, aunque no son nuevos, se han agigantado. Francia acabó la fase de clasificación para esta final four como el equipo más goleado. Recibió seis goles por los cinco que encajó Portugal y los cuatro de Alemania y España. La eliminatoria de cuartos ante Croacia le permitió maquillar esa estadística y llevarla al empate con todos menos España, a quien Países Bajos le aguó con los cinco goles que se endosaron mutuamente.
En ese desajuste han ido pesando las lesiones. De la defensa que alineó como titular en la Eurocopa ante España, Deschamps solo tiene disponible a Theo Hernández en el lateral zurdo. El resto, lo tiene que remendar porque faltan Koundé, Saliba y Upamecano, todos lesionados.
Nico Williams y Lamine Yamal
Además, de los que ha citado no todos pasan por su mejor momento. Lucas Hernández , y Konaté apuntan a la titularidad con Pavard, que no aguantó los 90 minutos de la final del Champions, y Malo Gusto disputándose el lateral por donde se cruzarán con Nico Williams. Es a Theo Hernández a quien le tocará el baile con Lamine Yamal mientras Lenglet y los debutantes Badé y el central de la Juventus Pierre Kalulu esperan su momento junto al villano Lucas Digne.
«Obviamente, cuando se trata de España, no es lo ideal», admitió el seleccionador francés ante tanta baja. Así que no tendrá más remedio que ampararse en la efectividad de sus dos hombres que considera merecedores del Balón de Oro: Mbappé y, sobre todo, Dembélé.
El Valencia no está para despreciar ni un solo punto, pero el arañado ante el Espanyol en Cornellá no es un tesoro. No saca del fondo de la clasificación, no ahuyenta las dudas sobre Rubén Baraja y no muestra demasiada progresión de un equipo que sigue siendo frágil y no tiene gol. Suma, pero sabe a poco. A valencianistas y a pericos. [Narración y estadísticas: 1-1]
Era una final para los dos equipos, con los mismos problemas e idénticas necesidades. Porque si el Espanyol tiene ahora cuatro puntos más, el Valencia arrastra un partido menos. Quizá por eso se repartieron el dominio en un duelo tenso donde no tuvieron más remedio que correr riesgos.
Se rebeló Rubén Baraja para gritar que es el capitán de un barco que, aunque tenga mucho riesgo de naufragio, no piensa abandonar. Un gesto de valentía que se, si no está acompañado de victorias y puntos, es un brindis al sol. Puede que el fútbol esté siendo injusto con el técnico, que haya sobre el equipo una nube negra que impida que algo caiga de su lado y que premie a sus rivales, pero lo cierto es que el Valencia se hunde y la salvación se sigue viendo lejana.
Ante el Espanyol, otro equipo atenazado, volvió a mostrar síntomas de ser un equipo de cristal al que se le niega el gol. Lo tuvo Diego López cabeceando forzado un centro de Luis Rioja que en Cornellá se vistió de lateral zurdo, ofreciéndole a los locales un zona franca a su espalda por la que atacar. Lo vio Puado, que estrelló un remate en el larguero en el minuto 20 y se quedó quedó solo ante Dimitrievski dos veces más sin conseguir batirle.
Si estaba fallón el canterano, la réplica en el otro área se la daba Diego López, que estrelló en el larguero su testarazo al centro de Fran Pérez. El duelo se lo llevó antes del descanso el jugador perico poniendo a su equipo en ventaja en esta final en los minutos de añadido en la primera parte. Un balón larguísimo a la espalda de Rioja lo bajó Roca para servir a Puado, alejado de la sombra de Mosquera, el primer gol. Otra vez el Valencia se llevaba un mazazo casi camino del vestuario.
Lejos de hundirse, el equipo de Baraja pisó de nuevo el césped y marcó. Se desquitó Diego López para darle vida. Se lanzó por el carril derecho Fran Pérez -tomando los galones que mostró su padre, Rufete, hace 22 años para salvar a Rafa Benítez-, se apoyó en Barrenechea su el centro-chut lo cazó el asturiano al segundo palo para igualar el duelo.
Como el Valencia no sabe vivir sin sustos, Cheddira se escapó de Tárrega a la carrera, lo tumbó Dimitrievski en penalti y, aunque el balón lo mandó Jofre al fondo de la red, todo quedó anulado porque nació en fuera de juego. Resopló de alivio el valencianismo antes de desesperarse de nuevo al ver cómo Dani Gómez desperdiciaba otra clara ocasión.
Desesperó el delantero que, por decisión de Baraja, dejó a Hugo Duro sin un solo minuto aunque el partido lo pidiera a gritos. Y es que el Valencia consiguió en la segunda parte mandar y arrinconar a un rival que le daba valor al punto. Volvió a hacerle daño a la contra Fran Pérez, pero Dani Gómez no acertó en su disparo. Buscó frescura Baraja y, aunque por momentos parecieron despertar los pericos, fueron poco a poco sometidos por un Valencia que no les hacía sangrar.
Tuvo un disparo de bolea Canós y otro más Gómez que estrelló en el lateral del área tras un pase filtrado por Javi Guerra, que puso talento. Volvió a marcar Diego López, pero en fuera de juego en el minuto 83, y el Espanyol, a pesar de que ya sólo pensaba en no perder, aún forzó algún error. Tuvo la fortuna a su favor en la penúltima jugada del partido, cuando Joan García repelió un tiro de Guillamón pero la pelota se le escapó y la cazó Dani Gómez. Ese fuera de juego evitó el castigo al Espanyol y que el Valencia pudiera despegar.