En la inédita meta del Mont-Dore, pleno Macizo Central, casi 2.000 metros de altitud, Jonas Vingegaard mostraba una sonrisa como no se le recordaba. Tan llamativa como el poco rastro de esfuerzo en su rostro tras ocho puertos y 4.400 metros de desnivel acumulado. Tras haber secundado sin aparente dificultad el salvaje ataque del mejor ciclista del mundo apenas unos minutos antes. En la primera etapa de montaña del Tour de Francia no había logrado arañar ni un sólo segundo a Tadej Pogacar y a estas alturas, 10 etapas, sigue perdiendo 1:17 con su rival. ¿Entonces? «Estoy feliz con mis piernas, ha sido un buen día», avanzaba con una satisfacción que escondía algo más.
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Lo mental a veces también hace mover los vatios y esta vez casi todos los (agresivos) planes del Visma Lease a Bike salieron bien. Ganaron la etapa con Simon Yates, la guinda, y consiguieron aislar a Tadej Pogacar (de paso, perdió el liderato en favor del infatigable Ben Healy), quien, con su ataque final sin lanzador -ni rastro ya ahí de Jonathan Narváez o Adam Yates– no pudo soltar la rueda de Vingegaard. Desde hace tiempo son conscientes en el equipo neerlandés que tumbar al esloveno es labor colectiva. Ya lo experimentaron aquel inolvidable día camino del Granon. En la táctica de Richard Plugge, Grischa Niermann y compañía no parece haber lugar para el conformismo.
La estrategia viene labrada desde hace días y va más allá, al desgaste pensando en las “maratonianas etapas alpinas” donde supuestamente el físico escalador de Vingegaard y su resistencia podrían imponerse. Entre otras cosas, también pretende desconcertar de momento a un Pogacar que ya habló de una «carrera extraña» del Visma y que, además, ha tenido la desgracia de perder a Joao Almeida, su principal escudero. Desde la primera de las ocho ascensiones de ayer desataron la tormenta. En la escapada del día marchaban ya dos de sus hombres, avanzadillas Campenaerts y un Simon Yates que fue tapado hasta rematar en el puerto final. «Queríamos estar delante para probar cosas y correr con agresividad. No obstante, se ha dado la circunstancia de que podía pelear por la etapa y la he aprovechado lo mejor que he podido. El equipo tiene la moral alta pese a haberse llevado un pequeño golpe en la crono. Lo asumimos y seguimos adelante», admitió el ganador del último Giro de Italia, quien ya sólo pensará en ayudar a su líder.
De esos ataques «para poner presión» también habló el feliz Vingegaard: «No estábamos pensando en que (Pogacar) siguiera de amarillo, aunque hubiera tenido que pasar por el podio y le hubiera quitado algo de energía. Estábamos siguiendo nuestro plan, meterle presión a UAE. Tenemos un equipo muy fuerte y mis piernas están bien», desvelaba el danés.
Con todo eso consiguieron que el UAE Emirates, siempre tan poderoso, tuviera que tomar la responsabilidad en el pelotón, lo que fue haciéndoles perder piezas. Primero Sivakov, luego Nils Politt, al poco Tim Wellens. Cuando, en la subida sin catalogar previa al Col de la Croix de Sant Robert Sepp Kuss y Matteo Jorgenson lanzaron sus fuegos artificiales, ya apenas le quedaban hombres a un Pogacar que incluso respondió en primera persona al demarraje del estadounidense, que es quinto en la general.
Igual que en Le Mont-Dore, donde hasta Remco Evenepoel intuyó un resquicio por el que intentarlo (sin éxito). Así que, aislado ya, Tadej tuvo que poner orden con su zarpazo, al que un fresco Vingegaard respondió con más suficiencia de la habitual. «Sigo detrás de Pogacar, por supuesto, y tendré que recuperar tiempo en algún momento. Hoy (por ayer) y en lo que va del Tour, pude seguirlo, algo que no pude hacer en el Dauphiné. Demuestra que tengo un mejor nivel», se congratuló el aspirante.