Marc Márquez (Ducati) controló a su hermano Álex (Ducati-Gresini) para ganar el sprint del Gran Premio de Qatar este sábado y recuperar el liderato del Mundial, que defenderá en la carrera del domingo.
Álex Márquez, líder por un punto antes del sprint, luchó por el por primer puesto, sobre todo en la primera parte de la prueba, mientras ambos hermanos se alejaban de Franco Morbidelli, tercero.
El vigente campeón Jorge Martín, que regresaba tras lesión, terminó 16º en su primera carrera de la temporada, debutando con su nuevo equipo, Aprilia.
Marc Márquez dominó la carrera de principio a fin para conseguir una cuarta victoria en la temporada en el ejercicio en cuatro carreras. “Las sensaciones fueron buenas, es un fin de semana inesperado para ser honesto porque aquí normalmente tengo problemas”, señaló Marc a la llegada. El seis veces campeón mundial de MotoGP solo ganó una vez en Qatar, en 2014.
En la general, el hermano mayor tiene ahora 98 puntos, dos más que el pequeño (96 puntos). Morbidelli (Ducati-VR46) fue tercero bajo la mirada de su jefe, la leyenda del motociclismo Valentino Rossi, fundador del equipo VR46.
El italiano aventajó al español Fermín Aldeguer (Ducati-Gresini), cuarto tras superar al francés Fabio Quartararo (Yamaha) en los últimos metros de la carrera
¿Quién ganó los 100 metros lisos en los Juegos de Tokio? ¿Y los 100 metros estilo libre? Sólo lo recordarán los aficionados muy aficionados y quienes estén armados de una memoria excepcional. El resto, nada. De Marcell Jacobs y Caeleb Dressel pocos se acuerdan. Los deportes más importantes de los Juegos Olímpicos, el atletismo y la natación, viven en una crisis de la que están intentando salir a base de sacudirse la tradición y modernizarse, pero es complicado. Más allá de inventos -cambios de formatos o de distancias- viven en el vacío que dejaron Usain Bolt y Michael Phelps, los mejores de la historia. Por eso estos Juegos de París serán tan importantes. Algo grande tiene que pasar, sí o sí.
Deben aparecer nuevos ídolos, nuevos polos de atracción para el público. De lo contrario, los años posteriores, hasta los Juegos de Los Ángeles 2028, se harán muy largos tanto en el tartán como en la piscina. Candidatos no sobran, aunque los hay, todos con algún pero.
En la pista está Noah Lyles que, en principio, lo tiene todo para brillar. Es estadounidense, tiene carisma y, sobre todo, es rápido: en el pasado Mundial ganó los 100 metros, los 200 y el relevo 4x100. ¿Qué problema tiene? Más allá de la sombra de Bolt, aún debe exhibirse en unos Juegos -en Tokio fracasó- y conectar con el público. A través del manga y los videojuegos puede llegar a las nuevas generaciones, pero su estilo fanfarrón, tan yankee, antes siquiera de alcanzar el éxito, le aleja de muchos aficionados. Hace unos meses realizó un tour por los late night de su país y se proclamó capaz de batir los récords de Bolt, pero eso no le sirvió para hacer un hueco en el star system. De hecho, él mismo se quejó de la atención que reciben los campeones de la NBA. Sólo una auténtica exhibición en París le convertiría en una estrella. Tiene, así, un problema.
¿Dónde está Popovici?
Un problema diametralmente opuesto al que tiene el máximo referente en el agua. Si Lyles es demasiado charlatán, David Popovici es demasiado reservado. En el Mundial de 2022, a los 17 años, lo ganó todo y atrajo la atención del mundo por varios motivos: un cuerpo hecho para la natación, más incluso que Phelps, una sonrisa inocente y muchos secretos. Criado en Bucarest, había rechazado múltiples ofertas para nadar en Estados Unidos y se mantenía fiel a su equipo de siempre. Además, apenas concedía entrevistas. «No queremos que nadie sueñe por él», comentaba su entrenador, Adrian Radulescu, en conversación con EL MUNDO. El silencio entonces era parte de su encanto, pero se le ha girado en contra. En el último Mundial falló y ahora es una incógnita para París, más tras la irrupción del chino Pan Zhanle, que le arrebató el récord mundial de los 100 libre.
John MunsonAP
Como Lyles, además, Popovici necesita a triunfar en París contra una competencia mediática brutal. Como ocurre desde los Juegos de Barcelona 1992, los ídolos de deportes que no necesitan el olimpismo, como el fútbol, el baloncesto o el tenis, coparán la mayor parte de la atención, más con el cartel que se espera. Con la presencia de Kylian Mbappé aún en el aire, el USA Team ya ha anunciado un equipo exagerado con LeBron James como líder -Curry, Durant, Embiid, Tatum, Davis...- y Novak Djokovic ha fijado el oro en París como su principal objetivo del curso. En los tres deportes puede haber otros nombres atractivos -Wembanyama, Nadal, Alcaraz, incluso Messi- por lo que las disciplinas puramente olímpicas deberán pelear mucho por hacerse un hueco.
La vuelta de Biles
El único asegurado lo tiene Simone Biles. Después de lo ocurrido en los Juegos de Tokio, de su baja por salud mental en plena competición, la gimnasta estadounidense será nuevamente la estrella femenina más brillante, más después de su regreso. Pese a sus casi dos años de ausencia, en el último Mundial ganó su sexto oro y clavó un salto hasta ahora reservado para hombres, por lo que en París todo es posible. De retirarse, nada. La historia la espera. Aunque, para evitar lo ocurrido hace tres años, ella lleva meses quitándose presión. En sus últimas apariciones siempre asegura que su objetivo es clasificarse y que incluso si no lo consigue estará feliz consigo misma. Demasiada humildad. Los Juegos la necesitan y ella necesita los Juegos.
En el resto de deportes se pueden nombrar centenares de grandes deportistas -el judoka Teddy Riner, la arquera An San...-, pero es difícil que salten a las portadas. Sólo el atletismo y la natación pueden y deben marcharse de París con nuevas estrellas en su firmamento. Tiene que pasar.
AMADEU GARCÍA
@amd_garcia
Barcelona
Actualizado Jueves,
27
julio
2023
-
17:53El organismo presidido por Ceferin asegura que los procedimientos de admisión quedan suspendidos,...
Bien entrada la noche, un grupo de aficionados prendía una cantidad ingente de bengalas en torno a la escultura de Arsenio Iglesias en La Coruña. Era el homenaje a la persona con la que empezó todo de la manera en la que los gallegos celebramos todo, con lume (fuego). "Su espíritu sigue impregnando a mucha gente del Depor", apuntaba a EL MUNDO Paco Liaño, una leyenda de la portería del equipo gallego, pese a que él no se quiera poner esa etiqueta que la reserva para otros como el entrenador de Arteixo o el ex presidente Augusto César Lendoiro.
No es casualidad que el tifo de Riazor fuera para el Zorro y tampoco lo es que una bengala prendiera el techo del autobús del equipo justo antes del choque definitivo ante el Barça B. Otro incendio fue el germen del mejor Depor de la historia. Ocurrió en 1991 cuando una luminaria prendió el techo de Riazor. "Se quemó el meigallo", dicen varias voces en La Coruña. Efectivamente, se acabó el mal de ojo y el equipo ya está en el fútbol profesional.
"Tengo un sentimiento de felicidad, pero sobre todo de alivio", confesaba Liaño. Y es que han sido cuatro años de vaivenes en Primera RFEF, de martirio para ver al equipo a través de retransmisiones audiovisuales deficientes, de proyectos fallidos y, también, de mala suerte.
Nadie se olvida de la tragedia del Albacete, el equipo entrenado por tu ex técnico que te echa de la final de ascenso, y de otras anteriores que hundían más al club a nivel deportivo, pero que generaban un sentimiento de unión en la afición como pocos clubes han visto. "Dolía mucho ver al equipo en esa situación y más a los que vivimos su buena época", expresaba Donato Gama da Silva, el jugador que tenía que haber pateado el penalti de Djukic, aquel que el serbio falló y entregó la liga al Barcelona.
Ese penalti, no fue más que un lunar en la época dorada. Para Liaño ni siquiera. Lo incluiría en los éxitos del Depor, otra anécdota de los años en los que se peleaba por títulos. Cuántos no firmarían volver a ese periodo en el que, como dice la alcaldesa de La Coruña, Inés Rey, la vida se contaba según las hazañas del equipo. "Todo el mundo en la ciudad se acuerda perfectamente dónde estaba cuando Djukic falló el penalti", recuerda.
Precisamente, cuenta el periodista de La Cope, Germán Dobarro, que La Coruña no vivía una celebración igual desde que se celebró, por fin, el título de liga. La que metió al Depor en el selecto club de nueve equipos que han conseguido el campeonato nacional. "Tengo la suerte de ver muchas ciudades, pero estar a la altura de esto es casi imposible", describe. Liaño condujo desde Santander para vivirlo. "Llegué muerto a casa a las dos de la mañana, pero con una satisfacción tan grande que no me perdonaría habérmelo perdido", expresaba.
Aficionados del Depor en A Coruña.CabalarEFE
De las épocas doradas llegaron etapas más oscuras. De hecho, en los últimos 10 años, la única alegría del deportivismo la dio Carlos Marchena. El central sevillano fue el artífice del gol del último ascenso del Depor en la 2013/14 ante el Jaén. "Fue la recompensa del trabajo a un año muy difícil", explica a EL MUNDO y desvela que "lleva dentro" poder devolver el cariño que le brindó la afición del Depor. "Es un equipo que te abre las puertas y te quiere desde el primer día", rememora.
La conexión sevillana coruñesa se alarga a otra persona muy querida en Riazor. Joaquín Caparrós solo pudo estar dos años, pero su corazón tiene una parte blanquiazul alimentado por la peña que le recuerda en Santa Comba. "Fue un día feliz porque el equipo ha vuelto al fútbol profesional, donde le corresponde, y si siguen haciendo las cosas así, estarán en Primera", vaticinaba.
No son pocas las voces que coinciden que su espacio es en el fútbol profesional. Algo que también se ha dicho en estos cuatro años en Primera RFEF, pero ahí se seguía. Entonces llegó Lucas Pérez, "el padre del ascenso" para Dobarro, tras descender dos categorías y pagar medio millón de euros para salir del Cádiz y "volver a casa".
Lucas, al rescate
Falló el primer año, pero con su armadura blanquiazul reclutó a un ejército de canteranos que creyó en sus palabras y no sólo salvaron a Idiákez, el entrenador con el que estuvieron en puestos de descenso al principio de esta temporada, salvaron a una ciudad.
"El Deportivo es todo", cuenta entre lágrimas Inés Rey a este periódico horas antes de que el equipo rechace la visita al Concello para celebrar el ascenso. Y se acordaba la alcaldesa de los cartones de leche que se compraban en su casa porque regalaban fotos de Bebeto y de las palabras de Lucas cuando volvió a Riazor. "Bendita locura".
Ahora los niños que ayer y hoy visten las calles de La Coruña de blanquiazul entienden un poco más lo que les contaban sus padres del equipo de su ciudad. "La familia" de Donato, "la depormanía imposible de explicar", de Dobarro o el protagonista de muchas "páginas de historia de nuestro fútbol", de Caparrós. Pero, si de infancia hablamos: "El fútbol me ha devuelto con el Depor aquello por lo que peleé y soñé", le define Liaño. Y los sueños, sueños son.