España no encuentra quien dome su sueño, por mucho que se esfuerce. Pueden las rivales afinar la teoría, incluso ejecutarla a la perfección durante muchos minutos, pero esta selección vive empeñada en ser campeona de Europa y tiene recursos para activarse y sobrevivir en el peor escenario, que fue el vivido en Berna. Se atascó España y solo la pudo sacudir Athenea del Castillo mediada la segunda parte. Un despeje de Suiza lo cazó Aitana en el corazón del área y, con un taconazo, le dejó el remate franco a la extremo. Era el primer balón de tocaba y sirvió para sepultar a las helvéticas bajo su propio muro, que cimentó poco después la descarada Clàudia Pina, tras mil intentos, con derechazo desde la frontal que colocaba a España en semifinales 28 años después.
Resopló España frustrada durante los muchos minutos que estuvo en el alambre. No encontraba cómo golpear a un rival agarrado a una disciplina militar de supervivencia. Suiza, en el campo y en la grada, sabía que su única oportunidad era resistir y desesperar a las españolas, jugar con sus nervios. Lo tuvieron más fácil de lo que hubiera esperado porque el equipo de Montse Tomé se contagio de la efervescencia que se generó en el Wankdorf. Ansioso, acelerado, irreconocible.
España tenía el balón pero no gobernaba el partido por primera vez en el torneo. Y eso las inquieta. Los grilletes que Wälti le puso a Alexia, las vigilancias perfectas sobre una Aitana sin chispa y la imposibilidad de Patri Guijarro de poner pausa, engrandecieron a las suizas, aunque ni siquiera probaran a Cata Coll en su debut.
La suerte, ésa a la que aludía Pia Sundhage, no estaba del lado español. El penalti que Riesen le hizo a Mariona en el minuto 7, lo quiso ajustar tanto al palo la jugadora del Arsenal que lo mandó fuera. Ese varapalo desquició más a España, que intentó enmendarlo a arreones. No era efectiva la presión de Esther, no llegaban los centros y la única sensación de peligro la generaba Clàudia Pina. Los dos tiros a puerta a las manos de Peng fueron de la extremo del Barça.
Claro reflejo de la ansiedad fue la amarilla que vio Laia Aleixandri en el centro del campo que la deja fuera de las semifinales. No había manera de coordinar a un equipo que, en la fase previa, había sido una orquesta perfecta. Pero en Berna, en 30 minutos no había sacado un córner, incapaz de generar vértigo por las orillas, el único pasillo que dejaban las suizas. Aún así, Irene Paredes estrelló un testarazo en el poste al filo de descanso. Iba a tocar remangarse y remar mucho para sentenciar a las anfitrionas.
Activación en el minuto 60
Necesitaba España afinar su plan en el descanso, pero se pareció mucho al inicial. Volvió a probar Pina, la única sin miedo a armar la pierna, pero hacía falta algo más. Se acercaban al área con cierta comodidad, pero sin acierto.
Otra vez el palo en un saque de córners impidió que el cabezazo de Patri Guijarro abriera el marcador. Para colmo, las suizas explotaron, ahora sí, las contras a la espalda de la defensa española. Emergió entonces Cata Coll para evitar cualquier susto que complicara más la situación. En el minuto 60 se decidió Montse Tomé a revolucionar el once con el mejor arma que tiene: el desequilibrio de Athenea de Castillo. Apareció ante Italia y lo volvió a hacer en el momento más importante. Esta vez auxiliada por Aitana que, como si fuera diesel, fue creciendo con los minutos. Pese al impulso de una grada entregada a la Nati, Clàudia Pina acabó con cualquier opción. Y el resultado pudo ser mayor porque Beney derribó a Athenea en el área y la colegiada italiana no dudó en señalar el punto de penalti.
Sin Mariona en el campo, fue Alexia quien tomó la pelota. No era su noche y, pese a haber borrado de su mente el recuerdo del fallo en los Juegos, Peng volvió a adivinar su tiro. Un instante de amargura que compensó con la ovación que se llevó cuando fue sustituida por Lucía García. El sueño de todas sigue vivo.
España estará en la semifinal y peleará por el título. Todo lo que pase entre tanto, será una anécdota que jalonará la historia de una selección que parece imparable. Puro genio y también tesón.