Theo Hernández, con el partido totalmente controlado y con el Feyenoord sometido, cometió dos imprudencias que arrebataron los octavos de final de la Champions al Milan.
Una falta sin sentido y una simulación le valieron una expulsión decisiva que arruinó la temporada de los rossoneri y regaló el pase al equipo neerlandés (1-1), certificado gracias a un gol de Julián Carranza, en el minuto 73.
Cuando Santi Giménez apuntaba a ser el héroe de la remontada con un gol en el primer minuto de partido y una prestación a la altura de las expectativas, fue Carranza, con un remate de cabeza, el que le arrebató la gloria de un partido del que el más recordado será Hernández.
San Siro preparó una caldera, un ambiente inmejorable para llevar a su equipo en volandas en busca de la remontada. El efecto fue más que palpable. En la primera jugada, tras un lanzamiento largo a Walker, Giménez rascó un saque de esquina. Se acercó a la grada para encenderla más aún. Sacó en corto el Milan. Pulisic se acercó al pico del área y puso el balón en el segundo palo. Thiaw remató y dejó el balón en bandeja para el argentino, que se impuso a adversario, rematara a puerta vacía.
Todo iba como esperaba el equipo italiano hasta la concatenación de errores de Hernández y el gol postrero de Carranza.
Peleó el Milan en los minutos finales, pero el Feyenoord se protegió y no desaprovechó el regalo. Estará en el sorteo del viernes junto al Bayern, que sufrió ante el Celtic; al Benfica, que remontó al Mónaco; y al Brujas, que confirmó su sorpresa ante la Atalanta.
Luigi Ferrarella | Cesare Giuzzi(Corriere della Sera)
(Corriere della Sera)
Extorsión en la venta de entradas para los partidos del Inter y del Milan, un pago mensual impuesto a las plazas de aparcamiento en los alrededores del Giuseppe Meazza, "cárteles" entre los ultras nerazzurri y rossoneri en la venta de bebidas y otros bienes en el estadio, violentas reyertas entre los grupos, pero también inscripciones patrimoniales ficticias. Los jefes de los grupos organizados de ultras de los dos equipos de fútbol de la ciudad de Milán han sido detenidos este lunes por la Policía y la Guardia di Finanza.
Hay dieciséis personas en prisión y otras dos bajo arresto domiciliario por orden del juez de instrucción Domenico Santoro en una investigación de la Fiscalía de Milán que ha expuesto indicios de delitos de hasta cuatro vertientes diferentes.
Curva Norte
En el caso de la Curva Norte de los seguidores del Inter (donde las medidas cautelares han alcanzado, entre otros, al dirigente Andrea Beretta y al subjefe Marco Ferdico), se alega una asociación criminal que habría facilitado el asesinato de Antonio Bellocco -perteneciente a los propios ultras del Inter y vinculado con la 'Ndrangheta (la mafia calabresa)-. Belloco, de 36 años, murió apuñalado hace un mes por el propio Beretta (con quien había jugado al fútbol sala justo la noche anterior) en un repentino y acalorado enfrentamiento que estalló por reclamaciones económicas recíprocas.
Entre los detenidos se encuentran todos los nombres más destacados de la agrupación, entre ellos Renato Bosetti, recién nombrado regente de la curva tras el asesinato de Bellocco; Matteo Norrito, conocido como 'Chuck', y Mauro Nepi.
Las investigaciones de la Fiscalía de Milán han arrojado luz sobre los últimos seis años de acontecimientos dentro y fuera del Meazza. En particular tras la liberación de Vittorio Boiocchi, que en 2018 volvió a dirigir a la afición del Inter tras 26 años en prisión. Y posteriormente fue asesinado a tiros debajo de su casa en la localidad de Figino, hace ahora dos años.
El asesinato de Boiocchi quedó sin resolver (no hay cargos en esta investigación) pero, según los investigadores, estaba relacionado con desacuerdos sobre el reparto de ingresos en la curva y con luchas de poder. Boiocchi había sido protagonista de extorsiones e intimidaciones relacionadas con la gestión del aparcamiento. Tras el crimen comenzó la "guerra" por la sucesión de Boiocchi.
Por un lado, el derrocamiento de los 'Irriducibili' (los 'irreductibles') liderados por Domenico Bosa, conocido como Mimmo Hammer. Se trata de un grupo histórico de extrema derecha. Fue entonces cuando Antonio Bellocco adquirió cada vez más poder dentro y fuera del Meazza. Hasta la ruptura y el enfrentamiento fatal entre con "Berro" al salir del gimnasio. Un asunto que confirmó, para los investigadores, "el interés de la 'ndrangheta en la gestión del negocio de los estadios". Sin embargo, la investigación reveló también la implicación de otras familias históricas de la mafia del área milanesa en la gestión de los negocios y en la "protección" de los distintos bandos en continuo conflicto entre sí.
Curva Sur
En el caso en lugar de la Curva Sur, los ultras del Milan, se habla de otra asociación criminal (sin el agravante de facilitación mafiosa y activa sobre todo en episodios de violencia) encabezada por el también detenido Luca Lucci, el ultra famoso por la foto tomada el 16 de diciembre de 2018 junto al entonces viceprimer ministro Matteo Salvini en la fiesta del 50 aniversario de la Curva Sud.
Matteo Salvini y Luca LucciCORRIERE DELLA SERA
Junto a él han sido detenidos, entre otros, su hermano Francesco Lucci y Christian Rosiello, guardaespaldas del cantante Fedez (no implicado en la operación de este lunes). Rosiello fue protagonista hace unos meses de la paliza propinada al entrenador personal Cristian Iovino en una discoteca. Junto a ellos, Islam Hagag, conocido por el apodo de 'Alex Cologno', también gran amigo del cantante, ha acabado esposado. El fin de semana anterior a las detenciones Fedez, Iovino y Hagag pasaron juntos unos días en París.
También han sido arrestados otros miembros de la directiva del Sud, como Alessandro Sticco, conocido como Shrek -implicado con Hagag en la paliza a un hincha del Milan al final del campeonato del año pasado- o Fabiano Capuzzo.
Álvaro Morata es un chico especial. De entrada, es el futbolista español que más dinero ha movido en fichajes (220 millones) en su carrera, el quinto a nivel mundial por detrás de Neymar, Cristiano, Lukaku y Dembélé. De salida, se trata de un hombre de 31 años, en la cima de su carrera (la temporada pasada fue la mejor de su vida, 21 goles, y acaba de ganar, como capitán, la Eurocopa) que, sin embargo, no es feliz en su país porque hay quien, en las redes sociales, se burla de él. Este viernes, el Milan ha hecho oficial su fichaje para los próximos cuatro años tras pagar su cláusula de rescisión (13 millones). Es el final de un adiós que se empezó a gestar la pasada primavera.
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Tras una primera parte del curso impresionante (19 goles hasta enero), las cosas se torcieron. Varias lesiones y, sobre todo, el gol fallado ante el Borussia Dortmund en la vuelta de los cuartos de Champions y los pitos que recibió, con España, en el Bernabéu en marzo, precipitaron un final de temporada oscuro para él. Junto a su mujer, Alice, tomó la decisión de marcharse de España, y así se lo transmitió personalmente a Miguel Ángel Gil, consejero delegado del Atlético, y a Simeone, su entrenador. ¿Las razones? Que ya estaba cansado de aguantar las críticas y, sobre todo, que la situación empezaba a afectar a sus hijos. Pensó incluso ir a Turquía, hasta que alguien le advirtió de que en ese país, con la fiebre que hay allí por el fútbol, no podría ni salir a la calle. Con varias opciones abiertas, firmó un acuerdo con un representante saudí para que le consiguiera un buen contrato en Arabia.
A la concentración de la selección llegó un futbolista atormentado. "Yo creo que, si gana, es posible que hasta deje el fútbol", contaban algunos de los que han convivido con él durante estos 45 días. Más que la ascendencia sobre el grupo que se le supone a un capitán, ha sido su bonhomía la que ha generado el cariño que le tenía el equipo campeón de Europa. Al igual que los casos de Nacho, Joselu (ya confirmados) o Dani Olmo, Le Normand, Laporte o Mikel Merino, Morata también ha estado decidiendo su futuro en mitad de la Eurocopa.
A última hora de la noche del 1 de julio, Morata, a través del representante saudí con el que había firmado un contrato, cierra las condiciones para firmar por el Al Qadsiah, el mismo por el que había fichado Nacho unos días antes y que acaba de subir a Primera División de la mano de Míchel. Sin embargo, algo ocurre en esas horas porque, a la mañana siguiente, cuelga un post en Instagram, en colaboración con el Atlético, y escribe: "No puedo imaginar lo que tiene que ser ganar con esta camiseta y no voy a parar hasta conseguirlo". Ese día, en el móvil de Simeone aparecen varias llamadas perdidas de Morata. También en el de Miguel Ángel Gil.
Morata.PABLO GARCÍARFEF
Tras el partido contra Alemania, 5 de julio, parece decidido a irse a Italia, con la Juventus y el Milan como opciones. De nuevo su mujer, Alice, tiene mucho peso en la decisión, que esta vez, ya sí, es definitiva. El acuerdo con el equipo rossonero lo cierran su representante, Juanma López, y su padre, fuera ya de la ecuación el agente saudí que sí había llevado las riendas de la operación fallida en Arabia.
Lo que va a cobrar en Italia es aproximadamente un tercio de lo que ya tenía apalabrado con el Al Qadsiah, y que rondaba los 13 millones netos por temporada, más incluso que Nacho. Firma en Milán para cuatro años, huyendo del ruido que, dice, le rodea en España. Sólo lo escuchará, si es que existe, cuando regrese con la selección, otro aparente cambio de opinión que, de pensar en el adiós (así lo dijo a este periódico), le deja en posición de seguir siendo capitán. De momento, porque con Morata nunca se sabe.
Ruud Gullit (Amsterdam, 1962) es un tipo feliz con el carisma eterno de quien, por más que se cortase las rastas hace 25 años, aún reside en la memoria colectiva con uno de los mejores pelos de la historia. Pero tras las carcajadas hay un hombre reflexivo y comprometido. Siempre fue una estrella diferente, también cuando provocaba pesadillas en el Real Madrid de la Quinta con el Milan de los holandeses, que ganó dos Copas de Europa, o guiaba, con su amigo Van Basten, a Países Bajos a su único gran título, la Eurocopa 88.
El Balón de Oro 1987 conversa con EL MUNDO en Madrid, donde ha viajado para los premios Laureus, en una etapa plácida: "Tengo una gran vida. Viajo, sigo involucrado en el fútbol como experto de televisión y no sufro. Ser entrenador fue una mala idea. Es un trabajo horrible. Siempre, siempre, la humillación te está esperando. Puedes aplazarla durante un tiempo, pero antes o después llega". Y se parte de risa por primera vez.
Para media España serás siempre un villano y para la otra, un héroe.
Sí, lo sé y lo noto especialmente cuando vengo a Madrid. A la gente no le gusto mucho y algunos me lo dicen [risas]. En Barcelona, sin embargo, me piden muchas más fotos. Lo cierto es que aquella rivalidad entre el Milan y el Real Madrid fue muy bonita. Ellos, con la Quinta del Buitre, eran un grandísimo equipo, pero tuvieron la mala suerte de que nosotros éramos mejores. En cualquier otra época creo que hubieran ganado la Copa de Europa.
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¿Qué es lo que más recuerdas de esos duelos?
La sensación especial de salir ganador del Bernabéu. El Real Madrid era y es el club más grande del mundo y jugar bien en este estadio es una sensación fantástica. Luego hay otra cosa que siempre recuerdo de esos años y que te demuestra lo complejo que es el fútbol. La temporada anterior a las dos que eliminamos al Madrid y ganamos la Copa de Europa, nos eliminó a nosotros de la UEFA el Espanyol. Eso es el fútbol.
El legado de ese Madrid de la Quinta ha quedado marcado por no ganar la Copa de Europa.
Y no es justo porque si ganar la Champions es difícil ahora, entonces lo era mucho más. Sólo jugábamos los campeones de liga, así que no la disputabas todos los años. De hecho, el nombre Liga de Campeones ya no tiene mucho sentido cuando va el cuarto. Ganarla entonces era una misión de dos años: tenías que ganar la liga el primero y la Copa de Europa el segundo. Era muy complicado y, además, en las primeras rondas ya te podía tocar cualquier gran equipo a ida y vuelta, ni liguilla ni posibilidad de arreglar un error ni nada. La segunda vez, eliminamos al Madrid en segunda ronda, en noviembre. Era un grandísimo equipo.
Estaban Butragueño, Míchel, Hugo Sánchez… Sin embargo, al recoger el Balón de Oro de 1987, dijiste que lo merecía Gordillo.
Sí, y lo pensaba en serio. Me encantaba Gordillo porque tenía un carácter parecido al mío. Le divertía lo que hacía, que es algo que te sorprendería saber cuántos futbolistas hay a los que no les pasa. Yo siempre disfruté jugando y Gordillo era igual, aunque luego trabajase muy duro para el equipo también. Me gustaba su forma de entender el juego y la vida, me veía reflejado en él.
Tú te lo pasabas en grande y lo mostrabas.
Divertirse es lo más importante de la vida. Además, si no te gusta lo que haces es muy difícil que tengas éxito. Yo no creo en esos jugadores que simplemente juegan al fútbol para ser famosos y millonarios. No, eso es una mierda. Al fútbol se juega porque lo amas. Divertirme siempre fue mi prioridad. Nada más fichar por el Milan me llevaron a una concentración de dos semanas en unas instalaciones aisladas y a los tres días quise volverme a Holanda, no aguantaba eso. Se lo dije a Sacchi: "A mí no me puedes meter en una jaula, necesito ir al cine, necesito salir. Si no, no me puedo concentrar". Por suerte, se adaptaron un poquito a mí, me dieron más libertad y todo salió bien. Yo necesitaba divertirme y allí nadie parecía divertirse.
El fútbol italiano de los 80 no era una juerga.
No, no [risas]. Durante las comidas yo estaba feliz, charlando, riendo, haciendo bromas y notaba que la mayoría de jugadores me miraban con sospecha: "Este tío no es serio". Lo que pasa es que luego vieron en el campo y entendieron que era tan profesional como cualquiera de ellos y trabajaba duro, pero sencillamente no podía vivir sin risas.
Siempre tuviste muchos intereses más allá del fútbol. El Balón de Oro se lo dedicaste a Nelson Mandela.
Sí, era mi ídolo, mi ejemplo, mi causa. En Países Bajos había mucho remordimiento respecto a nuestro papel histórico en lo que sucedía en Sudáfrica y participé en organizar muchas manifestaciones contra el apartheid y de apoyo al ANC [el partido de Mandela]. Además, yo estaba muy metido en el mundo de la música reggae, cuya esencia es protestar contra el racismo, el fascismo, la violencia, el sufrimiento… Nelson Mandela o Steve Biko eran presencias constantes en nuestras canciones y en nuestra cultura. Teníamos una batalla que luchar y me involucré mucho en ello. Me reuní con muchos miembros exiliados del ANC y fue una decisión clara dedicarle el premio de Mandela, que aún estaba en prisión.
Luego le conocerías.
Sí, nos reunimos muchas veces. Estoy muy orgulloso de haber conocido a alguien con tanto carisma. No he conocido otra persona que tuviera semejante aura a su alrededor y mira que he conocido gente… Pero Mandela era especial y representa lo mejor del ser humano. Cuando salió de la cárcel, siempre fue humilde, intentó involucrar al enemigo en el proceso de reconstrucción de un país y una sociedad. Nunca quiso vengarse, sino crear juntos aunque le habían tenido 26 años en una celda. ¿Cómo una persona así no va a ser una inspiración enorme? Una de las últimas veces que nos vimos me invitó a Sudáfrica y me dio una medalla.
¿De qué tipo?
De comandante. Soy comandante de las Colonias Sudafricanas. ¡Es un gran título! [risas].
¿Por qué es tan difícil ver hoy a una estrella del fútbol involucrada en cuestiones políticas y sociales?
Porque la mayoría de las veces se vuelve contra ti. Los fans y los periodistas siempre están buscando historias y titulares y si te involucras, te están esperando. El mejor ejemplo de esto es Marcus Rashford. Hizo algo maravilloso liderando la lucha contra la pobreza infantil y denunciando la inacción del Gobierno. ¿Qué sucedió? Que cuando su rendimiento en el United bajó, un montón de gente le estaba esperando para decir que era porque estaba demasiado preocupado por otras cosas. No es cierto, no tiene nada que ver, todos los futbolistas pasamos por fases, pero eso les da igual: van a usar tu posicionamiento contra ti. Así que, aunque me duela, ahora mismo le aconsejaría a cualquier futbolista que se mantenga al margen. Como futbolista, es peligroso involucrarse en proyectos políticos y de derechos humanos porque se va a volver contra ti. Es horrible, pero es así. Por lo tanto, regla número uno: no te metas en política.
Tú no la cumpliste.
No, pero sí fui haciéndolo cada vez menos. Al final, es más sencillo vivir en tu burbuja. Lo primero que debes aprender cuando triunfas en el fútbol es a decir "no", porque todo el mundo quiere algo de ti y si no se lo das va a decir que eres un gilipollas. Bueno, pues a veces es mejor ser un gilipollas que dejar que te utilicen sólo por caer bien. Lo que me preocupa es que sigo viendo hoy muchos de los problemas que veía entonces. El racismo, el sexismo, la pobreza, las guerras… Y en cierto modo está yendo a peor porque, en buena parte debido a las redes sociales, la gente cada vez es menos receptiva hacia los demás, está más enfadada, se va más a la derecha, a la extrema derecha incluso… Teníamos una Europa estupenda y se está estropeando.
Estás en un comité creado en Países Bajos para fomentar la diversidad en cargos directivos.
Sí. Por ejemplo, la Federación Neerlandesa de Fútbol, pese a la cantidad de estrellas negras que ha tenido la selección, era sólo blanca y masculina. En muy poco tiempo hemos logrado que haya una mujer vicepresidenta [Marianne Van Leeuwen], que Nigel de Jong sea el director técnico y Clarence Seedorf esté en la directiva. El cambio no debe hacerse desde abajo, debe llegar desde la cima, porque es natural que los jóvenes busquen referentes en gente que se parece a ellos. Si sólo hay hombres blancos en puestos directivos es muy difícil para una chica negra creer que ella puede llegar allí. Hay cierta gente que no quiere asumir que la sociedad actual es diversa, le guste o no. Eso no es una opinión, es un hecho. Y si bloqueas a otras razas el camino hacia el éxito estás creando frustración, la frustración crea infelicidad y la infelicidad crea enfado. Y nada es más peligroso para una sociedad que tener a un montón de gente enfadada. Si quieres una buena sociedad es imperativo que haya igualdad de oportunidades. Me he encendido, hablemos de fútbol [risas].
Ruud Gullit, representando a los premios Laureus, posa en el hotel Palace.
Vale. Diría que eres el único futbolista de la historia que ha sido estrella como defensa, como medio y como delantero.
Es cierto. Empecé como líbero y así debuté en Primera con el Haarlem a los 16 años, pero en mi segunda temporada llegó un entrenador nuevo, Hans Van Doorneveld, y dijo que me quería convertir en delantero. Me resultó fácil aprender porque tenía la ventaja de que sabía cómo piensa un defensa y me anticipaba a ellos. Mientras, en las selecciones inferiores me ponían en el medio, de extremo derecho, y aprendía otras cosas. El problema de todo esto es que los entrenadores no utilizaban mi polivalencia en mi beneficio sino en el suyo. En vez de ponerme en el sitio donde yo más rendía, me ponían en el que mejor les cuadraba a ellos el puzle y eso me irritaba porque nunca me permitió especializarme en una cosa y refinarla totalmente. Al final era una desventaja poder hacer tantas cosas. Por ejemplo, en el Milan empecé de extremo, cuando se lesionó Marco [Van Basten], me pusieron de nueve, luego otra vez al medio… Me tenía que estar readaptando cada año y era frustrante a veces.
En el Feyenoord coincidiste con Johan Cruyff en la que fue su última temporada en activo (83-84).
Y ganamos Liga y Copa. Fue un maestro muy importante para mí, con esa mente privilegiada que le permitía ir muy por delante en todas las situaciones. Me dijo algo que yo no sabía en ese momento: "Rudi, tú eres diferente, vas a tener una gran carrera y debes estar preparado. Cuando vayas a un club nuevo, a los fans no vas a gustarles. Te van a gritar, te van a insultar, los demás jugadores te van a recibir mal pensando que no eres tan bueno. Entonces, lo primero que debes lograr es hacer mejor al resto. Eso te solucionará todos los problemas". Yo tenía 20 años, aún perseguía la atención, quería destacar yo y este señor me decía que pensara en gente que ni conocía [risas]. Por supuesto, tenía razón. Porque si eres realmente bueno jugando al fútbol, puedes leer y dirigir a tus compañeros hacia sus mejores versiones y eso acaba por protegerte a ti. Si vas a lo tuyo, sólo puedes hacer bien las cosas en las que tú eres bueno, pero si ves el fútbol como un todo, las virtudes de los 11 acaban siendo las tuyas. Eso me lo enseñó Johan, es la gran verdad del fútbol y una de las cosas más importantes que aprendí en mi carrera.
Tu gran amigo fue Frank Rijkaard.
En el fútbol y en la vida. Crecimos juntos en Ámsterdam, es como mi hermano. Frank siempre fue la última pieza que necesitaba todo rompecabezas. Hacía cada equipo mejor, pero no le gustaban la atención y la fama. Las odiaba y aún las odia, de hecho. Odiaba las conferencias de prensa, a los periodistas, los actos publicitarios… Sólo quería jugar y que le dejaran en paz. Era la columna vertebral del equipo tanto con el Milan como con Holanda, el que sostenía todo lo demás. Era un futbolista mucho mejor de lo que la gente se daba cuenta porque no tenía el más mínimo interés en que le aplaudieran y le dieran premios. Fuerte, atlético, inteligentísimo… Y una persona increíble. Un líder muy diferente a los habituales. Muy calmado, muy tranquilo, siempre acertado. Marco [Van Basten] y yo ya estábamos, pero hasta que no llegó Frank no ganamos la Copa de Europa y no es casualidad.
Vosotros dos erais buenísimos, pero Van Basten…
Él era excepcional. Es el mejor futbolista con el que he jugado y el segundo mejor contra el que he jugado, sólo porque lo hice contra Maradona. Y Marco, sano, no estaba lejos. Siempre conectamos muy bien, sabía dónde iba a estar sin mirarle, así que me centraba en darle el balón, era mi primera y mi segunda opción en cada jugada. Yo también era delantero, pero sabía que si me la jugaba yo, podía ser gol; si se la pasaba a él, era gol seguro. Así que, como lo que quería era ganar, se la daba todo el rato [risas].
Marcasteis ambos en la final de la Eurocopa 88 [2-0 a la URSS].
Y metimos dos cada uno en la final de Champions del año siguiente [4-0 al Steaua]. Teníamos una conexión increíble y yo amaba a ese tío, pero discutíamos porque él sólo pensaba en meter goles y las pocas veces que no se la pasaba venía a por mí muy cabreado: "¡Me duele lo que haces! ¡No me miras!". Y yo le mandaba a la mierda y me partía de risa. Eso le enfadaba aún más porque él se lo tomaba más en serio todo, pero es que me hacía mucha gracia verle dolidísimo porque no le había pasado un balón. Al final, siempre le acababa contagiando la risa y me decía: "Eres un imbécil, vete lejos" [risas].
No parece Arrigo Sacchi, vuestro entrenador en los dos títulos, el tipo más bromista del mundo a la hora de trabajar.
Buen tipo, pero muy serio. Fue mi primer entrenador en Italia y quien me convenció para ir. Al principio fue duro porque yo necesitaba divertirme y él nos tenía horas y horas trabajando durísimo en los sistemas defensivos. Una y otra vez ensayando la presión y la salida. Me parecía un coñazo, pero cuando entendimos lo que estaba siendo y que estaba revolucionando el juego, fuimos una máquina. Fue muy influyente para mí y para el fútbol mundial.
Le sustituyó Fabio Capello y con él no encajaste igual de bien.
No, tuvimos problemas y una vez casi nos pegamos de verdad, tuvieron que separarnos, pero aun así reconozco que era un gran entrenador. Yo empecé a tener lesiones y, además, se empezó a abrir el mercado a más extranjeros, por lo que se rotaba más y a mí no me gustaba. No estaba contento y me fui a la Sampdoria, pero luego se lesionó Marco y Capello me recuperó para el Milan, así que incluso con nuestras diferencias, nos respetábamos. Ahora somos muy buenos amigos y cuando nos vemos no le echo demasiadas cosas en cara [risas].
Tu compañero de habitación era Carlo Ancelotti.
Carlo es tu tío favorito, ese que cuando llega a la cena de Navidad todo el mundo se pone contento: "¡Viene el tío Carletto!". Y todo el mundo aplaude. Es una persona maravillosa, pero también extremadamente inteligente, que a veces se olvida. Nos reíamos muchísimo en la habitación, hablábamos de todo durante horas, pero a la hora de dormir la noche anterior al partido él se ponía siempre nervioso y yo dormía como un bebé. Y por la mañana me lo encontraba mirándome: "¿Cómo has podido dormir toda la noche? No he pegado ojo. Te da igual todo". Siempre supe que sería entrenador, era su plan ya en los últimos años. Es una gran persona para tener en tu vida y, si eres una estrella, vas a matar por él porque te entiende, es justo, empático y ha estado rodeado de grandes futbolistas toda su vida. Él mismo lo fue, así que sabe cómo lidiar con nuestras rarezas. Y tácticamente es brillante, nadie gana tanto como él sólo por ser buen tío.
Parece ya fuera del Madrid tras esta gris temporada.
Es injusto y un error, pero allá ellos. Ahí está Brasil esperándole, que no es un mal plan B, ¿no? De todos modos, lo que yo le diría ahora a Carlo es: "Ya lo has ganado todo, absolutamente todo. Con lo que te gusta la vida, comer, el buen vino… Tómate unas buenas vacaciones y disfruta. Ya te echarán de menos". A veces nos obsesionamos con que la vida empieza y acaba con el fútbol y no es cierto, por eso me alegro de no haber insistido en lo de ser entrenador. Nos creemos que no hay nada más y, luego, la gente lo deja y es feliz. Mira Xavi. Cuando llegó al Barça era joven y feliz, dos años después parecía un perrillo triste y abandonado. Habían pasado dos años y había envejecido 10. Sin embargo, le vi hace un mes y estaba radiante. Más alto, más guapo, de todo. ¡Eso es la vida! [risas]
Usted sí que tenía buena pinta con aquella melena.
Y el bigote. Un poco entre cantante de reggae y estrella del porno. He de decir en mi defensa que en esa época el bigote estaba de moda. Lo salvaba, ¿no?
Eso creo.
Me encantaba la música, tenía alma de estrella del rock y aquella imagen fue importante para que la gente todavía me recuerde. Lo que pasa es que en el año 2000 me cansé. Me rapé porque estaba harto de que la gente siempre me reconociera en cualquier lado, quería poder tomarme una cerveza sin que todos me miraran. Fue la mejor decisión de mi vida. Ahora estoy encantado: guapo y de incógnito.