El Valencia y el Betis no vivieron sólo un partido de fútbol, fue mucho más. Un homenaje, un ejercicio de orgullo, un refugio colectivo ante la desgracia. La catarsis de volver a casa, a Mestalla, ese lugar desde el que alzarse del barro y reconstruirse. Será un camino largo, y aunque al Valencia no le sobren puntos para dar consuelo, se ha propuesto no dejar caer a nadie.
Sacó del barro a más de 600 aficionados que lo han perdido todo menos su sentimiento valencianista para brindarles el calor de un Mestalla lleno y con los brazos abiertos. Se acompasó el ritmo de la previa y la banda sonora al aura, que no era la de un duelo liguero más, por mucho que cada punto sea oro para el equipo de Baraja. La grada repartió su aliento en dos fases y tuvo energía para todo.
No hubo solo camisetas y bufandas, la grada se pobló de banderas de la Comunidad Valenciana, al cuello de los abonados, como siempre ocurre en los grandes momentos en Valencia. Hoy lo era. El aliento ya se cortó en el calentamiento ya con cuando sonó Mi tierra de Nino Bravo, con el vídeo homenaje con que se iniciaron los actos y las manos se rompieron aplaudiendo a 80 voluntarios que salieron al terreno de juego en homenaje a las mareas de solidaridad que cruzaron puentes para auxiliar a sus vecinos de L’Horta Sud.
Como auxiliará el Valencia a las once escuelas de fútbol conveniadas afectadas por la DANA que saltaron al campo de la mano de sus ídolos cada uno con la equipación que visten cada fin de semana, y que en cuatro de los casos, Aldaia, Algemesí, Sedaví y Catarroja, tardarán mucho en volver a hacerlo.
No hay momento histórico en Valencia sin Senyera. En este caso, el césped de Mestalla se cubrió con la gran bandera donada por el Real Madrid al tiempo que se proyectaba un vídeo en homenaje a todos aquellos anónimos que se han volcado en dar amparo.
El corazón se arrugó de nuevo cuando Rei Ortolá, guitarra y chelo, interpretó ‘Voces de Valencia’, esa canción que arrancó lágrimas con las primeras palabras: “Cuando el agua rompió el suelo…“. Nadie se movía. Ni siquiera los jugadores. Tárrega, de Aldaia, que achicó agua como sus vecinos, apenas podía contener la emoción. Los 22 jugadores y los colegiados fueron los encargados de poner el crespón negro en homenaje a las 221 víctimas de la DANA y los miles de damnificados.
El broche lo puso el Himno Regional, con tabalet y dolçaina, mientras todas las gradas enmudecieron durante un minuto y se convirtieron en una gran bandera gigante. Una gran pancarta se desplegó con los nombres de todos los pueblos afectados bajo un lema: “Amunt Valencians”.
Después llegó el fútbol y emergió la justicia poética. Ese jugador que se había emocionado en los actos, que quitó barro en Aldaia, que sufrió por sus padres aquella noche del 29 de octubre, se vengó recogiendo una pelota suelta en el área en un saque de córner y enviándola a fondo de la red. Segundo gol de César Tárrega en la temporada, el más importante de su carrera.
Mestalla se encendió, incluso gritó pidiendo la dimisión de Sánchez y Mazón, pero el partido ya era raro. Tanto que el Betis se volcó y Ruibal, en una falta que tocó en Hugo Duro, hizo un empate que celebró también con la bandera valenciana.
La carga emocional del partido hizo que se parada dos veces por sustos de aficionados en las gradas y que fuera cambiando de dueño a cada poco. Se estiró el Betis tras el empate y se estampó en Mamardashvili, pero se sobrepuso el Valencia y Diego López remató un centro de Gayà a la base del poste de Rui Silva.