Cuando era niño había unos dibujos animados que me fascinaban. Era una sensación contradictoria porque además de disfrutar con ellos me generaban una cierta frustración y angustia. Siempre quise que el Coyote atrapase al Correcaminos, pero me hice mayor sin conseguirlo. Ahora revivo en la Fórmula 1 algo parecido. No importa lo que Lando Norris y McLaren preparen para atrapar a Max Verstappen en el campeonato. Las trampas, las bombas, los cohetes
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Ganar la Eurocopa hubiera supuesto para España un triplete que impulsaría aún más a una generación de oro que volverá a llegar en plenitud al Mundial de Brasil 2027. Ese es el objetivo y, aunque hay un grupo de jugadoras que anticipan que el futuro puede ser igual de brillante, el proyecto está en el aire. Montse Tomé acaba su contrato como seleccionadora el próximo 31 de agosto y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) guarda silencio sobre cuál puede ser su futuro, que deberá resolverse prácticamente de forma inmediata, dada la premura de la fecha de caducidad.
No quiso abrirse ese debate después de obtener el billete para la fase final de la Nations League, porque la Eurocopa se echaba encima, pero tampoco lo zanjó cuando España alcanzó la primera final de su historia. Quizá porque se esperaba un título que despejara todas las dudas y se convirtiera casi en una renovación automática.
«Montse Tomé ha hecho un trabajo encomiable y con mucha valentía. En todo momento ha estado a la altura. Se hablará después de su futuro», reconoció el presidente Rafael Louzán en algunos micrófonos, ayer en Basilea. Antes, durante la amarga ceremonia de trofeos, el presidente de la RFEF recibió a Tomé en el podio con un sentido abrazo.
«No es algo en lo que piense»
Louzán, que también habló para TVE en el descanso de la final, cuando España ganaba por un gol de ventaja, no sólo se refirió al juego, sino a la atmósfera y buen ambiente que la entrenadora asturiana había contribuido a crear en el seno de la selección, después de toda la crisis de la que venía el equipo tras la convulsión generada, dos años atrás, por el beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso, el plante anterior de las 15 y todo lo que sucedió con posterioridad. Para Tomé ha sido como entrenar en arenas movedizas durante este tiempo.
La decisión que debe tomar no puede demorarse mucho porque el contrato expira. «No es algo en lo que piense... y no quiero pensar. Siempre he comentado que es algo que lo lleva mi grupo de trabajo externo», aseguró la seleccionadora, algunas de cuyas decisiones fueron cuestionadas. La primera, el cambio de Alexia Putellas en el minuto 70. La segunda, mandar a Vicky López y Salma Paralluelo al campo cuando apenas había tiempo para evitar la prórroga. Tampoco se entendió que, instaladas en el área rival, no echara mano de una 9 pura rematadora como Cristina Martín-Prieto, que ha sido una de sus incorporaciones y que permanecía esos minutos en el banquillo. Y lo último fue confiarle un penalti a Salma después de la cantidad de ocasiones que no acertó durante los minutos que estuvo en el terreno de juego.
Preguntada acerca de eso en la rueda de prensa posterior a la final, Tomé fue clara: «Todas me dijeron que tenían confianza para lanzar». En su descargo cabe decir que no falló únicamente Salma, ya que también lo hicieron dos de los pesos pesados del equipo, Aitana Bonmatí, doble Balón de Oro y nombrada mejor jugadora del torneo, y Mariona Caldentey, que ha acabado la temporada como mejor futbolista en Inglaterra tras su fichaje por el Chelsea.
Una de las paradas de Cata Coll en la final ante Inglaterra.AFP
En la decisión de renovar o no a Tomé, Louzán estará auxiliado por Reyes Bellver, la directora de fútbol femenino que llegó recientemente a la RFEF, y María Pry, coordinadora deportiva de las selecciones. En la balanza se pondrá que muchas jugadoras, sin estar entregadas a la entrenadora asturiana, que siempre guarda las distancias, si bien han apartado cómo llegó al cargo, no lo han olvidado. Fue la segunda de Jorge Vilda, despedido tras la crisis del beso. Otras, las más jóvenes, ni lo tienen en cuenta.
Y es que esta selección inició una renovación que ya da sus frutos. En Suiza, Irene Paredes, Alexia, Esther y Martín-Prieto han sido las veteranas, pero junto a ellas han ido creciendo Vicky, Pina, María Méndez, Jana, Zubieta o Athenea, y asoman por detrás las campeonas del Europeo sub-20. El futuro es esperanzador, por el relevo y por el dominio que el equipo ha mostrado en el juego durante toda la Eurocopa, mayor al que se observó en el Mundial, aunque entonces ganaran, justamente, a Inglaterra.
generar una afición fiel
Mimbres hay, y fe en ellos, sólo falta quien los teja. Para que este proyecto ganador, nacido en 2023, llegue a Brasil revitalizado dentro de dos años, la RFEF tiene que sostener la estructura de apoyo al fútbol femenino que ha levantado en apenas seis meses. Sobre ello no hay duda. Y eso pasa por dar estabilidad a la selección, algo que no encaja con un cambio de entrenadora cuando en noviembre, y en semifinales ante Suecia, España defenderá su título en la Nations League. Una seleccionadora a la que se le ha reforzado su staff y que cuenta con resultados, aunque se haya escapado el título más jugoso delos dos últimos años, para el que España ejercía como favorita.
El sostenimiento en la pelea por todos los títulos había provocado que la RFEF se fijara como prioridad cuestiones más allá del césped, como generar una afición fiel que siga a la selección femenina de manera militante, y no sólo al calor de la expectativa que generan los títulos y que llene estadios, como ha sucedido en esta Eurocopa ejemplar en Suiza. La tarea no parece fácil. Y menos si se sacuden unos cimientos que parecen asentados.
En las pedaladas desacompasadas de Ben Healy (Birmingham, Gran Bretaña, 2000) no se intuye rastro de eso que en el ciclismo se llama clase. No resulta agradable verle avanzar, casi siempre agarrado a las manetas superiores del freno y con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha. Pero, más allá de la estética, lo del nuevo líder del Tour de Francia, un pequeño irlandés con pelo largo, barba y pendientes, se veía venir.
Desde incluso antes de llegar al profesionalismo en 2022, era famoso por sus locuras. Por intentar escaparse lo antes posible y, a poder ser, sin compañía. Con 18 años, Healy se convirtió en el ganador más joven de una etapa del prestigioso Tour del Porvenir. En solitario, claro. Como no había ningún equipo irlandés en la carrera de 2019, Healy y su compatriota Daragh O'Mahony fueron seleccionados para un combinado UCI junto a un peruano, un marroquí y dos corredores de la República Checa. Un año después, volvió a sorprender al mundo proclamándose campeón de Irlanda por delante de Nicolas Roche.
A Healy, puro carisma, el ciclismo le viene por su padre Bryan, que tampoco nació en Irlanda. Cuando era adolescente y ya comenzaba a despuntar en el equipo Wiggins, Ben decidió obtener la ciudadanía del país de sus abuelos paternos -que habían llegado a Londres desde Cork por motivos laborales en los 60-, donde veraneaba de niño. «Sentí que fue una buena decisión y, siendo sincero, al principio fue por las oportunidades, pero la conexión familiar estaba ahí, y ahora me siento realmente parte de Irlanda. Esa parte de la familia también está orgullosa de lo que he hecho. Vuelvo de vez en cuando, pero no tan a menudo por las carreras», reconocía recientemente.
Tras Elliott, Kelly y Roche
El aventurero Healy, un tipo que acostumbra a martirizar a sus compañeros de fuga y que cuenta entre sus hazañas la victoria de etapa en el Giro de 2023 (50 kilómetros en solitario), la de la última Vuelta al País Vasco (57) y la del pasado jueves, su estreno en el Tour, en Vire (43), pretende ahora conservar lo máximo posible el amarillo. «Esto es un cuento de hadas, un sueño hecho realidad. A partir de ahora, me centraré en la general para respetar el maillot amarillo e intentar conservarlo el mayor tiempo posible», lanzaba el lunes.
Healy es el cuarto irlandés que lo consigue y el primero en 38 años, desde Stephen Roche, el único ganador (aunque con sólo tres etapas con el liderato), por delante de Perico Delgado y completando en 1987 un histórico doblete con el Giro. Antes, Sean Kelly en el 83 (una etapa) y Seamos Elliott en 1963 (cuatro). «Es un poco hipster, pero sabe lo que quiere y tiene las piernas para conseguirlo. Es un verdadero luchador y un trabajador incansable», le reivindicaba Roche tras lograr el liderato.
Healy, que vive entre Girona y Andorra junto al ciclista profesional Tom Gloag, pedalea feo y mide poco más de 170 centímetros, pero es la forma de acoplarse en la bicicleta uno de sus puntos fuertes. «Es increíblemente aerodinámico y tiene una potencia increíble», le elogiaba ayer su compañero en el Education First- EasyPost, Harry Sweeny. En la lucha contra el crono lo demuestra.
Healy, el pasado lunes, camino de Le Mont-Dore Puy de Sancy.AFP
Es posible que hoy, en la etapa con inicio y final en Toulouse, logre mantener el liderato. Pero está por ver cómo rinde en la alta montaña. Es la gran pregunta que se hacía el Tour en el día de descanso. En cualquier caso, Healy es toda una incógnita, un tipo inclasificable que se formó en el velódromo, que de adolescente brilló en mountain bike y que este mismo año fue podio en la Lieja-Bastoña-Lieja (décimo en la Amstel y quinto en la Flecha Valona).
«El nivel de Pogacar y Vingegaard es increíble. Tendré que mejorar muchísimo si quiero reivindicarlo. Vi a Tadej después de la meta: súper fresco, mientras que yo estoy agotado. Pero espero poder volver al Tour algún día con mayores ambiciones», concedía en la llegada de Le Mont-Dore, donde observó con suspense y escoltado por su madre cómo su ventaja le daba el liderato. Porque, a sus 25 años, es sólo la tercera Gran Vuelta para Healy tras el Tour del año pasado y el Giro del 23. Hautacam, el jueves, pondrá a prueba al hipster irlandés nacido en Birmingham y los 29 segundos de ventaja que tiene con Pogacar.