Nada de lo que ocurre en el Valencia es culpa de Rubén Baraja, pero tampoco se le puede eximir de su responsabilidad. Su figura de leyenda se agigantó cuando se atrevió a dar un paso al frente, coger un equipo al borde del desahucio y mantenerlo en Primera a base de energía e ilusión de canteranos. Mostró liderazgo, empatía con Mestalla y capacidad de hacer creer a un vestuario golpeado con demasiadas cicatrices y cuentas pendientes. Se abrieron las ventanas, entró aire purificador y el Valencia emergió con más coraje que fútbol, aunque con los cimientos igual de carcomidos.
El aviso de coqueteo con el descenso no cambió nada. Un refuerzo, Pepelu, y esperar que la Quinta del Pipo explotara. Lo hizo, permitió soñar hasta tres cuartos de temporada y sostener el trampantojo que es hoy el Valencia. En la base, una vez más, avanzaba la putrefacción. Y no por culpa de Baraja. La falta de inversión es la clave para que el equipo sea sólo aseado al que Baraja tenía que volver a exprimir. Por eso se olvidó del librillo el entrenador cuando la derrota ante Las Palmas le desnudó.
Le salió la vena de capitán del Valencia campeón, sin pelos en la lengua, para reclamar apoyo de la afición. "No es momento de incendios, sino de unirnos y apoyar", dijo. La interpretación de que pretendía parar las protestas contra Peter Lim soliviantó a una afición hastiada. En realidad, era un grito de auxilio porque, sin Mestalla alentando, el Valencia se derrumba y él ya no puede evitarlo. El escudo que protegía y aislaba al vestuario se resquebrajó hace semanas.
Aunque el club se esfuerza por transmitir que mantiene en él una férrea confianza, cuesta pensar que el técnico no sufre el mismo bloqueo que algunos jugadores cuando desarma su sistema para jugar con cinco defensas en Leganés, cuando alinea un once con un debutante en una final, cuando piensa en proteger a Diego López para seguir esperando algo de Canós o echa mano de Almeida de manera acelerada buscando fútbol. No da en la tecla.
Baraja las mismas sensaciones de frustración que Hugo Duro al fallar ante Cillessen. No sabe qué más puede hacer, hay momentos de bloqueo y está solo. La compañía de Marchena le sirvió de refugio los primeros meses. Después recurrió a Chema Sanz y Toni Seligrat, que ya no sigue en el club. Su cuerpo técnico está tan jibarizado como la plantilla y sus recetas ya no llegan a los jugadores. Su apuesta por Rafa Mir le pasa factura y no sólo por el comportamiento que le tiene en los juzgados. El apadrinamiento previo ya generó alguna tensión que sólo podía aliviar un rendimiento deportivo que nunca llegará a producirse. Mir es un jugador perdido para el Valencia.
La situación requiere de una experiencia en el banquillo que no se percibe y la autogestión está a punto de aparecer porque, en debilidad, cualquier orden, como la dada a Mamardashvili de no subir a rematar un córner, o el cambio de Barrenechea, se cuestionan. El entrenador tiene que hacer más o la necesidad de cambio, por miedo que dé, será imperiosa. El Valencia es un club gigantesco en las buenas, pero también en las malas. Por eso es imposible no mirar a Baraja, aunque diga verdades.
El vestuario necesita a su afición, es una realidad aunque duela. Sin la grada, el equipo esté desahuciado. Lo sabe Baraja y lo dijo Gayà. Las protestas, legítimas y necesarias, si traspasan los muros de Mestalla y se convierten en pitidos y amenazas, serán un empujón más al precipicio de Segunda División.
Meriton nunca ha sabido reaccionar ante situaciones así. La visita de la presidenta Layhoon Chan a Paterna es un gesto sin contenido. Uno más. No se olvidan de que cada destitución ha sido un calvario del que ha costado recuperarse. Ya no hay Voro que lo aguante todo. Por eso, le transmiten a Baraja confianza en su trabajo. Además, el vallisoletano tiene la protección de un contrato de cinco millones que, si se rompe, lleva consigo un gasto que lastraría las cuentas. Sólo en Singapur pueden tomar esa decisión. Eso si encuentran un técnico que se ajuste a precio y estimule a una plantilla justa y desorientada. Y la pregunta será de nuevo la misma: ¿se puede salir del infierno?