Fue al descanso cuando España miró hacia abajo y supo que la caída sería mortal. El formato de unos Juegos Olímpicos engaña porque la fase de grupos es muy amable -son seis equipos y pasan cuatro-, pero un par de derrotas te sitúan en unos cuartos de final muy desagradables, quizá ante Francia, quizá ante Dinamarca. Por eso, entre la primera y la segunda parte de su debut contra Eslovenia, la selección que dirige Jordi Ribera comprendió que se estaba jugando la vida. Era pronto, muy pronto en el recinto Puerta de Versalles, las nueve de la mañana del día después de la ceremonia de inauguración, pero no importaba. Tocaba despertar. Y despertaron.
Después de 30 minutos grises, España reaccionó con mucho carácter para llevarse el partido por 25 a 22 y lanzarse en los Juegos. Quedan rivales de peso en la primera fase, Croacia, Alemania, Suecia y Japón, pero ahora hay cierto margen y un futuro más despejado. Alcanzar las semifinales, la lucha por las medallas, ya está más cerca.
Eslovenia, con Uros Zorman como seleccionador, planteó un balonmano como el que jugaba él no hace tanto: control, creatividad y, en cierta forma, lentitud. En la primera parte, el partido se jugó al ritmo pausado que impuso el equipo balcánico y ahí España estaba perdida. Dani Dujshebaev o Ian Tarrafeta intentaron responder a los bombazos de Dean Bombac, pero la selección no es eso. Desde hace una década la selección es velocidad, correr al contraataque, construir jugadas a toda prisa, y eso faltaba. En ese periodo, España sólo marcó ocho goles.
De ahí la reacción. Al descanso Ribera ordenó correr a toda costa, correr, correr y correr aunque se multiplicaran los fallos y se descontrolara el encuentro y eso hicieron. De repente los extremos, especialmente Aleix Gómez y Daniel Fernández, empezaron a ver la luz y a marcar hasta sumar 10 tantos entre ambos. Con la ayuda de Gonzalo Pérez de Vargas en la portería, que ya sostuvo el marcador durante la primera parte, España cambió el ritmo y lo cambió todo. Aún le quedaría bajar al barro para aguantar los golpes de Eslovenia, ahora un palo a Alex Dujshebaev, ahora un pelotazo en la cara a de Vargas, pero ya tenía el mando. Al final fue un estreno
El TT Isla de Man es una competición bárbara de las que ya no quedan en el deporte mundial. Una pequeña isla situada entre Gran Bretaña e Irlanda se cierra al tráfico con sus casas, sus aceras, sus señales y sus alcantarillas y decenas de motoristas dan vueltas a más de 200 km/h de media y con máximas de 330 km/h. Hasta superar los 260 fallecidos, cada año hay muertes, el último, el español Raül Torras, pero eso no impide su celebración. En las décadas de los 60 y 70 fue parte del Mundial de motociclismo -Mike Hailwood o Giacomo Agostini ganaron allí- y ahora sobrevive gracias a la valentía o la inconsciencia de decenas de pilotos.
Con tanto riesgo, ¿Por qué fue a competir a la Isla de Man?
Porque aquello es otro mundo. Nadie quiere ir, nadie quiere verlo porque puede ser trágico, pero hubo un momento en el que me sentí muy atraído. Toda la vida quise competir en MotoGP, pero a los 30 años, atascado en el Campeonato de España, sin sponsors ni ayudas, ir allí me pareció una buena salida. Era una forma de empezar de cero, de conocer algo nuevo. Daba cursos de conducción en el circuito de Jerez, vinieron unos aficionados ingleses y me ofrecieron ir allí. Así debuté en 2007.
IOMTT
Antonio Maeso es el español que más veces ha conseguido acabar el TT Isla de Man, un total de siete, y entre otras cosas el que lo ha hecho con una moto de mayor cilindrada, la KTM de 1.200cc que utilizó en 2012. Después de terminar una vez en el Top 20 de la categoría senior, en 2013 buscaba mejorar su posición cuando descubrió la crudeza de la prueba. En una de las últimas vueltas, ya cansado, se lanzó sobre una curva a carretera abierta a 250 km/h y su rodilla izquierda impactó contra un murete escondido en la hierba. Salvó la vida de milagro porque salió disparado hacia un prado y no chocó contra nada, pero se destrozó la pierna.
"Estaba hundido por no poder acabar"
«Fracturas múltiples de tibia, peroné, fémur y rótula», informó el Hospital de la Isla de Man antes de trasladarlo a Liverpool para que le hicieran una reconstrucción. «En los primeros segundos estaba hundido por no poder acabar la carrera. No te diré que prefería la muerte, pero fue una decepción enorme. En aquella curva no estaba haciendo nada mal, no podía imaginar que había un trozo de cemento entre la hierba», recuerda quien luego empezó una rehabilitación que aún hoy dura hoy, 10 años después.
¿Ahora puede andar?
Si me ves por la calle ahora quizá no te das cuenta. Puedo caminar, pero cualquier rampa me cuesta y me caigo escaleras abajo. Estoy bastante tocado, pero lo veo por la parte positiva. Estuve seis meses sin poder mover la pierna, inmovilizada, y luego más de un año en sillas de ruedas. La rehabilitación fue muy complicada porque me era imposible doblar la rodilla. Lloraba de dolor en todas las sesiones, horroroso. Desde el accidente tardé unos cuatro años en volver a caminar.
Vecino de Gádor, un pueblecito de Almería, a sus 45 años ahora trabaja dando clases de inglés en el instituto y ha cambiado de hobby: ya no compite en moto, ahora hace soldaduras. «Pruebo motos para mi canal de Youtube, eso sí, pero competir es otra cosa. Como no doblo bien la pierna, no llego a la postura, no me da», admite, pero no esconde que después de asomarse a la muerte quiso volver allí para sacarse la espina. En 2017 adaptó una moto y regresó a la isla de Man para completar su séptima participación y ser él quien decidiera su retirada.
Carlos BarbaAraba
El próximo 26 de diciembre estrenará en su canal de Youtube el documental Condenado a muerte, con el que espera mostrar la realidad de esta competición a los más jóvenes. Nadie cómo él entiende el atractivo de una prueba como el TT Isla de Man, pero el peligro es demasiado grande. «Allí te enfrentas a la muerte. No sólo consiste en ir rápido, sino en jugártela cada vez un poco más. Para hacerlo bien tienes que aceptar que quizá no vuelvas. En realidad, ahora veo que estaba cavando mi propia tumba, que estaba cegado por un objetivo», finaliza Maeso con un moraleja después de todo lo vivido.
En la pista, prudencia. En el banquillo, prudencia. En las gradas, en los despachos, en las taquillas, prudencia. Incluso en las calles, prudencia. Años atrás la zona alta de Barcelona recibía el abril con carteles de Rafa Nadal en las marquesinas, las vallas y las farolas. Llegaba el torneo Conde de Godó y Nadal no sólo era el favorito, era el dueño. Hasta 12 veces levantó el trofeo, sólo en Roland Garros celebró más éxitos. Pero este año, prudencia, prudencia, prudencia.
Por Pedralbes y Sarrià, allí donde la ciudad luce bonitos jardines, anchas avenidas y pisos enormes, esta vez la imagen Nadal está acompañada por fotos de Stefanos Tsitsipas, Casper Ruud, Andrey Rublev y, por supuesto, por Carlos Alcaraz pese a su baja de última hora. Para toparse con el hoy número 646 del ranking ATP hay que darse un buen paseo por Via Augusta arriba y abajo. Si el próximo domingo Nadal vuelve a proclamarse campeón en Barcelona quizá sea extraño su escasa presencia por la ciudad, pero el pasado miércoles, en su primer entrenamiento, pocos hubieran apostado que jugaría siquiera.
Aquel día Nadal dejó sensaciones contrapuestas en la pista que lleva su nombre. Entre obreros taladrando y martillando, montando los palcos VIP para el torneo, Nadal apareció más delgado que nunca, exhibió su derecha de siempre ante el sparring David Jordà -298 del mundo- y disfrutó del tenis, pero reclamó intimidad al público y a la prensa cuando le tocaba practicar su saque. Como mucho dejó que se vieran unos ejercicios de volea.
Enric FontcubertaEFE
Si el entorno de Nadal siempre fue hermético, estos días lo fue más. No hubo pistas sobre su estado más allá de las molestias abdominales reconocidas o de las palabras de su tío y ex entrenador, Toni Nadal, en un acto en Segovia: «Tiene molestias a la hora de sacar, con lo demás ningún problema». De hecho, de aquella primera sesión en Barcelona, Nadal salió lanzando un mensaje de cautela en Instagram que todavía planteaba más dudas sobre su participación en el Godó. «Importante decir que no quiero confirmar que jugaré, ojalá que sí», escribió el ganador de 22 Grand Slam en la red social.
La mejoría de Nadal
Pero en los días posteriores la percepción general cambió. El jueves se ejercitó con todo un Top 20 del ranking ATP, el argentino Sebastián Báez, y ya dejó ver su saque. El viernes siguió trabajando junto a Alejandro Davidovich y anteayer, el sábado, venció por 6-1 a Andrey Rublev, seis del mundo, en un set de práctica. El resultado fue anecdótico porque el ruso está hundido en una crisis anímica considerable desde su descalificación del ATP 500 de Dubai y apenas se esforzó. Pero el servicio de Nadal desató la euforia. Incluso hubo un ace que levantó una ovación entre el público presente en las pistas de entrenamiento del Real Club de Tenis de Barcelona, la mayoría adolescentes.
El periodista de RTVE Ignasi Rosell, con una posición cercana al banquillo, desvelaba que el propio tenista había reconocido su entusiasmo a sus entrenadores, Carlos Moyà, Marc López y Gustavo Marcaccio. «¡Cómo estoy sacando!», le habría dicho en consonancia con lo que se veía sobre la pista. Luego se marchó a comer con su mujer Mery y su hijo, Rafael, presentes en Barcelona y por la tarde fue la mano inocente del sorteo.
Rivales jóvenes, rivales complicados
Ofreció suerte para el resto, no para él. Más allá de pensar en quien se encontraría en las semifinales o en la final, sus rivales en las primeras rondas son jóvenes con motivación y dotes en la tierra batida. El primero, el italiano Flavio Cobolli, con quien se encontrará este martes (no antes de las 16.00 horas, Teledeporte), fue campeón de dobles en el Roland Garros junior de 2020 y el año pasado se metió en el cuadro final del Grand Slam parisino para enfrentarse a Carlos Alcaraz. El segundo, el hispano-uruguayo-australiano Alex de Miñaur, está a las puertas del Top 10 de la ATP y viene de ganar su segundo ATP 500 en Acapulco.
Y el tercero, posiblemente Arthur Fils, la mayor promesa del tenis francés, de sólo 19 años, está creciendo sobre arcilla de la mano de Sergi Bruguera, su entrenador desde el invierno. Los tres pueden ser adversarios ideales para adquirir ritmo de competición. Los tres pueden ser adversarios peligrosos por su talento y motivación.
En todo caso, como Nadal ha subrayado en todos los actos en los que ha participado, irá partido a partido. Si regresan los dolores en el abdomen no forzará para evitar un parón más largo. Su objetivo era, es y será competir en Roland Garros a partir del 20 de mayo, es decir, en poco más de un mes, y entre medias no hay nada fijo. Como en cualquier momento el español podría retirarse del Godó, en cualquier momento podría darse de baja del Mutua Madrid Open y del Masters 1000 de Roma.
Con Alcaraz entre interrogantes y el tenis español en crisis -en el Godó sólo juegan ocho locales y cuatro, Martín Landaluce, Dani Rincón, Roberto Bautista y Albert Ramos, han sido invitados por la organización-, en la Caja Mágica confían en que Nadal se mantenga sano esta semana para verle jugar la siguiente. Pero no hay nada seguro. Prudencia, prudencia, prudencia.