Múnich inaugura esta noche el segundo torneo futbolístico celebrado en Alemania después de la caída del muro de Berlín. El primero, ya lo saben, fue el Mundial de 2006, punto y seguido a esa conexión constante que ha tenido la realidad política y social del país con el balón. La pelota ha servido para explicar la división y la unión del pueblo germano y esta Eurocopa, casi 35 años después de la unificación, no es una excepción. «Unidos por el fútbol», grita el lema del torneo, aunque la realidad Este-Oeste es otra.
Alemania debuta ante Escocia, rival propicio para confirmar su condición de favorita, y su lista de convocados comienza a resumir la problemática nacional. Sólo 3 de los 26 futbolistas han nacido en la zona Este de su territorio: Kroos (Greifswald), Beier (Brandemburgo) y Andrich (Postdam). Ejemplo perfecto de las profundas diferencias que hay entre las dos mitades. Un estudio que reporta Reuters dice que el 57% de los alemanes que viven en el Este se sienten «ciudadanos de segunda» y sólo el 38% cree que la reunificación ha sido «un éxito».
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La lista de los estadios también resume esa desigualdad. Diez ciudades son sede del torneo y sólo una, Leipzig, está en el Este. Berlín acoge la final, pero en el Estadio Olímpico, situado en la antigua zona Oeste. No es que la Federación o la UEFA no hayan querido elegir otra ciudad, es que ninguna más se presentó a pesar de que algunas, como Dresden, tienen estadios de más de 30.000 espectadores. ¿Qué sucede? «La superioridad del Oeste en las elites es evidente», criticó este año Thomas Kruger, último alcalde de Berlín Este.
La respuesta de las últimas elecciones
Quizás ese sentimiento de abandono es una de las razones del triunfo de la extrema derecha en el Este de Alemania en las últimas elecciones europeas. El partido AfD se llevó el 28% de los votos en las regiones más importantes del Este, mientras que en todo el país su éxito se quedó en el 15%. «La reunificación no ha sido perfecta. Muchos ciudadanos del Este se sienten tratados con condescendencia», ha explicado Carsten Schneider, del partido socialdemócrata, que admite, en una entrevista en DW, que hay «diferencias en salarios y en la sanidad». Los datos no mienten: según un análisis del Instituto Allensbach, el 71% de los habitantes del Oeste se sienten alemanes. En el Este, el 44%.
Ese 3 de 26 futbolistas y 1 de 10 estadios tiene su versión en la política y en el mundo profesional. Un estudio de la Universidad de Leipzig en 2020 concluyó que sólo uno de cada cinco altos cargos políticos está ocupado por alemanes del Este y que sólo un 1,7% de las posiciones de liderazgo en el ámbito militar, jurídico y empresarial pertenecen a personas de esa zona. «La división Este-Oeste sigue siendo palpable: es política, económica y también psicológica. En todo caso, el fútbol ha servido para ahondar en esta división, porque los clubes del Este, cargados de tradición, siguen luchando por recuperar su antigua gloria, mientras que el equipo que se cree representante del Este, el RB Leipzig, es considerado por muchos una anomalía artificial, y en muchos sentidos muy occidental», reflexiona el historiador y escritor Ulrich Hesse.
Los eventos de los 70 para abrirse al exterior
De nuevo, el fútbol para explicarlo todo. El Mundial de 2006 y esta Eurocopa son el mismo grito de unidad que lanzaron en 1974 y 1988, cuando Alemania Federal acogió los dos torneos. Añadan a eso los Juegos de Múnich en 1972. «Los eventos del 72 y el 74 parecían dar un paso hacia la normalidad y fueron un gran éxito diplomático», explica Hesse. «Unieron a la gente, pero en un sólo sentido, hacia el Oeste. Alemania Federal ganó el Mundial del 90 en mitad de la euforia de la reunificación y reforzó el sentimiento de unidad, pero era una falsa sensación porque la realidad resultó ser mucho más dura».
La realidad después del muro
Tras la caída del muro, 150 futbolistas, y otros miles de profesionales de otros sectores, dejaron la Oberliga del Este por la Bundesliga, que era la competición del Oeste, los equipos perdieron su poder económico y cayeron en divisiones inferiores. Y algunos clubes de ambos lados, como el Hertha (Oeste) y el Unión (Este) en Berlín, pasaron de llevarse bien por estar enfrentados al Dynamo (el equipo de la Stasi) a odiarse tras la unión por el constante prejuicio Este-Oeste.
«La razón por la que el país quería organizar el Mundial 2006era unir. No sólo gente de fuera, también a alemanes del Este y del Oeste», finaliza Hesse. 18 años después Alemania, que no gana el torneo desde el 96, se enfrenta a la misma sensación. El muro invisible.