El ex futbolista y senador brasileño Romario de Souza, de 58 años, completó este jueves su primer entrenamiento con el América de Río de Janeiro, club que preside y en el que jugará para cumplir el sueño de compartir vestuario con su hijo.
“¡Primer entrenamiento! Qué momento”, escribió en sus redes sociales el campeón mundial con la Canarinha en la Copa de Estados Unidos 1994.
El ex delantero del PSV, Barcelona y Valencia acompañó su mensaje con un vídeo en el que aparece vestido de corto en la sesión de entrenamiento con el resto de sus compañeros.
En las imágenes se observa como Romario mantiene su calidad técnica, a pesar de llevar años alejado de los terrenos de juego. En la práctica, dio toques al balón, hizo un poco de carrera continua y probó a disparar a portería desde el punto de penalti.
El ídolo brasileño pretende jugar apenas algunos minutos con el América en el Campeonato Carioca de segunda división, que comienza en mayo.
“En cuanto al entrenamiento, estoy cansadísimo. Dentro de poco viene la camilla para recogerme (…) Creo que, en general, he podido correr un poco”, señaló en declaraciones recogidas por el portal Ge.
En una reciente entrevista al diario Folha de São Paulo, afirmó que tendrá la “fantástica” oportunidad de disputar algunos partidos profesionales al lado de su hijo Romarinho, y que, “desafortunadamente, en este momento no puede prometer goles”.
Romario es un fiel hincha del América desde pequeño, pasión que heredó de su fallecido padre, Edevair de Souza Faria, lo que lo llevó a ser elegido presidente del pequeño club de Río en noviembre de 2023.
Su último partido como profesional fue en 2009 precisamente como jugador del América y a solicitud de su padre, que le pidió reforzar el equipo que entonces disputaba el acceso a la primera división del Campeonato Carioca, el torneo que reúne a los mejores clubes del estado de Río de Janeiro.
El dominio de McLaren en el Mundial ya no admite matices y sólo la fortaleza mental mantiene a Max Verstappen en el liderato. Se venía apuntando desde antes del verano y volvió a confirmarse ayer en Singapur, con el categórico triunfo de Lando Norris y con el tercer puesto de Oscar Piastri, que partía desde la quinta posición. Se trata de la decimocuarta carrera consecutiva en la que un piloto de Zak Brown sube al podio. Un récord para la escudería de Woking, que sólo había establecido una secuencia similar durante la primera etapa de Lewis Hamilton, allá por 2007 y 2008. Sin embargo, la hegemonía de los coches papaya se antoja insuficiente para arrebatar el título al vigente campeón.
Con seis carreras por delante, incluidas tres sprint races, a Verstappen ya le valdría con acabar segundo en cada una de ellas para revalidar su corona. Un argumento de peso para el holandés, cuya última victoria se remite al pasado 23 de junio en Montmeló. Aunque la verdadera razón para el optimismo en Red Bull pasa por la capacidad de Mad Max para mantener la calma en situaciones tan críticas como las de este fin de semana. Aun sin opciones de seguir el rastro de Norris, con un ritmo promedio cuatro décimas más lento por vuelta, aferró 18 jugosos puntos.
No conviene olvidar que Marina Bay sigue siendo la única pista del Mundial en la que el tricampeón jamás ha logrado la victoria. A semejante dificultad ha debido añadir otra polémica extradeportiva, a propósito de una sanción por su lenguaje malsonante, con la que tuvo que lidiar desde el jueves. "Me encuentro en una etapa de mi carrera en la que no quiero estar lidiando con este tipo de tonterías. Es realmente agotador. Estas cosas también van a decidir mi futuro en la F1", subrayó ayer durante su rueda de prensa.
Hamilton, en tierra de nadie
Mohammed Ben Sulayem, presidente de la FIA, deberá ahora decidir si mantiene el castigo, estipulado en unas jornadas de trabajos comunitarios, o exonera al buque insignia de la F1. El único piloto capaz de lidiar con la caída en picado de Red Bull y mantener el tipo ante McLaren, Ferrari y Mercedes. Su regularidad, de hecho, contrasta con los titubeos de sus perseguidores.
Ayer mismo, Norris rozó la catástrofe contra los muros con un par de fallos cuando lideraba con 25 segundos de margen, mientras Lewis Hamilton se perdía en tierra de nadie por culpa de la estrategia de Mercedes con los neumáticos blandos. El sábado, Charles Leclerc ya se había despeñado en la parrilla tras un problema con las mantas de sus neumáticos y una mala trazada en la curva 2.
Norris, el domingo, al frente de la carrera en Marina Bay.EFE
Aun sin contar con unos rivales a su altura, Verstappen aún deberá apretar los dientes en los dos tripletes con los que se cierra el calendario: Austin - México - Brasil y Las Vegas - Qatar - Abu Dhabi. Un epílogo a la altura del campeonato más igualado en casi medio siglo. Porque desde 1977 -cuando lo lograron Ferrari, Lotus, McLaren y Wolf- la F1 no registraba cuatro equipos con al menos dos triunfos. Además, Max podría convertirse en tetracampeón mientras Red Bull termina tercero en el Mundial de Constructores. La ventaja actual (34 puntos ante Ferrari) se antoja insuficiente visto el pobre rendimiento de Sergio Pérez.
"Ahora disponemos de tres semanas hasta la próxima carrera y esperamos que todos los equipos, incluido el nuestro, lleven algo nuevo a Austin", adelantó ayer Fred Vasseur, jefe de la Scuderia. Cualquier actualización aerodinámica (como ese alerón trasero de McLaren que parecía ejercer de mini-DRS en Bakú) o cualquier paso adelante para facilitar el agarre y el equilibrio sobre el asfalto, podría decantar la suerte del campeonato.
Por tanto, a diferencia de las vacaciones de verano -cuando sólo se permite el trabajo a los departamentos legales de márketing y de finanzas- las 10 escuderías se emplearán a fondo en sus fábricas. Por contra, los ingenieros y mecánicos que habitualmente viajan a las carreras sí podrán disponer de unos días de descanso. No hay cuerpo que resista un Mundial de 24 carreras y sus pertinentes 194.000 kilómetros en el asiento de un avión.