Antía Jácome y el “lado coqueto” de las deportistas: “Luego la gente flipa cuando me ve en la canoa tan musculada”

Antía Jácome y el "lado coqueto" de las deportistas: "Luego la gente flipa cuando me ve en la canoa tan musculada"

«¿Mis hobbies? Me gusta hacerme las uñas. Me las hago yo, tardo tres horas, así que no me da mucho para otra cosa», bromea Antía Jácome (Pontevedra, 1999) mientras enseña sus manos. En su mirada de ojos impresionantemente grandes y azules se refleja el dorado de las dos medallas que anhela en París, una gallega menuda y fortísima que pasó su adolescencia en Sevilla y ahora vive y entrena en Mallorca, paladas de ambición y un «lado coqueto» que reivindica con un discurso decidido: «Me gusta ir mona. Que se vea que una chica deportista puede ir guapa a entrenar. La gente flipa cuando me ve vestida normal y luego en la canoa muy musculada».

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El piragüismo es el gran caladero de medallas para España y en Tokio descubrió a Antía, quinta en su primera experiencia, la primera canoísta nacional de la historia, un rayo en el C1 200. Ahora, cambiada «al 99% física y mentalmente», no sólo luchará por un oro, lo hará por dos, porque descubrió en su gran rival, María Corbera, a su gran compañera. Y esa ambivalencia deber ser todo un éxito en el Estadio Naútico de Vaires-sur-Marne. «Nos llevamos muy bien y eso le quita tensión al barco individual, que es donde está la rivalidad. Ahí somos otras personas, somos competitivas, lo llevamos dentro. Si otra me apretase las tuercas como lo hace María…», explica Antía de María, a la que dejó fuera de los pasados Juegos y viceversa en el último Mundial y con la que aguarda ansiosa ese gran 500 que «todavía está por venir».

Ese «mal rollo» pretérito ahora es complicidad. Un objetivo común y personalidades en las Antípodas. «Yo me despierto, me echo mis 800 cremas, me maquillo, me pinto las pestañas, me hago la coleta y las trenzas bien. No puedo tener ni un pelo por fuera. Ese es mi ritual, todo perfecto. María es todo lo contrario, le da exactamente igual. Va con el moño con un pelo para cada lado y me pone muy nerviosa. Le digo: ‘¿Quieres un poco de fijador para el pelo?’», ríe la gallega, que descubrió el piragüismo a los 12 años, cuando acompañaba a su padre en una travesía a nado en la playa de La Lanzada.

Antía Jácome posa para EL MUNDO.SERGIO ENRIQUEZ-NISTALMUNDO

Antía fue diploma (5ª) en Tokio con 21 años y ya es doble campeona de Europa y plata Mundial el año pasado en tres modalidades en Duisburgo. Pero la resaca olímpica supuso un trauma. «Me fisuré una costilla y estuve tres meses sin tocar la canoa, era muy doloroso. Y en el selectivo me ganó María y me sacó la plaza para el Mundial. No podía competir, no tenía nada. Y a la vuelta, mis entrenadores se fueron [Marcel y Georgina Glavan, que ficharon por China, el gran rival], dimitieron sin avisarme después de seis años. Fue todo el año terrible. Un bajón enorme. Me recompuse como pude», detalla quien se trasladó a Mallorca con el grupo de Kiko Martín y empezó «a disfrutar» y a valorarse a sí misma. «Salí fortalecida, siempre me estaba comiendo la cabeza, con miedo a que pensasen que no podía», cuenta quien, para celebrar ese resurgir, el verano pasado se fue a un voluntariado a Kenia que le cambió la vida.

«Fue una experiencia diferente a todo lo que había vivido, con sensaciones extrañas. Te sientes mal, porque nos quejamos por cosas sin importancia. Quiero volver y vivir eso desde dentro, ayudar a las mujeres en riesgo, a los niños en la educación. Repetiré pronto». Tal vez no después de París, donde espera poder hacer surf y salir de fiesta. Porque Antía son dos. Dentro del barco, «muy competitiva, autoexigente» y fuera, «muy alocada».

kpd