Las Ligas se ganan por tierra, mar y aire. Así de constante hay que ser para levantar el título. Y el Real Madrid consiguió este domingo mantener su ventaja de siete puntos con el Girona y de ocho con el Barça a base de saltos y vuelos. Especialmente los de Rüdiger, que provocó el primero, anotado por Vinicius tras la parada de Guaita al cabezazo del alemán, y el segundo, que se metió en propia el portero tras otro remate del central. El tercero, de Carlos Domínguez en propia, y el cuarto, del joven Güler, sentenciaron a un Celta con muchos problemas.
Después de cuajar uno de los peores partidos de la temporada en el agónico empate contra el Leipzig, Carlo Ancelotti metió aire fresco en su once inicial ante un Celta necesitado. El italiano sentó a Carvajal, Kroos y Tchouaméni, además de asumir la ausencia por sanción de Bellingham, e introdujo a Lucas, Modric, Brahim y Rodrygo, suplentes todos en Champions.
Las sensaciones fueron muy diferentes, aunque el rival también lo era. Los gallegos aterrizaron en el Bernabéu con el aliento del Cádiz y de los puestos de descenso sobre su espalda, a dos puntos, y mucho tendrán que mejorar para no pasar apuros en lo que queda de curso. En la primera parte, el Madrid quiso responder a los pitos continentales de su afición. Al descanso, 70% de posesión, 12 remates, 8 a puerta, 9 córners… Y un tanto, el de Vinicius, que se quedó corto para lo visto sobre el césped.
Los blancos se encontraron un partido conocido en Chamartín. Un rival con cinco atrás en defensa, que intentaba achicar todos los espacios y que quería correr a la contra. Ante eso, la entrada de Brahim y Modric, hábiles en el uno contra uno e inteligentes al espacio, alivió los problemas que el Madrid se podría encontrar contra una clásica defensa de balonmano. Ancelotti cargó más el ataque hacia la zona derecha, con Lucas, Valverde y Rodrygo apoyando al croata y al andaluz, y encontró ocasiones y resultados.
Tras varias arrancadas del lateral gallego y de Rodrygo, saldadas con despejes de la defensa, el primer tanto llegó en el minuto 21, en un córner, consecuencia de los ataques por esa banda. Modric colgó el balón, Rüdiger cabeceó a placer, Guaita rechazó la pelota y Vinicius, después de un primer remate que sacó el portero, anotó el 1-0.
El Madrid se adelantó merecidamente ante un Celta incapaz de aguantar el balón en sus pies y peligroso sólo cuando Aspas conseguía conectar con Larsen. En el medio, Camavinga fue el mejor de la primera parte, incombustible en la presión tras pérdida y atrevido en ataque. El francés decía en la previa de Champions que tenía que mejorar en la faceta goleadora y ser más valiente en los disparos. Y contra el Celta lo fue. Lideró la tabla de remates a puerta al descanso (5, 3 de ellos a puerta) y sólo Guaita evitó su gol.
Tras el descanso, el Madrid bajó unas cuantas marchas, cómodo en sensaciones a pesar de lo corto del resultado. Entregó algo más de balón al Celta, aunque sin permitir acercamientos peligrosos. El duelo entró en un terreno aburrido, de siesta, como esperando minutos más determinantes. Y llegaron.
El paso del tiempo dio oxígeno a un Celta que se siguió viendo en el partido quizás más de lo que esperaba en la previa. La conexión entre Valverde y Lucas en la derecha, menos constante que en la primera parte pero efectiva para su equipo, levantó el ánimo del Madrid con balón hacia el tramo final. Rodrygo pudo sentenciar después de una combinación con el uruguayo, pero sigue con la pólvora mojada.
En el 79, Rüdiger impuso de nuevo su ley aérea y cabeceó, imperial, para que Guaita se metiera su remate en la portería tras tocar el larguero. 2-0 y tranquilidad en el Bernabéu, que sigue viendo a sus rivales muy lejos. En el 88, Carlos Domínguez anotó en propia el 3-0 de los blancos y en el descuento bGüler marcó su primer gol con la camiseta del Madrid. 4-0 y a pensar en cotas mayores.