En las décadas de los 80 y 90, el wrestling era como una religión en Estados Unidos, donde tenía millones de seguidores. Uno de los rostros más conocidos del mundo de la lucha libre en esa época, Virgil, ha fallecido a los 61 años sin que hayan trascendido por el momento más detalles.
“Queridos amigos, con gran tristeza traigo la noticia de la familia Jones del fallecimiento de nuestro querido Michael Jones. Virgil falleció pacíficamente en el hospital esta mañana y os pido que recéis por él y por su familia. ¡Que su memoria sea eterna!”, ha confirmado Charles III, árbitro de este espectáculo y amigo de la familia de Virgil.
Michel Jones, el hombre más allá del personaje, padecía un cáncer de colon en fase dos y pidió ayuda a sus fans para financiar los costes médicos para su tratamiento.
Virgil debutó en la World Wrestling Federation (WWF, ahora WWE) en 1987 como el asistente y guardaespaldas de Ted DiBiase, el mítico Million Dollar Man. Una amistad que, como parte del show, se volvió enemistad y los convirtió en rivales en el cuadrilátero.
Tras abandonar la WWE en los 90, Jones siguió dentro del mundo de la lucha libre, trabajando en otras empresas de este deporte. Su última pelea fue en el 2020, cuando participó en el evento independiente ‘Talk ‘N Shop A Mania 2: Rise of the Torturer’.
El fútbol todavía no lo ha vivido, quizás porque las mejores generaciones de sus países no han coincidido sobre el césped, pero el baloncesto sí y ha sido una tormenta. El ejemplo perfecto de lo que es la rivalidad entre España y Francia, ampliada, cómo no, a las victorias de Rafa Nadal y Miguel Indurain en Roland Garros y el Tour de Francia, las dos joyas de la corona gala, que han provocado la reacción celosa del público, insinuaciones de dopaje, abucheos y un sinfín de detalles durante años. Vecinos enfrentados. Hoy, nueva edición en Múnich.
«Quería darle una buena razón para tirarse». Nicolas Batum estaba fuera de sí. Durante los últimos segundos del España-Francia de los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el alero francés le propinó un puñetazo en el estómago a Juan Carlos Navarro y provocó la mayor tángana de esta rivalidad. El jugador galo venía caliente desde la Eurocopa de fútbol, cuando había publicado en sus redes sociales un mensaje de apoyo a la selección portuguesa durante las semifinales contra España: «Por favor, Portugal, ¡Por favor!».
Ese puñetazo todavía se recuerda. «Debe de ser duro perder contra el mismo equipo todo el rato», manifestó esa noche Pau Gasol. España no se calló, respondió con palabras y con juego durante toda la década.
Lille, infierno y cielo para Gasol
El conjunto español y Francia se han enfrentado sobre el parqué 11 veces desde 2009, con ocho victorias ibéricas. «España es nuestro mayor enemigo», admitió Vincent Collet, seleccionador galo, antes del duelo del último Eurobasket, donde también cayeron.
«Hay un amor-odio entre nosotros», aseguró Fournier en 2017. Dos años antes, en el Eurobasket de 2015, Pau Gasol, en un pabellón de Lille que fue un infierno para los españoles, se hizo eterno en la prórroga de las semifinales para catapultar a los de Scariolo a una final y un título extraordinarios. «Dura derrota, pero es difícil jugar cuando no puedes tocar al rival», se quejó Rudy Gobert sobre los árbitros. «El árbitro no ha dejado defender a nuestros pívots», criticó Collet.
Cuando Gasol recogió el MVP del torneo todo el público le abucheó. A su lado, Rudy Fernández sonreía pensando en ese titular ya icónico sobre él, publicado en 2014 en la revista Basket Hebdo: «El jugador más detestado de Europa».
«No han tenido nunca un detalle»
En 2015 le tocó a Gasol en Lille, pero antes, en 2009, había sido el turno de Nadal en París, en Roland Garros. «Es una pena que este público no haya tenido nunca un detalle conmigo. Ojalá un año lo tengan», dijo el balear después del apoyo incondicional de la grada francesa a Robin Soderling, el primero que le ganó en la Philippe-Chatrier. «Los franceses nos tienen envidia, al público le molesta que un español triunfe aquí», declaró un enfadado Toni Nadal tras aquel partido.
Una situación que ha tardado en reconducirse, hasta que Nadal ganó tanto y tantas veces que a París no le quedó más remedio que rendirle pleitesía y olvidarse de todos los rumores y suposiciones de dopaje que dejaron caer durante años. «Tienen una poción mágica», dijo el ex tenista Yannick Noah en 2015. «Ha dicho en alto lo que mucha gente no se atreve a decir», publicó Le Monde en un editorial posterior a esas declaraciones. Mientras, los famosos sketchs de Canal+ Francia mostraban a deportistas españoles como Nadal, Gasol o Casillas venciendo a superhéroes de Marvel. «Toman cosas», decía en la escena de ficción Thor.
Queda, por último, el primer gran sufrimiento del deporte francés con España: ver ganar cinco Tours seguidos a Indurain, que se retiró en 1996 mientras Francia deslizaba que se había dopado: «Digno en la derrota, Indurain terminó 11º el Tour, se retiró, dejó que el ciclismo se hundiera hasta el asunto Festina y se llevó consigo sus secretos nunca confesados», escribió Liberation en un artículo publicado en 2016 y titulado «Indurain se cayó y huyó».
Esta noche, en Múnich, Francia observará de nuevo su eterna lucha deportiva contra España, ahora llevada al fútbol, a una Eurocopa en la que son claros favoritos y a un equipo español al que apenas conocen.
Más que euforia, en la Fonteta lo que se percibía era alivio. No habían pasado ni cinco minutos de conquistar su sexto título en tres años y a Chus Mateo ya le estaban cuestionando sobre su futuro. Y el propio entrenador, emocionado, reconocía eso. "Más que alegría siento alivio", dijo y añadió: "Yo sufro mucho". Poco después Dzanan Musa admitía que había sido su último partido con el Real Madrid (destino Dubai) y Mario Hezonja, tan irrefrenable ante los micrófonos como en la pista, fue un poco más allá: "Este título no justifica la mierda de año que hemos hecho".
El "año de mierda", con colofón en la segunda ACB consecutiva, tuvo de todo. Más episodios negativos que positivos, muchas "caídas en la lona", pero un desenlace al fin esperanzador para un colectivo que vio en la propia final a dos de sus fichajes, Andrés Feliz y Bruno Fernando, brillar.
El espíritu navideño había salvado a Chus Mateo, enredado su equipo en un comienzo de temporada impropio. Seis derrotas y cuatro victorias en Euroliga, incapaces de ganar a nadie lejos del Palacio hasta que visitaron el Palau allá por finales de noviembre. Después de eso llegaron tres derrotas seguidas (en Villeurbanne y en casa contra Fenerbahçe y Zalgiris) que dejaron bien tocado al técnico, al que se le buscó sustituto, sobrevolando con fuerza la opción Sergio Scariolo.
Fue la primera vez que el Real Madrid ahora flamante campeón ACB se levantó de la lona. No la última en una temporada que ha terminado resultando una prueba de resistencia. El equipo, pese a los golpes, no se resquebrajó. "En el Madrid no es fácil. Cuando no ganas parece que no has hecho tu trabajo", se reivindicaba en Valencia el técnico.
El siguiente palo, duro, llegó en febrero. Allí, en la Copa de Gran Canaria, el Unicaja, como ya hiciera en la final de la Supercopa, birló el título a los blancos. Que ya habían empezado a corregir en el mercado los desajustes de un verano fallido, origen del problema. En la temporada del adiós (irremplazables) de Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Fabien Causeur, Vincent Poirier y Yerschon Yabusele (este último sin mucho aviso, tras los Juegos en los que brilló con Francia, camino de la NBA), los refuerzos no estuvieron a la altura. De todos ellos, sólo el renacido Andrés Feliz, una de las mejores noticias de la temporada, paradigma del empeño y la fortaleza mental, y por supuesto Usman Garuba, han logrado demostrar que son jugadores a la altura del Madrid (no Rathan-Mayes ni Ibaka).
Fue tras la Copa cuando el equipo mostró, al fin, lo que de él se esperaba. La "paciencia" que tanto reclamó Mateo en un curso diferente empezaba a surtir efecto. Si bien el extraño fichaje de Dennis Smith Jr. fue un fracaso total, Bruno Fernando, con sus luces y sombras en su adaptación, resultó importante en la pintura. Campazzo (MVP de la final) recuperó su versión más fiera tras "dos meses raros" y también Tavares dio un paso al frente. En Liga enhebró 22 triunfos seguidos para acabar, sobrado, en lo más alto de la temporada regular.
Chus Mateo, durante el tercer partido.Miguel Ángel PoloEFE
Y, sin embargo, le iba a llegar otro mazazo, fruto de los errores pasados, que le condenaron a un cruce mortal contra el Olympiacos en cuartos de la Euroliga tras superar el susto del play-in. Contra los griegos, quizá el equipo más sólido y peligroso del curso en Europa (hasta su accidente en la Final Four), el Madrid dio la cara, compitió, pero no le dio para viaja a Abu Dhabi.
Sobrevolaba entonces la amenaza de la temporada en blanco, algo casi olvidado en un club que viene de sus mejores años, algo que no sucedía desde 2011. Y, ahí el mérito de Chus Mateo y sus jugadores, todos esos golpes fueron utilizados para llegar como nunca a los playoffs ACB, donde han superado todos los obstáculos con su mejor versión de la temporada. Al peligroso Baskonia, al potente Unicaja (con el que perdieron el único partido) y, finalmente, ante un Valencia al que anularon defensivamente y apenas dieron algo de resquicio en el segundo envite.
"Esto no es suficiente cuando llevas la camiseta del Madrid. Hay que sentarse en la oficina y hablar del futuro de todos. Esto no se puede repetir", desafío Hezonja, en plan capitán. De momento, el francés Theo Maledon es el primer refuerzo.
Lo que empezó como drama acabó como fiesta total. El debut de Sergio Scariolo en el Palacio, en su segunda etapa como entrenador del Real Madrid, dejó una noche de las que ilusionan, una remontada de coraje ante nada menos que al Olympiacos. El recital defensivo del último cuarto fue de los de guardar en vídeo. [89-77: Narración y estadísticas]
Hacía mucho que no se veía semejante nivel de intensidad, de huecos cerrados, de rivales maniatados. Como un mecanismo sin resquicios, en lo colectivo y en los duelos individuales, emergió en la hora de la verdad de una noche que tenía mala pinta un Madrid poderoso. Contagió al Palacio no desde el ataque (ahí fue una labor coral, con todos anotando y sólo Hezonja y Deck por encima de la decena), sino desde una defensa casi perfecta. El mate de Hezonja y el triple de Deck con los que el equipo de Scariolo abrochó la faena puso en pie a una grada con ganas de volver a sentirse grande en Europa.
Nada peor que para un equipo que está tratando de arrancar, un proyecto diseñado para el largo plazo que comienza con dos derrotas en tres partidos, que encontrarse en su debut en casa con una máquina tan engrasada, que lleva años jugando tan de memoria, como el Olympiacos de Bartzokas (y, sobre todo, de Vezenkov). Pero mucho peor es que ese rival, el mismo que desplazó al Real Madrid en los cuartos de final de la última Euroliga, amanezca en el Palacio con siete triples sin fallo. A Scariolo nadie le dijo que fuera a resultar sencillo.
Mientras trata de ajustar y que sus jugadores los entiendan, se ve 12 abajo en el primer cuarto, con Tyler Dorsey despertándole fantasmas del Eurobasket, desesperado por los tiros que no entran. No hay urgencias, pero perder siempre enrarece todo. Menos mal que Llull sabe de qué va esto.
Walkup, defendido por Tavares.SERGIO PÉREZEFE
Fue la entrada del capitán, en su 19ª temporada en Euroliga, la que sentó el cuerpo en la noche al Real Madrid. También coincidió con el descanso de la primera unidad griega. Aunque a remolque y todavía distanciado en el marcador, los blancos al menos batallaban, miraban de tú a tú a un rival con ganas de hacer sangre. Sin presumir del acierto de los de enfrente, el perímetro no era el drama del martes en Bolonia. Al descanso, con los puntos de Hezonja, el ímpetu de un Chuma Okeke que apunta alto y el empuje de la pareja Campazzo-Deck (Scariolo pronto se ha rendido a la pujanza de sus argentinos, cómo no), el Madrid se arrimó todo lo que Vezenkov (y algunas decisiones arbitrales) le dejó.
Con el mismo quinteto que naufragó al inicio del partido, el Madrid regresó de vestuarios decidido. Y eso que pronto se encontró con dos de sus puntales defensivos, Abalde y Tavares, cargados con la tercera falta. Pero la remontada ya se palpaba. Primero igualó Hezonja y luego el propio Abalde -sendos triples-, puso a los blancos por primera vez por delante (62-61).
Parte del trabajo estaba hecho, pero seguía habiendo mucho toro delante. Y esos pequeños fallos de concentración tras buenas y trabajadas defensas, hacían daño en lo anímico. Porque el Olympiacos no perdonaba una. Del enésimo tirón de los atenienses emergió un Madrid electrizante, enérgico, bordando la defensa. Con Luis Guil cual maestro de orquesta desde la banda, iniciaron el cuarto definitivo dejando seco al Olympiacos, casi seis minutos sin anotar. Un recital de esfuerzo colectivo (24 puntos encajados en toda la segunda mitad) que le llevó a la recta de meta con un buen pellizco y, después, con Kramer secando a Fournier y Hezonja y Campazzo rematando, el Real Madrid coronó con un triunfo de mérito total.