El Girona no falló ante el Rayo. Le costó cerrar el partido, pero, al final, acabó por imponerse por 3-0 con un gol de Tsygankov y un doblete Savinho. Todos en la segunda parte de un duelo marcado por un intenso aguacero sobre Montilivi y ante un rival que acabó con 10 por expulsión de Chavarría. Con este resultado, el equipo se afianza un poco más en el segundo puesto y acaricía cada vez más en serio la posibilidad de meterse por primera vez en su historia en la Champions. Por ahora, por lo menos, no le puede el vértigo.
El conjunto gerundense, bajo un intenso aguacero y ante un Rayo dispuesto a defenderse con uñas y dientes en Montilivi, tardó algo más de lo habitual en sentirse cómodo. Pero, en cuanto lo consiguió, empezó a llegar una y otra vez al área de un Dimitrievski que, de hecho, no se vio muy exigido. A los locales les costó encontrar opciones claras. La que más, una de Yangel Herrera que Aridane, a la heroica, acabó por desbaratar mientras su arquero firmaba una estirada de resultado incierto. Con esas premisas, no resultó extraño que el partido se fuera al descanso tal y como empezó: con 0-0 en el marcador.
En la reanudación, los locales redoblaron sus esfuerzos. Y, a decir verdad, no tardaron mucho en abrir la lata. Miguel, tras un medido pase de David López, asistió a Tsygankov para que el ucraniano mandara el balon al fondo de la red. El gol, no obstante, no amilanó a un Rayo que vio con alivio como los de Míchel no lograban matar el partido y que, incluso, pudo amenazar aunque fuera tímidamente a Gazzaniga.
Hasta que Chavarría, de la manera más absurda, prácticamente se autoexpulsó al ver la segunda amarilla entrando muy fuerte a un rival acto seguido de haber recibido la primera cartulina. Dimitrievski, eso sí, mantuvo vivos a los suyos con una buena parada a remate a bocajarro de Stuani. Nada pudo hacer, en cambio, para evitar que Savinho, ya casi en el añadido, acabara por matar de todo el partido con el 2-0 al que le acompañaría muy pronto el 3-0.
"Cuando empecé en el atletismo estuve viviendo dos años en Vic, corriendo carreras pequeñas en España, con un representante que se llamaba David Kipelio. Recuerdo que gané una en Mataró. Pero quería estar en una estructura más profesional y por eso me vine aquí con la familia. Alquilamos una casa cerca y empecé a presentarme aquí cada mañana, en la puerta del campamento, para seguir los entrenamientos de Eliud y su equipo. Quería que vieran que podía correr rápido, que podía trabajar con ellos. Era 2010. Al final me llamaron para unirme al equipo", relata Laban Korir, corredor veterano de 38 años, con tal ascendente en el campamento del NN Running Team en Kaptagat que ha sido escogido presidente. Si hay un conflicto, acuden a él para que medie. Su manera de entrar aquí en la élite del atletismo parece extraña, demasiado sencilla, demasiado casera, pero no es una excepción, ni mucho menos.
En cada entrenamiento de Kipchoge, sea largo y exigente o sea corto y sencillo, aparecen en la puerta una veintena de chavales -y no tan chavales- que desean exhibirse. Si aguantan, si muestras maneras durante unos cuantos meses, quizá acaben ganándose un puesto como liebres o quizá incluso rompan a estrellas.
En una estructura comandada por el agente holandés Jos Hermens y su Global Sports Communications, hay ojeadores y agentes implicados en la búsqueda de talento, a veces el equipo ficha promesas o campeones consagrados, como era Faith Kipyegon, pero todavía persiste el método más elemental: ven a correr con nosotros y veremos si vales para eso.
"Es un lugar agradable para vivir"
"¿Sabes qué? En la escuela yo quería ser periodista como tú. Me gustaba mirar los periódicos y los informativos en televisión. Pero después decidí hacerme corredor para conseguir una vida mejor para mi familia. Crecí en esta zona, cerca de Kaptagat, y por eso empecé a venir aquí a entrenar con el grupo. Con el tiempo, el entrenador [Patrick Sang, preparador de Kipchoge] vio mi talento y en 2020 entré a vivir. Este es un lugar muy agradable para vivir", apunta Daniel Mateiko, el más joven del lugar, de 25 años, padre ya de dos niños, que intenta ser uno de los seleccionados por Kenia para correr los 10.000 metros de los Juegos Olímpicos de París. Al contrario de lo que ocurre en otros lugares, un hueco en el NN Running Team ofrece cierta estabilidad, unos cuantos años de margen para construir una carrera. De hecho, como Korir, o Victor Chumo, otro veterano, muchos se retirarán aquí.
Mateiko, durante el entrenamiento de fuerza.NN Running Team.
En el Valle del Rift se calcula que hay unos 5.000 aspirantes a atleta profesional y unos 150 campamentos. Con sólo dos pistas de atletismo de tartán en la zona, la pública Estadio Nacional Kipchoge Kaino de Eldoret y la privada HATC de Iten, los entrenamientos no se organizan alrededor de un CAR en las ciudades, si no en el campo. Para montar un 'training camp', de hecho, apenas se necesita una caseta y unos cuantos corredores con ganas de triunfar.
"Yo pido fe"
Algunos lo hacen antes en la adolescencia, a través de los campeonatos kenianos de formación, pero si se les pasa la edad, lo más probable es que acaben probando con entrar en un campamento. El del NN Running Team de Kipchoge es una de las mejores opciones, pero también está, por ejemplo, el campamento de Nandi, vinculado a Adidas, donde se prepara Amos Kipruto. "Hay mucho talento, mucho talento, pero para empezar a trabajar con un atleta joven yo pido fe. Deben creer en mí, en mi conocimiento, para poder seguir mi programa. Tengo que ver que están convencidos de lo que hacen", comenta Sang, entrenador de Kipchoge, con una bonita historia sobre cómo descubrió al mejor maratoniano de la historia. La madre de Kipchoge era su maestra en la escuela, pero cuando se le acercó por primera vez, aún adolescente, a los 16 años, se lo quitó de encima.
"¿Cómo iba a saber yo que llegaría tan lejos? En aquel momento le di el programa básico que había preparado para mis atletas y no le hice más caso. Pero más tarde fue seleccionado para la selección de Kenia del Mundial de cross y pregunté para saber más de él", explica Sang, el encargado del casting que puede cambiar la vida a muchos jóvenes -y no tan jóvenes- del valle del Rift.
Justo antes de dar por cerrada su primera etapa como presidenta del Valencia en diciembre de 2016, Layhoon Chan dejó una frase para la historia: "Yo soy Peter Lim". Justificaba así que todas sus decisiones estaban avaladas por el máximo accionista. Tras la junta de accionistas de 2024, esa frase volvió a cobrar sentido cuando la presidenta viró su discurso habitual, medido y aséptico, sin salirse del guion Meriton, para abrir la puerta a una posible venta del paquete accionarial del empresario.
"No he oído hablar de ninguna oferta. Si es muy atractiva, seguramente la estudiará. No tiene ninguna prisa en vender", deslizó para añadir: "El Peter Lim que yo conozco no vende baratos sus activos".
Si Layhoon era en 2016 Peter Lim, sus palabras colgaron un cartel de 'Se vende' sobre el escudo del Valencia, una opción negada de todas las maneras posibles desde que arrancó el runrún en 2020, cuando el dueño puso en marcha el proyecto de "sostenibilidad" que ha estrangulado al equipo hasta llevarlo al borde del descenso. Pese a que los indicios encaminaran hacia ese horizonte de cambio de propiedad, Meriton la negaba... hasta este jueves 19 de diciembre.
Escaso margen de negocio
Una década después, Lim se ve obligado a salir. Sin interés por invertir, con la afición clamando contra él y el equipo condenado a la mediocridad -no le sienta en la mesa de los ricos de Europa-, no encuentra beneficio en seguir en LaLiga. El margen de negocio en la compraventa de jugadores es escaso y el pastel inmobiliario del club ya no da ni para pagar el nuevo campo.
Sin embargo, como recordaba Layhoon en un alarde de sinceridad nacido del hastío de dirigir un negocio donde nadie la quiere, Peter Lim no vende barato. El Valencia valía menos con el enredo urbanístico tras la caída de la ATE y para deshacerlo envió a la presidenta. Reconciliado con las instituciones desde la llegada al Gobierno municipal del PP, arrancar las obras el 10 de enero es la obsesión, lo que pasa por conseguir dinero para ello sin que salga de su bolsillo.
Todo está encarrilado, aunque las consecuencias de endeudamiento sean impredecibles, y las condiciones para una venta al precio "atractivo" están sobre la mesa. Falta conocer al comprador y precio. O quizá sólo hasta eso esté hablado aunque no haya trascendido aún.
Posibilidad real de descenso
Hay un parámetro que nadie entiende que no afecte al precio: jugar en Primera División. Un descenso hace menos atractivo a un club y hay pocas, por no decir casi ninguna, opción de comprar un equipo en la máxima categoría del fútbol español. Las transacciones se han multiplicado en Segunda y Primera RFEF y, desde ahí, se aspira a crecer. Abandonar al Valencia a su suerte deportiva, a Rubén Baraja y a los jugadores que pueden dar rendimiento deportivo y económico, puede restar valor a la oferta que venga, si es que no hay una apalabrada que contemple ese escenario.
Sólo eso explicaría la naturalidad con la que en los despachos del club se contempla la posibilidad real de descenso. Nadie se inmuta demasiado. La directora financiera, Inma Ibáñez, como es su obligación, tiene estudiado el escenario económico en Segunda y lo califica de "llevadero" y nadie mueve un dedo, porque desde Singapur no se permite, para reforzar a un equipo que pide a gritos ayuda.
Una vez más, sólo la encontrará en Mestalla. Es un servicio más que tiene que prestar la feligresía pese a la zozobra y la ansiedad para sostener a su equipo en Primera y para que, al menos, Lim en su huida no pueda aplicar una política de tierra quemada. Y porque el orgullo de valencianista, heredado y cultivado, no se vende.