Barcelona-Bayern (X/21.00 h.)
El neerlandés, que se resistió este verano a ser traspasado pese a la insistencia de su club, lidera ahora el centro del campo del equipo de Xavi Hernández, que trata de evitar este miércoles a una nueva eliminación en la Champions
Lucha el Barcelona por la supervivencia europea porque, por segunda temporada consecutiva, no ha habido manera salir indemne de sus enfrentamientos con equipos de postín. Xavi Hernández -un triunfo en seis partidos de Champions- implora por que el Viktoria Plzen arranque al menos un punto del Giuseppe Meazza (18.45 h.) para que su equipo, al menos, pueda buscar por fin una victoria ante el Bayern sin estar aún eliminado (21.00 h.). «Esta competición ha sido cruel con nosotros», proseguía aún ayer el técnico, incapaz de disimular la impotencia de depender de la escuadra checa, una de las más débiles de la competición.
Pero, ¿qué sería del fútbol sin esa crueldad que tanto lo define? Algo debe saber de ello Frenkie de Jong, a quien los dirigentes del Barcelona escogieron sacrificar mientras Xavi Hernández aguardaba acontecimientos.
En los despachos del Camp Nou se frotaban los ojos ante la negativa del centrocampista a reunirse en el Manchester United con su mentor en el Ajax, Erik ten Hag. La resistencia del neerlandés fue tan rotunda que al presidente Joan Laporta no le quedó otra que vender cuantos activos del club pudo (865 millones de euros) para poder inscribir a los nuevos fichajes (158 millones de inversión).
Laporta siempre defendió a De Jong en la tramoya. Para el mandatario, la solución idónea hubiera sido arrancarle una rebaja de ese salario monstruoso y diferido que heredó de la etapa de Josep Maria Bartomeu (88,58 millones de euros brutos a cobrar hasta 2026 entre salario fijo y los bonos de fidelidad, pero sin las variables de los partidos jugados y los títulos, según reveló Marca). Aunque tampoco dudó el presidente en admitir a quien le preguntaba que, pese a la confianza en la mejoría del futbolista, le preocupaba una presunta falta de liderazgo de De Jong. Algo que no podía ser sencillo en un equipo que lleva 14 años articulándose en el centro del campo a partir de la figura de Sergio Busquets.
Tampoco tuvo inconveniente alguno el Barcelona en tratar de buscar «indicios de criminalidad» por las cantidades diferidas en el último contrato de renovación firmado por De Jong, quien no tardó en encontrar respaldo en el sindicato internacional de futbolistas (FIFPRO). Todo quedó ahí.
Discreto y poco dado a las camarillas
Mientras tanto, el centrocampista, afable en el trato personal y poco dado a las camarillas que acostumbran a tomar el mando en las casetas, se limitó a cuidar cuanto pudo de su vida personal y de aguardar su oportunidad en un equipo en el que parecía no tener sitio.
Xavi, que se pasó el verano suspirando por la llegada de Bernardo Silva pese a que nunca existió una oferta formal por el centrocampista del Manchester City -«en este mercado ha faltado algún jugador», confesó una vez cerrada la ventana de fichajes-, y que aprobó la llegada Franck Kessié, sombrío en los ratos en los que ha jugado, imaginó una estructura estable con Busquets, Gavi y Pedri. Incluso prefirió probar a De Jong como central en la pretemporada.
Sin embargo, ante la creciente tendencia de su Barcelona a partirse en dos y de que la zona ancha se convirtiera en mera zona de paso para que fueran los extremos quienes se la jugaran, el cuerpo técnico ha vuelto a reparar en De Jong. Y su irrupción, tremenda tras los descalabros en Europa y en el clásico, ha sido tal que su titularidad ahora se da por descontada. Ya sea sustituyendo a Busquets en el pivote (Villarreal), ya sea como interior, mucho más liberado en ese 4-3-3 ensayado frente al Athletic en el que Pedri era desplazado a la orilla izquierda.
El Barcelona de Xavi parece estar cerca de lograr la cuadratura del círculo con De Jong, que pasó de fichaje estructural a cabeza de turco de una era. Ante lo ocurrido, eso sí sería un milagro.