Los jugadores ucranianos del Shakhtar Ivan Petryak, que perdió a su suegro, y Giorgi Sudakov, que ha sido padre durante la guerra, cuentan a EL MUNDO sus dramas y sueños antes de enfrentarse esta noche al Real Madrid
«Antes sólo queríamos que la guerra terminara. Ahora no. Ahora, después de todo lo que nos han hecho, queremos ganar». La noche del domingo cae sobre el Hotel Regent de Varsovia, cuartel general del Shakhtar Donetsk ucraniano en pleno centro de la capital de Polonia. Los futbolistas de la plantilla de Igor Jovicevic acaban de llegar de entrenar y se preparan para cenar y descansar. En 48 horas recibirán al Real Madrid como locales, pero muy lejos de casa. Su Donbass Arena, a 1.576 kilómetros, está completamente destruido y ahora son un equipo «nómada», cuyo hogar es el autobús: Lviv, Kiev, Rzeszow, Leipzig, Madrid, Glasgow… Y ahora Varsovia.
«Stop the war (parad la guerra)», reza el vehículo que transporta a la expedición, en el que se pueden leer los nombres de algunas de las ciudades ucranianas más afectadas por la guerra. Por el pasillo del hotel asoman los adolescentes que ahora forman un vestuario herido en el alma pero levantado por el espíritu juvenil de sus futbolistas, exentos de ir a la guerra si no lo desean para mantener a Ucrania en la elite deportiva. «Esto también va de emociones y el fútbol es una de las mayores».
A una mesa llegan Ivan Petryak y Giorgi Sudakov, que se sientan con EL MUNDO para ser reflejo de un país que no hace distinciones entre estrellas futbolísticas y ciudadanos corrientes. Todos sufren, cada uno a su manera. Petryak, de 28 años, perdió a su suegro, «mi segundo padre», en mayo, asesinado por los rusos en el frente, mientras que Sudakov, de sólo 20, fue padre de una niña en abril, en la ciudad de Lviv, en plena escalada del conflicto bélico.
“Mi hija nació en una situación que no le deseo a nadie”
Son dos historias de muerte y vida separadas por apenas unas semanas, el resumen de las batallas que cada día afrontan millones de ucranianos. «Los primeros días de la guerra fueron caóticos. Me quedé con mi pareja en Kiev durante diez días y después nos mudamos a Lviv con mis padres durante cuatro meses. Allí nació mi hija, en una situación que no se la deseo a nadie», explica Sudakov.
«Mi suegro murió el 7 de mayo. Se metió al ejército desde el principio porque quería hacerlo. Quería y ya está. Nunca había cogido una pistola, no era un soldado, era un tío normal que sólo quería proteger a su país. Estuvo dos meses y le mataron», cuenta Petryak, cuyo suegro era barbero en Smila, una pequeña ciudad a 200 kilómetros de Kiev.
“Mi suegro me dijo: ‘Ivan, tengo que ir'”
«Cuando empezó la guerra envió a toda la familia a Budapest y él se quedó. Sólo yo lo sabía. Me dijo directamente: ‘Ivan, tengo que ir’. Y se fue». ¿No se planteó Petryak ir detrás de su familiar?: «La primera idea fue ir, algo que casi todos los hombres harían, pero después necesitas decidir. ¿Qué es lo mejor? Mi suegro ya había dado mucho por su país antes de ir a la guerra, pero quiso ir. Por él y por muchos como él que siguen luchando espero que ganemos muy pronto».
En el vestuario del Shakhtar, la nostalgia por los recuerdos se mezcla con la rabia del presente. De una guerra que no se acaba y que cada minuto está presente en sus cabezas. Unas horas antes de la charla con este periódico, Petryak y Sudakov habían leído el bombardeo ruso en Zaporiyia. Pero cuando se despierten el lunes se informarán sobre los misiles caídos en más de 15 ciudades, entre ellas Kiev y Lviv. «Mis padres, mi mujer y mi hija viven en Kiev, pero han venido a Varsovia para el partido», mencionaba Sudakov el domingo con una sonrisa. «La mayor parte del tiempo estoy viajando, no tengo tiempo suficiente para ver a mi hija. Es muy incómodo», añadía.
“No quiero ver a mis hijos luchando en la guerra”
En unos años, los hijos de Sudakov y Petryak serán mayores y, quizás, seguirán librando las mismas batallas en las que sus familiares se dejaron la vida. Los futbolistas del Shakhtar esperan que no. «Hay que ganar la guerra. No hay otra salida. No podemos dar pasos atrás porque los rusos nunca van a parar, no han parado desde que empezaron en 2014. Lo han preparado todo durante ocho años y ahora… Yo no quiero ver a mis hijos luchando en el futuro», admite Petryak, que intenta ser sincero con los pequeños de la casa: «Tengo un hijo de tres años y una hija de un año y medio. El de tres lo sabe todo porque se lo intento explicar. Creo que debe saberlo. Y a la que es más pequeña llegará el momento en que se lo tenga que contar todo. Tiene que saber lo que nos han hecho».
«Ganar y volver a casa, a la vida que todos teníamos antes», como resume Sudakov, es la única salida a un conflicto que tiene un protagonista por encima de todos: Vladimir Putin. «Bueno… Esto me rompe», arranca Petryak, preguntado por el mandatario ruso: «Para ser honesto, no querría hablar con él. Sólo estamos esperando que se muera. Manda misiles a ciudades casi todos los días, ayer, hoy, mañana... A gente indefensa que está en sus casas, civiles, no militares. ¿Qué le voy a decir a alguien así? Nada. Sólo espero que se muera».
“¿Cómo nos podemos centrar en el fútbol?”
Los jugadores del Shakhtar están lejos del frente, pero mantienen en primera línea a amigos con los que hablan «cada semana» y que, por desgracia, «también están muriendo». Algunos son compañeros como Viktor Kornienko, que estuvo en el ejército y que ahora se recupera de una rotura de ligamentos. Ellos, mientras, dan lo mejor sobre el césped, donan dinero y tratan de ganar sus «pequeñas batallas» personales. «Decidí no ir al frente porque creo que tengo más valor como futbolista, que puedo hacer más por mi país ahí. Estoy agradecido con los soldados que nos defienden y nos dan la oportunidad de jugar. Creo que con el fútbol damos emociones positivas a la gente», confiesa Sudakov.
Unas horas después de la charla, el vestuario del Shakhtar se despertó «en shock» por las noticias que llegaban desde su país. «Estaban cabizbajos en el desayuno», contaban ayer. «¿Cómo nos podemos centrar en el fútbol?», se preguntaban. El resumen lo daba Petryak: «Con el fútbol puedes olvidar un poco todo, pero después de cada entrenamiento o partido coges el móvil y… Puede ser algo bueno, si hay suerte, o muy malo». Esta noche, el Madrid.