UEFA Nations League
Portugal 0 – España 1
Las cuatro paradas del portero, especialmente relevante ante Diogo Jota y Cristiano, sostienen a una España de dos caras.
Cristiano Ronaldo, una sombra de lo que fue, movía la cabeza de un lado a otro. Al no querer separar la mirada del suelo no podía ver cómo a Fernando Santos, un seleccionador malacostumbrado a poner grilletes al talento, se lo llevaban los demonios. Álvaro Morata había marcado en el minuto 88 el gol con el que España derrotaba a Portugal a domicilio 19 años después. Un triunfo que, además, permitía cargar de razones a Luis Enrique y a esa presunta indefinición resuelta en los 20 minutos finales. Justo cuando Pedri y Gavi ingresaron para generar, y Yéremy y sobre todo Nico Williams -asistente en el gol- para percutir. Aunque si hubo alguien que dio sentido al relato fue Unai Simón, determinante con sus cuatro paradas.
«Nosotros sabemos que cuando tenemos que dar la talla, la damos. Y si perdíamos tenía que ser dejándolo todo en el campo», asumió Morata una vez cerrada la noche. El ariete del Atlético, que se apuntó su gol 27 como internacional y que ya marcó ante los portugueses en el 1-1 del pasado mes de junio, se dejó llevar por la sinceridad: «Por la mañana estaba un poco nervioso, pero me calmé al ver el buen ambiente que había en el equipo. Somos un grupo que nos lo merecemos».
Eso sí, el triunfo frente a Portugal que clasifica a España para la final four de la Nations League -a disputar en junio de 2023-, quizá no hubiera sido posible si Unai Simón no hubiera ejercido de ancla. Especialmente relevantes fueron sus paradas a Diogo Jota en el primer acto, y a Cristiano, con la rodilla, cuando el encuentro ya se desmayaba.
Para saber más
Nico Williams y la agresividad que necesita Luis Enrique
Fue suficiente para borrar el mal gusto que dejó la primera hora del encuentro. A la España de Luis Enrique se le presuponen todas esas cosas con las que los equipos trampean la escasez de talento bruto. A saber, presión avanzada, irreverencia, agonía ante la dificultad y tendencia a un caos que resultaba estar organizado. Minimizadas todas esas características debido al once titular que asomó en Braga, a la selección española sólo le quedó el balón.
Hasta siete futbolistas cambió el técnico asturiano respecto a su derrota frente a Suiza en La Romareda. Variaciones que, más allá de que encontraran su argumentación tanto en la gestión de descansos como en el planteamiento rocoso de Portugal, desvelaron también confusión.
Trabajo de desgaste
Donde más desnuda quedó España fue en ese centro del campo que Luis Enrique cambió de arriba a abajo, dejando en el banco al tridente azulgrana (Sergio Busquets, Gavi y Pedri), que en teoría parte con ventaja para ser titular en el Mundial, para ser relevado por Rodri, Koke y Carlos Soler. El resultado no pudo ser más desesperanzador, sobre todo ante la nula incidencia ofensiva de unos interiores incapaces de encontrar salidas. Morata, una vez olvidado el experimento como falso nueve de Marco Asensio, era un islote. Mientras que Ferran Torres y Sarabia quedaban condenados a ser extremos de desborde, precisamente lo que no son. El seleccionador español argumentó ese plan ante la necesidad de desgastar a su rival para así rematarlo al final. “Aunque creo que incapacité a los jugadores para que se atrevieran un poco más”, admitió.
Aunque nadie representó mejor la confusión del primer tramo que Hugo Guillamón. Luis Enrique decidió que el futbolista de 22 años, pese a que se ha hecho un hueco en la élite como centrocampista en el Valencia, ejerciera esta vez como central diestro junto a Pau Torres. Con Eric García descartado en la grada, Guillamón, condicionado por una amarilla, sólo resistió en el campo 45 minutos. Su lugar lo ocupó en el segundo tiempo otro mediocentro, Rodri, cuyo gran desempeñó volvió a cargar de razones a Luis Enrique.
“Las dudas en el fútbol van siempre en función de los resultados”, trató de zanjar el seleccionador español, antes de concluir: “Ya sabemos lo que es esto. Si hubiéramos perdido con un gol en el minuto 85, dirían que fue un desastre. Es normal. Por eso me centro en las sensaciones de los jugadores. Es una maravilla entrenarlos”.