Un Real Madrid recuperado de su derrota ante el Fenerbahce consigue una victoria muy sólida ante Olympiacos. Musa y Hezonja fueron el máximo argumento durante el partido
Campazzo, ante Walkup, este martesGEORGIA PANAGOPOULOUEFE
Como tantas veces, en el momento decisivo, Walter Tavares. Un puñado de acciones suyas, un mate aquí, un tapón allá, un rebote más allá, permitieron la victoria del Real Madrid ante el Olympiacos en el Pireo (71-77) y devolvieron al equipo al éxito en Euroliga. Con el acierto de Dzanan Musa y Mario Hezonja como máximo argumento durante el encuentro, el rato de Tavares finiquitó un duelo que no fue como se esperaba. El Olympiacos, vigente subcampeón, estuvo lejos de su mejor versión. Fue culpa de sus líderes exteriores, Isaiah Canaan o Thomas Walkup, muy desacertados. Fue mérito también del conjunto que dirige Chus Mateo.
Porque pese a la derrota de la semana anterior ante el Fenerbahce, la primera de la temporada en Euroliga, el Madrid esquivó el peligro de sobreestimar el partido, de otorgarle más importancia de la que tenía. Era el Olympiacos, rival en la última final, sí. En el Pireo, mítico escenario, sí. Y era el posible inicio de una mala racha, sí. Pero el conjunto blanco sigue siendo cómodo líder de la Liga Regular y un tropiezo no hubiera sido un drama. Por eso Tavares sólo jugó los minutos que tenía que jugar -exactamente 22- y por eso apenas hubo nervios.
En el tercer cuarto el Olympiacos se puso por delante (47-45) y el último estuvo muy cerca (63-64), pero el conjunto blanco mantuvo la tranquilidad, tan líder, tan dominante. En esos instantes fue esencial el control de Facundo Campazzo, que acabó con nueve asistencias, pero sobre todo el acierto de Musa y Hezonja. Durante buena parte del encuentro, de hecho, el Real Madrid estuvo por encima del 50% en triples -acabó con 10 de 22, un 45,5%- mientras su rival se hundía detrás de la línea. El arranque de Walkup, que empezó fallando seis triples consecutivos, fue paradigmático; el equipo griego terminó con un 27% de acierto en triples.
Del mar a la montaña. Hace unos años una pequeña marca deportiva vasca, Ternua, le pidió a tres cofradías de su zona, las de Bermeo, Getaria y Hondarribia, que les guardaran las redes de pesca rotas o desgastadas y en unos meses se encontraron en sus instalaciones con 12 toneladas de malla para tirar, inservible, hecha polvo. Era más de lo que esperaban, pero era mejor que sobrara. Pese al enorme volumen recibido, siguieron con su proyecto y, después de reciclar las redes y de convertirlas en hilo, presentaron su innovación: 50.000 pantalones de esquí -entre ellos los de competición de varias federaciones- hechos con material de pesca. Del mar a la montaña. Luego harían lo mismo con cáscaras de nueces o huesos de aceituna, con posos de café o con sábanas de hoteles desgastadas.
«Desde nuestro nacimiento en 1994 siempre hemos querido hacer ropa deportiva que significa algo y ahora creemos que todo el sector va hacia ahí, es el futuro porque tiene que ser el futuro», comenta Eduardo Uribesalgo, director de innovación de Ternua. Su propuesta es modesta, producción contenida, muy local, pero, en realidad, está en la línea de lo que vendrá. La ropa deportiva del futuro estará hecha de materiales que ahora ni imaginamos, durará más y será circular.
Adiós al petróleo
Las multinacionales, como Nike y Adidas, ya tienen ropa y zapatillas hechas con botellas (Flyknit) o residuos de los océanos (Parley), pero ese reciclaje cada vez es más controvertido -al fin y al cabo, es plástico-, y, además, avanzan propuestas mucho más rompedoras en ese sentido. Según un estudio de la Fundación Changing Markets el 69% de las fibras que se utilizan en el deporte todavía proceden del petróleo, como el poliéster o el nylon, y el objetivo de varias empresas es disminuir ese porcentaje drásticamente. La biotecnología ya ha creado poliéster a partir de la yuca, la caña de azúcar o el maíz, muy parecido al actual; la goma EVA, presente en muchísimas zapatillas, se podría sustituir por Bloom, hecha por algas, que ya usan Puma o Merrell; el neopreno petrolífero tiende a ser sustituido por el Yulex, hecho de planta de yute -Decathlon ya tiene un modelo 100% Yulex-; y así múltiples innovaciones.
Hay postureo, el llamado greenwashing, pero también cierta presión legislativa -nuevas directrices europeas e iniciativas como la francesa Ecoscore-, y sobre todo más conciencia de los deportistas aficionados que, al final, son los que compran. Según una encuesta de la competición de vela SailGP realizada entre sus aficionados en Estados Unidos, Reino Unido y Suiza «el 72% de la población no quiere hacer deporte con ropa hecha con combustibles fósiles», pero en las tiendas se encuentran varios obstáculos. Uno es la variedad, otro es el rendimiento, pues aún es imposible encontrar zapatillas rápidas y verdes, pero el principal es el precio.
«Tarde o temprano va a llegar: un atleta ganará un maratón con unas zapatillas reciclables. Pero mientras tanto es un camino lleno de retos. Especialmente hacer llegar al público todos esos materiales. Varias marcas han hecho camisetas con fibras muy sugerentes, de algas o fibra de coco, pero costaban 80 o 100 euros. Hasta que los procesos no sean más baratos no se podrá generalizar su uso», expone Juan González, probador de varias marcas y responsable del podcast sobre material El laboratorio de Juan.
Imagen de un forro Polartec.
«El coste se reducirá a medida que más marcas se comprometan con la verdadera circularidad», asevera Ramesh Kesh, vicepresidente de Milliken & Company y responsable de Polartec, marca líder en forros polares y por lo tanto con la dependencia del petróleo como reto. "Como industria, es hora de que abordemos algunas de las causas más profundas en lugar de poner tiritas a otros temas que tienen poco impacto a largo plazo", añade en el final del proceso para que toda su colección sea de poliéster reciclado, sea circular.
«El precio es un desafío, eso está claro. Pero hay que darles a estos materiales el valor que tienen», subraya por su parte Joel Gómez, manager en España de la marca italiana Uyn, que está marcando el camino. Con mucha implantación en el esquí -su embajadores es el estadounidense Bode Miller, campeón olímpico-, toda su ropa está hecha de fibras nuevas procedentes del maíz, del ricino o del eucalipto, tienen una lana vegetal...
«Es actual porque lo pide el público y futurista a la vez, hay mucha investigación detrás y no siempre sale cómo deseamos. Pero esa esencia bio se acabará imponiendo», añade Gómez, que sabe que en la vanguardia hay riesgo.
¿Unas zapatillas para toda la vida?
En los últimos años, por ejemplo, varias marcas, como Salomon, han presentado zapatillas 100% reciclables, pero su éxito ha sido limitado. Quizá el camino sea otro, utilizar un un material más resistente como el grafeno como hace Inov, o directamente crear unas zapatillas desmontables. En ello está embarcado actualmente Kilian Jornet. Su marca, Nnormal, triunfó en el mercado de la montaña con sus modelos duraderos, pero ahora quiere más. En los últimos meses está trabajando en unas zapatillas modulares, las Kboix, que ya han recibido un premio ISPO, por lo que proponen: que sirvan para todo, que duren toda la vida.
La idea es que la mediasuela, es decir, el bloque de goma que hay entre la suela y la cubierta, pueda irse cambiando cuando se desgaste o cuando se necesiten otras prestaciones. Para salir a correr tranquilamente, se monta una zapatilla, para competir a toda prisa, una distinta, y para abordar una montaña muy técnica, otra distinta. «Queremos evitar el sobreconsumo y creemos que esta zapatilla puede ser útil para ello. Está diseñada para ser extremadamente duradera y ser reparada cuando se acabe la vida útil de sus partes», apunta Birte Fahrbach, jefa de producto de Nnormal, que no niega las dificultades: «El desafío es unir las partes del calzado y conseguir una buena estabilidad. No puede compararse con el proceso de producción habitual de unas zapatillas».
Algún día el calzado durará siempre, algún día la ropa estará hecha de plantas o de algas: la ropa deportiva del futuro ya está aquí.
"He dormido un poquito, sí. Por la noche hice todo lo que no había hecho durante el torneo. Solté el pie del acelerador: comí lo que no estaba comiendo, brindé con un poco de champán... pero luego me fui temprano a dormir porque ya estaba cansado", relataba Carlos Alcaraz a mediodía, en un encuentro con los enviados especiales en París el día después de ganar su primer Roland Garros.
Desde el último punto ante Alexander Zverev hasta su vuelo de regreso a casa, el ya tres veces campeón de Grand Slam sólo tuvo un ratito de descanso: por la mañana, antes de hacerse las fotos con el trofeo en las gradas de la Philippe Chatrier, le dejaron media hora que aprovechó para mirar el móvil y contestar alguno de los centenares de mensajes de enhorabuena que había recibido. Todo lo demás fue ir de aquí para allá.
Por la noche, en una sala de su hotel en París, el Villa Marquis, estaban su equipo, sus padres, todos los que trabajan con él en la Academia Ferrero Equelite, sus tíos y primos, sus amigos de El Palmar y hasta famosos como el actor Miguel Ángel Silvestre y, como ocurre en una boda, Alcaraz estuvo charlando con unos y otros sin tiempo para nada. Pronto le pudo el cansancio. El resto siguieron hasta las tres de la madrugada.
Si tuviera que escoger tres recuerdos de su victoria, ¿Con cuáles se quedaría?
(Piensa) El primero, sin duda, sería la preparación antes del partido. Una hora antes de saltar a la pista estaba con todo el equipo en la sala de fisio, preparándome con los vendajes y haciendo bromas, soltando la tensión. El segundo recuerdo sería la celebración con mi gente, cuando subí al palco desde la pista. Y el tercero después, cuando ya fuimos a cenar y estaba todo el mundo celebrando la victoria.
Cuando subió al palco lloraba toda su familia, pero usted contuvo las lágrimas. ¿En algún momento lloró de alegría?
No lloro mucho, la verdad. La última vez que lloré fue por el tema de la lesión, cuando tuve que perderme torneos que me hacían mucha ilusión. Soy más de llorar de frustración que de felicidad.
¿Hasta qué punto le angustió la lesión en el antebrazo derecho durante Roland Garros?
Más que angustia era incertidumbre. En el Mutua Madrid Open sentí dolor muy pronto y eso que los partidos eran al mejor de tres sets. Cuando llegué aquí a París no sabía cómo iba a reaccionar mi brazo. De hecho me preocupaba pensar que a lo mejor no me iba a recuperar al 100% porque yo imprimo mucha velocidad, hago mucha fuerza en cada golpeo. Pero conforme iba pasando rondas me iba sintiendo mejor, sin dolor. En semifinales, ante Jannik [Sinner], ya decidí que era el momento de dejar de cohibirme. Si me tenía que romper o tenía que sentir dolor, era el momento. Por suerte todo fue muy bien.
¿Se compara con Nadal, Federer o Djokovic cuando tenían 21 años como tiene ahora usted?
No lo sé, he visto vídeos de ellos entonces, unos highlights, pero no puedo compararme. Al final, como siempre he dicho, no importa lo que haya conseguido hasta ahora si me estanco. Quiero seguir creciendo y llegar a donde han llegado Djokovic, Rafa y Federer. Los buenos, los mejores, son los que siguen mejorando y mejorando hasta que tienen 36, 37 o 38 años.
Alcaraz tras su victoria en Roland Garros.DIMITAR DILKOFFAFP
¿Se ve jugando a los 38 años?
Sí, sí, ¿Por qué no?
El año pasado reconoció un bajón emocional después de ganar en Wimbledon, le costó el final de temporada. ¿Cómo va a gestionar este éxito?
Ahora sé que hay que saber disfrutar de estos momentos, dejarse llevar después de todo el trabajo que exige conseguir algo así. Aún me estoy conociendo, estoy aprendiendo qué necesito en cada momento, cómo hacerlo... Tengo que compaginar el sufrimiento del deporte con la libertad para sentirme un chaval normal, no un tenista. Si no despejo la mente no puedo volver a la pista al 100%.
Hasta ahora, a los 21 años, todo han sido éxitos, todo ha salido bien. ¿Hay algo malo en su vida?
Tampoco mi vida es un camino de rosas ni en el tema profesional ni en el tema personal. Siempre tienes que lidiar con cositas que van pasando. Pero yo me considero una persona muy feliz. De momento, es verdad que no tengo grandes preocupaciones fuera del tenis y eso ayuda. No sabría decir qué hay malo en mi vida.
¿Cuáles son sus planes ahora? ¿Preferiría ganar en Wimbledon o los Juegos Olímpicos?
Si todo va bien, si no hay problemas, competiré en Queen's, en Wimbledon y en los Juegos Olímpicos. En hierba, con bolas duras, puede ser un poco complicado, recuerdo que en 2022 tuve problemas en el codo, pero ése será mi calendario. Y si tengo que escoger, escogería ganar en los Juegos Olímpicos. Porque son cada cuatro años y porque es un torneo en el que no juegas por ti, juegas por tu país y eso me hace mucha ilusión.
Por las montañas del mundo, unos adolescentes se calzaban sus esquís, se vestían de valientes y seguían a Kilian Jornet, uno de los mejores deportistas españoles de la historia, hasta que las fuerzas se acababan, incluso cuando ya se habían acabado. «Te ponías detrás de él hasta que reventabas. Le seguías, petabas a medio camino, te ibas a la cama y, al día siguiente, lo volvías a intentar», recuerda Oriol Cardona. «Nuestro entrenador nos decía que hiciéramos lo que él hacía. Fue una suerte coincidir con él», añade Ana Alonso. Hoy, aquellos chavales, Cardona, Alonso y otros como Ot Ferrer, Íñigo Martínez, Marta García o María Ordóñez forman la selección de esquí de montaña, uno de los equipos más potentes del mundo junto a Francia y Suiza.
En los próximas Juegos Olímpicos de invierno de Milán-Cortina d'Ampezzo 2026 el skimo se estrenará en el programa y, por primera vez en la historia, España llegará como favorita a las medallas en un deporte de nieve. En la competición individual Cardona es uno de los favoritos, pero en el relevo mixto a ver quién le roba el oro al dúo que forma junto a Alonso. Paquito Fernández Ochoa, único campeón español en invierno, puede tener compañía por fin, más de 50 años después. ¿De dónde sale este milagro?
De muchos lugares, pero uno de ellos es la estela de Jornet, claro. El mejor corredor de trail de la historia dominó durante una década el esquí de montaña hasta el punto de que en el Mundial de 2011 se llevó tres oros, todos los posibles. Entonces no era una disciplina olímpica, era parte de su preparación, pero sus éxitos impulsaron a los chavales que le perseguían en tantos entrenamientos. A sus 37 años y con cuatro Copas del Mundo o cuatro Pierra Menta, el Tour de Francia de la especialidad, aún se alimentan rumores sobre la participación de Jornet en los Juegos Olímpicos de invierno de los Alpes en 2030, pero parece improbable. Queda su herencia, que multiplica la riqueza de quienes le precedieron.
"Mi padre no pudo enseñarme"
«Antes de Kilian en España siempre hubo practicantes, especialmente en las modalidades más cortas, que son las que ahora han entrado en los Juegos Olímpicos de invierno. Yo todavía tengo trofeos de mi padre en casa», apunta la granadina Ana Alonso, de 30 años, con la historia de España en el skimo en su salón. Su padre, Gerardo Alonso, apodado Yeti, guarda del refugio Félix Méndez de Sierra Nevada, fue uno de los pioneros españoles, segundo en el Europeo oficioso de 1975, pero por desgracia no pudo disfrutar de los éxitos de su primogénita: en 2010 un desprendimiento de rocas acabó con su vida.
¿Su padre le llegó a ver ganar alguna carrera?
No me llegó a ver competir en esquí de montaña, no pudo enseñarme y eso que él había dado muchas clases. Es una pena, la verdad. De adolescente yo competía en esquí de fondo y luego me centré en los estudios de INEF. Fue después de su accidente cuando empecé con el esquí de fondo. Me consuela que sus amigos fueron quienes me enseñaron así que, de alguna manera, sí pude cerrar el círculo. Aquellos inicios, con mi padre en el recuerdo, fueron muy bonitos.
Creado en los Alpes hace un siglo, el skimo se basa en ver quien sube y baja más rápido una montaña. En su modalidad clásica, los esquiadores suelen tardar entre dos y tres horas en cubrir kilómetros y kilómetros, pero eso es demasiado tiempo para el Comité Olímpico Internacional (COI). Los jóvenes se aburren, el Tik Tok y bla, bla, bla. Así que la modalidad que ha entrado en los Juegos es el sprint. Dos minutos y medio de locura: suben una pared empinada esquiando o corriendo con los esquís a la espalda, se paran para arrancar las pieles de seguridad y bajan deslizándose a todo lo que da. Como pasó en la escalada, los esquiadores de siempre critican la simplificación de su deporte, pero es un regalo para España. Ni en los Pirineos ni en Sierra Nevada hay kilómetros suficientes de nieve para practicar el skimo clásico, pero sobran para entrenar sprints.
De modelo a dominador del skimo
«Son pruebas cortas, muy explosivas, que se pueden entrenar aquí. No somos un país de nieve, somos un país de sol y nos tenemos que apañar con lo que tenemos», comenta Oriol Cardona, que entrena entre La Molina y Font Romeu, donde ha alquilado un apartamento junto a varios compañeros de selección.
Con muchas similitudes con Ana Alonso, su pareja en el dúo mixto -también tiene 30 años, su padre Joan también competía-, Cardona en cambio llevaba toda la vida peleando en el skimo cuando los Juegos Olímpicos le cayeron del cielo. A finales del 2021, la incorporación de la disciplina al programa olímpico ya le pilló como subcampeón del mundo de distancia sprint y ganas, muchas ganas de hacer lo que hace ahora: entrenar, entrenar y entrenar. Antes, compaginaba el esquí de montaña con algunos trabajos como guarda forestal o modelo y, sobre todo, con el trail running, donde llegó a ganar una Olla de Núria. De hecho, su relación con Kilian Jornet es aún más estrecha que la del resto: hoy le ayuda a planificar sus entrenamientos.
¿Y ya no corre?
Muy poco. Desde que el skimo entró en los Juegos lo dejé todo. No hay nada más grande que ser campeón olímpico. Además, llegaron algunas becas, recursos para prepararnos bien, y decidí centrarme al completo en los Juegos. Echo de menos correr, pero es una oportunidad única. Cuando era niño parecía una locura que el skimo fuera un deporte olímpico.
El sprint del skimo se disputa en carreras de seis participantes, con cuartos de final, semifinales y final y por ello suele haber sorpresas, pero Cardona es el vigente campeón del mundo y de Europa. En los Juegos Olímpicos de invierno de Milán-Cortina d'Ampezzo será el rival a batir y, si falla, en el relevo mixto junto a Alonso raramente lo hará. Este año todavía no han bajado del podio en la Copa del Mundo. Paquito Fernández Ochoa por fin puede tener compañía.
Un test en el circuito olímpico
El próximo fin de semana la selección española tiene una cita importantísima en la Copa del Mundo en la estación de esquí italiana de Bormio, exactamente en el mismo circuito donde el año próximo se disputarán los Juegos Olímpicos. Será un 'Olympic Test' donde se podrá ver si las virtudes de Cardona, Alonso y compañía encajan en el trazado diseñado por el COI.
Ahora retransmitida por Eurosport, TDP y Esport3, la Copa del Mundo consta de nueve citas, de las que ya se han disputado tres esta temporada. En la última, en Boí Taúll, en el Pirineo catalán, Cardona ganó la prueba masculina, Alonso fue tercera en la femenina y ambos dominaron juntos el relevo mixto.
La cita más importante de esta temporada será el Mundial que se disputará en Morgins, en Suiza, del 2 al 9 de marzo. Allí se repartirán dos plazas olímpicas de las 18 que habrá en juego. El resto dependerán del ranking, aunque el límite de una plaza por país hace que España tenga ya casi asegurada su presencia.