Fue la foto final de un fin de semana de máxima exigencia. Fernando Alonso posaba en el podio de Mónaco junto a la familia real del principado y junto al rival que había puesto contra las cuerdas desde el sábado, Max Verstappen.
Por cuarta vez este año, Max ocupaba el peldaño más alto con el trofeo más grande. Fernando, por primera vez desde hace casi nueve años (no terminaba segundo desde el Gran Premio de Hungría de 2014), sonreía desde el segundo escalón. Un pie en su peldaño y el otro en el de Verstappen. Un gesto, una metáfora, un reflejo de sus intenciones, un pie en la 33 que acababa de escaparse.
Y se escapó por poco. Mónaco, era el lugar, el escenario elegido por Alonso y Aston Martin para saltarse el guión. Un
a fecha marcada en rojo en el calendario para intentar batir a los intocables de
Red Bull
. El único lugar en el que el coche deja de ser indispensable y en el reparto de responsabilidades el talento del ser humano que se sienta dentro de él tiene un mayor peso. Territorio
Alonso
, pero también territorio
Verstappen
.
La batalla del sábado fue una de las más memorables de los últimos tiempos en la
Fórmula 1
. Los dos pilotos en mejor forma de la temporada se batían por primera vez en igualdad de condiciones.
Fernando
acarició la pole. La tenía a falta de dos curvas, pero
Max
arriesgó, rozó tres veces el muro y logró batirle por tan sólo ocho centésimas. El holandés estuvo muy cerca del desastre, pero se llevó la gloria y la primera posición de la parrilla que en
Mónaco
es casi media victoria
La batalla en carrera fue otra locura. Sin casi cambios en la clasificación en un circuito donde adelantar es una quimera, la lluvia regaló unos minutos a mitad de camino entre el drama y el caos. Empezó lloviendo sólo en una parte del circuito por lo que tomar decisiones era muy complicado. Lluvia torrencial en
Mirabeau
y
Loewes
y seco por completo en el resto del trazado.
Aston Martin
arriesgó y paró a Fernando muy pronto, pero sin tener claro que ruedas poner. Optaron por seco y fallaron. El diluvio se extendió al resto del circuito y tuvieron que parar otra vez para enmendar el error.
Verstappen
lo hizo una vuelta más tarde y para entonces ya estaba claro qué decisión tomar. Suerte que el colchón de
Alonso
con el tercer clasificado, Esteban Ocon, le permitía parar otra vez sin perder posición de no haber sido así la decisión les habría costado el segundo puesto. Ahí se esfumaron las opciones de apretar a Max que, aún sin nadie cerca en la presión, resbalaba por todo el circuito. Volvió a tocar el muro hasta en dos ocasiones, pero no hubo consecuencias. Se llevó la victoria, la cuarta del año y aumentó su ventaja en el campeonato porque
Checo Pérez
no puntuó. Y en el fondo, a pesar de los momentos difíciles, creo que se lo pasó muy bien. Es un competidor nato y disfruta cuando el nivel del contrincante se parece mucho al suyo. Respeta a Fernando porque en el fondo son de la misma especie y sabe que una victoria como esta, en un escenario como este, con un rival como este tiene mucho más valor.
No le sonrió la fortuna a
Carlos Sainz
que estuvo valiente, agresivo, ambicioso, pero al que una estrategia más que discutible de
Ferrari
le condenó.
Mercedes
volvió a minimizar daños, una de sus especialidades últimamente, y a pesar de que han reconocido que se equivocaron con la apuesta del W14, son terceros en el mundial a un solo punto de
Aston Martin
.
Claro, la diferencia está en que ellos tienen dos pilotos que tienen un rendimiento parecido y suman puntos.
Alonso
está sólo.
Lance Stroll
acumula ya dos grandes premios sin puntuar y su rendimiento tanto el sábado como el domingo está lejísimos del de Fernando. Quizá sea el punto más débil de
Aston Martin
que a pesar de los cinco podios en seis carreras quiere más, como nosotros, como Alonso, pero sin olvidarse de que lo están viviendo es, simplemente, mágico.
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