Semifinales
Venció por 7-6 (3), 6-1, 3-6 y 6-3. El español, sometido por el saque y el revés de su oponente, sólo aprovechó una de sus nueve bolas de rotura.
Nueva York despidió con un profundo lamento a su protegido, al joven que lleva tres años encandilando a la Arthur Ashe, desde aquella victoria ante Stefanos Tsitsipas en la tercera ronda del Abierto de Estados Unidos. Un imperial Daniil Medvedev se impuso a Carlos Alcaraz por 7-6 (3), 6-1, 3-6 y 6-3, en tres horas y 18 minutos, clasificándose para su quinta final del Grand Slam, tercera en este torneo. El defensor del título no podrá acompañar a Novak Djokovic en el partido soñado por buena parte de los aficionados. Llegó a insinuar una remontada tras su reacción en el tercer parcial e incluso al contar con dos bolas de rotura en el juego que se reveló definitivo, donde salvó las tres primeras pelotas de partido. Se atrapó su rival, cometiendo dos dobles faltas consecutivas, una de ellas con matchpoint, pero acabó logrando su objetivo.
Honores para Daniil Medvedev, tercero en el escalafón, que realizó un formidable encuentro, el único posible para doblegar a quien sigue siendo la gran sensación del circuito. Víctima de la maldición que señala que ningún jugador ha podido sostener la copa dos años seguidos desde que lo hiciera Roger Federer en su ciclo de cinco títulos hasta 2008, Alcaraz vara en semifinales, como lo hizo ante Djokovic en Roland Garros antes de superarle en la final de Wimbledon.
Aventajado
Aniquilado Alexander Zverev, uno de los afamados miembros de la que quiso ser clase dominante, Alcaraz se volvió a medir con un hombre a quien había dejado en los huesos en sus dos últimos enfrentamientos. El ruso, de 27 años, es el más destacado de esa generación atropellada por la irrupción del murciano. Ganó en Nueva York en 2021, disputó otra final en este torneo y dos en el Abierto de Australia y ha sido 16 semanas número 1 del mundo, por citar algunos de los rasgos diferenciales con respecto a ese grupo de sus contemporáneos.
Medvedev sigue siendo un competidor. Había perdido fuelle en los torneos del Grand Slam, pero cuenta con cinco títulos esta temporada, sólo superado, cuantitativa y, obviamente, en términos cualitativos por Alcaraz. Confesaba antes del partido que necesitaría no un 10 sino un “11” para tener opciones de triunfo, la máxima rentabilidad con su servicio y morder las líneas con cada golpe. Así lo hizo, pese al dubitativo inicio.
En el primer juego cometió tres dobles faltas, intimidado por la agresividad al resto de su rival. Con todo, lo salvó. Daba la impresión de que el moscovita, que lo pasaba mal en cada juego con su saque y ya en el quinto concedió dos opciones de rotura, flaquearía antes que después. Sin embargo, afinó el fusil y empezó a cumplir sus pretensiones. Alcaraz escapó de un 0-30 con 5-5, terminando con una soberbia derecha invertida, pero no pudo evitar el desempate.
Inercia negativa
Poco acertado en alguna toma de decisiones, vio cómo se le escapaba el primer set. Y no sólo eso, la inercia alcanzó hasta el comienzo del segundo, con Medvedev implacable con el servicio y el murciano errático, entregando su saque y viéndose pronto 3-0 abajo. Con las luces de emergencia encendidas y el público prendido de su mano, dejó atrás dos amenazas de rotura haciendo gala de la valentía que le distingue.
Impecable en el fondo, Medvedev abría bien la pista con sus golpes paralelos, en particular con su guante en el revés. Seguía a lo suyo, elevada su convicción y con el marcador de cara. Sucediese lo que sucediese, no iba a salir vapuleado como en las semifinales de Wimbledon y en la final de Indian Wells. Alcaraz vivía en el alambre. En el noveno juego se topó de nuevo con una pelota de doble break. La salvó, pero no así la quinta. La estadística era demoledora: el ruso había ganado en ese parcial el 80% de sus segundos servicios, por el 28% de su rival. Había cometido tres errores no forzados, frente a 10 del español.
Algo apresurado, Medvedev buscó en exceso acortar los puntos e irse a la red. Alcaraz regresó con otro aire de su paso por el vestuario. Logró romperle el saque por primera vez y tomó el dominio del juego. Se empleó con cabeza, volviendo a utilizar el revés cortado, como había hecho al comienzo del encuentro. Aprovechó la tercera bola de set y regresó a la pelea.
Se sucedieron las alternativas en el cuarto parcial. El larguísimo sexto juego fue clave. A diferencia de su partido contra Zverev, cuando convirtió sus cuatro opciones de rotura, esta vez no anduvo fino el español: sólo rentabilizó una de las nueve de que dispuso a lo largo de la noche. Medvedev se había marchado 4-2 e hizo bueno el break. Fue mejor, logrando un triunfo de los que relanzan una carrera tenística.