Un empate entre Atlético y Real Madrid en la noche de la vergüenza

Un empate entre Atlético y Real Madrid en la noche de la vergüenza

Que si mascarillas, que si Vinicius, que si… los peores pronósticos se cumplieron. El mejor partido de la jornada, el derbi de Madrid, el que enfrenta a los dos equipos punteros de la capital, suspendido durante 10 minutos por lanzamiento de objetos a Thibaut Courtois, portero del Real Madrid. Ganaban los blancos por un gol de Militao antes de esa deplorable imagen. Empató Correa en el descuento tras un fuera de juego corregido por el VAR. El resultado, en estas circunstancias, era lo de menos (1-1).

El lío se montó por la celebración del cancerbero del gol del brasileño con sus seguidores. Les señaló en un gesto de complicidad que no sentó bien a la grada y se desató el bochorno. Dos avisos hubo de la megafonía al Metropolitano, Busquets Ferrer no quiso esperar a un tercero y mandó a los jugadores a vestuarios.

Resultaba increíble que, cuando uno espera que el protagonismo esté en el terreno de juego, se traslade por cuatro energúmenos a la grada. Y no terminó de volver al verde, porque el partido continuó raro y terminó agridulce para los intereses rojiblancos. Y eso que el comienzo había sido como una balsa de aceite. Ver para creer.

Volvía el Madrid a la seguridad del 4-4-2, al sistema que les dio el éxito el año pasado y que le permitía estar junto para aguantar el aprendido fulgurante arranque rojiblanco. No obstante, no hubo ese arranque, porque los colchoneros tenían estilistas arribas, no pánzers. Y es que, el papel todo lo aguanta, ver en la formación inicial del Atlético de Madrid el tridente con el que sueñan los colchoneros, era una concesión impropia de Simeone. Pero ya estamos acostumbrados a las sorpresas del técnico argentino y, seguramente, esta disposición tan ofensiva, por mucho que fuera en el otrora inexpugnable Metropolitano, era algo más que un guiño a la grada.

La primera parte fue el clásico primer round de boxeo, ese en el que ambos púgiles tantean la defensa del otro con amagos y golpes débiles, sin hacer mucho daño. El Madrid quería evitar el castigo del año pasado en el feudo rojiblanco y los colchoneros prefirieron probar primero el novedoso tridente antes de tirarse a la ofensiva.

Una de las puntas del tridente, la que más ha tardado en afilarse, fue la primera que avisó de su presencia en el derbi. Julián Álvarez jugó al gato y al ratón con Rüdiger en banda, aprovechando que estaba en su perfil contrario, y le amagó con jugar hacia atrás para arrancarse como un ciclón hacia Courtois. Al estar escorado, el argentino estrelló enel gigante. Por el lado blanco, Modric, la M de la BMV, avisó en dos ocasiones a la espalda de Reinildo, pero en una no pudo controlar y en la otra su pase atrás no encontró a Bellingham por la buena defensa de Le Normand. Luego avisaron Valverde con un disparo lejano y el inglés tras un buen robo arriba. En ambas ocasiones respondió con maestría Oblak, que le hizo un recorte a Vinicius, como si ambos se hubieran cambiado los papeles.

Estuvo moderado el brasileño en sus respuestas y en su juego. Cada falta que recibía terminaba en un saludo con el rival e incluso un precioso caño que tiró a Gallagher terminó con una deportiva felicitación del inglés. Sólo la grada le tenía como el rival más odiado, y quizás el brasileño necesitara algo de eso, algo de picante. Ni siquiera De Paul, otro jugador de sangre caliente y muy pendiente en las vigilancias del delantero para ayudar a Molina, sirvió para sacarle de su estado zen.

La chispa

Pesaba en el imaginario de los púgiles la derrota blaugrana en el Sadar. Un empate ya era recortar a un líder que había comenzado con siete de siete. Así que, a falta de 30 jornadas por delante, era un punto menos que recortar, tres para el Madrid, cinco para el Atlético. La cosa estaba para una jugada aislada o para una oportunidad a balón parado. Casi le sale, de hecho, una jugada ensayada tras un saque de esquina, pero Rodrygo la tiró arriba. No perdonó Militao en la segunda. La chispa que prendió la hoguera.

Volvió el partido con un ojo mirando a la grada y el otro al terreno de juego. Y buscó el Atlético un empate que se le había enfriado, más con la suspensión que con el gol en contra. Embotellaron los rojiblancos al Madrid más por empuje que por calidad, aprovechando el pase atrás de los blancos. Y ese empuje obtuvo premio en el añadido. Una jugada a trompicones de Correa. Aún hubo tiempo de que expulsaran a Llorente. Más fuego a la hoguera.

kpd