Los Angeles Lakers retiran la camiseta de un Pau Gasol rodeado de sus padres, su mujer, su hermano Marc y la viuda del eterno Kobe Bryant
No había pronunciado una sola palabra cuando ya tenía los ojos cubiertos de lágrimas. El pequeño telón negro que cubría su camiseta número 16, colgada a pocos metros de las vigas del Crypto.com Arena de Los Angeles, comenzó a descender con parsimonia y la emoción se le vino encima de golpe. Pau Gasol, el pivot español que llevó a los todopoderosos Lakers a ganar dos títulos consecutivos de la NBA, se consagró como leyenda delante del que fue su público durante seis temporadas y media. “Ha sido un honor llevar la camiseta de esta franquicia”, dijo tratando de mantener la compostura.
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Como estaba previsto, su camiseta retirada quedará instalada en todo lo alto del pabellón angelino junto a los dos números que retiraron los Lakers de su “hermano” en la pista y en la vida: Kobe Bryant. Con voz temblorosa y rodeado de su mujer, Catherine McDonnell, sus dos hijos pequeños, sus padres, su hermano Marc, Vanessa Bryant y la dueña del equipo, Jeanie Buss, se acordó de inmediato de la estrella que fue a tocarle la puerta a su habitación de hotel el primer día que fue traspasado al equipo californiano.
“No puedo seguir sin hablar de la cara que no veo”, afirmó, del hombre que le hizo “mejor jugador y mejor persona en general”, un recuerdo que hizo devolver al pabellón un grito que resonó durante años: “Kobe, Kobe”. Gasol recordó su noche más grande juntos, la del séptimo partido frente a los Boston Celtics de 2010, cuando ganaron su segundo anillo de campeones.
La viuda de Bryant fue la encargada de comenzar el homenaje, dando paso a un vídeo donde su difunto marido zanjaba el debate sobre si debía o no retirarse la camiseta de su amigo. Tenía unas ganas enormes de estar allí escuchando el discurso de Gasol, pero la tragedia se cruzó en su camino en enero de 2020. “Te quiero hermana”, le dijo el pívot a Vanessa. “Estoy orgulloso de ser un tío para tus hijas”.
El ex jugador dio las gracias a sus padres por “guiarle e inspirarle”, a sus compañeros de equipo “por elevarle” y “hacerle un mejor jugador”, sin olvidarse de regalarle “un pedazo de ese jersey”. Hubo guiño también para la comunidad latina a la que se metió en el bolsillo durante esos años, y para el entrenador que apostó por él, Phil Jackson. “Te quiero a muerte”, sentenció. Por delante, una promesa: dedicar su vida “a hacer del mundo un lugar más sano y mejor”.
Antes, los Lakers fueron calentando el ambiente. Por las pantallas gigantes del pabellón fueron desfilando vídeos de sus ex compañeros, Derek Fisher, Metta Sandiford-Artest, Sasha Vujacic y el propio Jackson. “Fuiste un soplo de aire fresco para nuestro equipo”, le dijo en la grabación su entrenador. Después, sonaron las voces de Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar.
Fue un homenaje exprimido hasta la última gota. La emoción se palpaba desde una hora antes. Sus incondicionales no estaban dispuestos a perderse ni un detalle. Gente como Richard Simmons, que voló desde Monterey, al norte de California, para estar en el reconocimiento al pívot catalán. “Es el mejor”, decía a EL MUNDO con entusiasmo desde su asiento en primera fila, el mismo que ha ocupado desde 1999, cuando inauguraron el antiguo Staples Center. Es uno de los pocos que lo ha visto todo. O casi todo. Por eso a Gasol lo pone ahí arriba, junto a leyendas como Magic o Kareem.
“Yo estaba aquí cuando anunciaron el fichaje”, recuerda. “Gasol es un ser humano increíble. Es parte del tapiz de los Lakers y no se puede contar la historia de este equipo sin contar la suya propia. Este homenaje es más que merecido”.
Zandra Angeles, una empleada del club desde 2004, recordaba cuando ayudó a sentar a los padres de la leyenda española en su primer partido tras ser traspasado. “Son gente increíble. Estoy segura de que la ciudad de Los Angeles nunca olvidará lo que hizo por todos nosotros. Era uno de esos jugadores que siempre te saludaban. Todo un caballero”.
Dos horas antes, en una sala a reventar entre prensa española y estadounidense, Gasol aún confesaba estar nervioso y al borde de las lágrimas. Apenas pudo dormir. “Mi corazón latía muy fuerte a las 6 de la mañana. No podía volver a dormirme”, relataba, en el que fue un breve repaso a su carrera, a sus logros con los Grizzlies de Memphis y con la selección española de baloncesto, además de acordarse, de nuevo, de Kobe.
“Le echo mucho de menos”, dijo. “Pero no hay nada que pueda hacer más que querer a su familia. Así es como lidio con ello”. De su indiscutible e inmediata conexión en la cancha surgió una amistad que Bryant no le ofrecía a todo el mundo. “Se tradujo en algo precioso con Vanessa y sus hijas. Y eso es algo importante”.
¿El mejor momento de su carrera? Ese séptimo partido frente a los Celtics, donde fue decisivo con 19 puntos y un último cuarto descomunal. Y por lograr, los dos oros olímpicos que se le escaparon frente a EEUU, los dos con su “hermano” Bryant como rival en la final.
Pese a su humildad incuestionable, admite que ya es uno de los grandes, leyenda viva de la que es, junto a la de los Celtics, la franquicia más grande de la NBA. “El motivo por el que mi camiseta está ahí arriba es porque ayudé de forma significativa a ganar esos campeonatos”, reflexiona, sin creerse del todo lo que le ha pasado. “Esta noche supera cualquier sueño o expectativa que haya podido tener, porque significa mucho”, afirma.