El Atlético, eliminado
El fracaso del Atlético en Champions abre el debate sobre el futuro de Simeone. Su mensaje tras la eliminación descolocó a los convencidos de que se iría a final de curso
El día después de uno de los finales más insólitos que se recuerdan, queda la cruda realidad. Sin llegar a noviembre y ya el Atlético sin Champions. Y sin que el duelo conceda una tregua: en Liga no puede bajar más la guardia si no quiere perder la estela de Madrid y Barça antes incluso del parón por el Mundial y el martes viaja a Do Dragao a jugarse la vida… para disputar la Europa League.
El día después de fallar un penalti con el tiempo cumplido, que el rechace se estrellara en el larguero y que el siguiente rechace golpeara en el propio Carrasco para evitar el gol que hubiera mantenido con vida al Atlético, queda apartar la hojarasca y analizar en frío la realidad. Y esta habla de un serio problema: en los últimos 15 partidos de Champions, seis derrotas, cinco empates y apenas cuatro victorias. En el presente curso, tres partidos de carrerilla sin anotar un gol antes de la condena contra un Leverkusen ya eliminado.
Para saber más
Desde la temporada 2017 no supera el Atlético los cuartos. Desde la misma que se trasladó al Metropolitano. Pero más allá de maleficios, el debate se centra en torno a la figura de Diego Pablo Simeone, que cumple 11 años en el cargo. Más de una década, tan irrepetible como erosionada. Porque el carisma de su arrolladora figura también acelera el desgaste. Y plantea una inevitable pregunta que recorre las tribunas del estadio como un run run: ¿Está llegando a su fin la era del Cholo?
“Voy a seguir insistiendo”
Cuando acabó el partido, los jugadores permanecieron sobre el césped del Metropolitano intentando digerir el drama junto a la afición y bajar las pulsaciones. Pero los focos se posaban en Simeone, plantado en mitad de la cancha, mano en el mentón. «Me pasaban muchas cosas por la cabeza», reflexionó, enigmático, después. Aunque pronto transformó la rabia por la eliminación en esperanzadores mensajes de porvenir. El primero: «Hay dos opciones, el victimismo o seguir trabajando y yo estoy en el lado de seguir mejorando». El segundo, como una confesión: «A mí la Champions me cuesta. Pero soy cabeza dura, voy a seguir insistiendo hasta que tenga la posibilidad de estar en este club, buscando encontrarme con algo que nos falta».
Esa promesa aplaza, por el momento, cualquier especulación. Porque desde hace tiempo sobrevolaba la impresión de que el Cholo, que tiene jugoso contrato hasta 2024, podría tomar la decisión de marcharse a final del presente curso. Pero en la zona noble del club hay una premisa grabada a fuego desde hace tiempo: Simeone nunca va a ser despedido.
Al Atlético le tocará avanzar ahora entre el enorme, exitoso e inolvidable poso del pasado reciente y la depresión que deja el adiós prematuro en la Champions. Matar a Simeone también despierta pesadillas pretéritas. Con más de un mes de Mundial para rumiar un fracaso que «no entraba en los planes», es tiempo de limar asperezas. Hay un sector del club, la gente más cercana al primer equipo, mucho menos en sintonía con el Cholo que la directiva. Son los que sufren el desgaste de las rutinas de una personalidad indomable.
Y después está lo deportivo. Los vaivenes con el sistema, la búsqueda de identidad y el caso Joao Félix, que seguramente vivirá un antes y un después con el Mundial, sin descartar su salida momentánea o definitiva del Atlético. Como viene siendo habitual, ante el Bayer, más necesitado que nunca de genialidades que posibilitaran el tercer gol, el luso calentó demasiado en la banda. Cuando salió a la desesperada por Giménez, apenas quedaban tres minutos y el descuento. Se postuló para el penalti final, que le hubiera servido de redención. Pero fue Carrasco el que dio el paso, valiente y desafortunado.