El Real Madrid se encontró con su destino liguero en el primer partido de la temporada en el Bernabéu. Ante él apareció un equipo encerrado atrás, como el Mallorca en Son Moix y como muchos a lo largo de esta temporada, y volvió a sufrir para generar juego, lento de piernas y de cabeza. De pretemporada, vaya. Desesperante para un estadio que por momento le pitó. Lo salvó todo un misil de Valverde desde 25 metros y una arrancada de Brahim en el tramo final para el 2-0. Mbappé, Vinicius y Rodrygo estuvieron intrascendentes y Endrick ilusionó a Chamartín con su primer tanto, el 3-0 definitivo.
Ancelotti sorprendió en la alineación apostando por Arda Güler antes que por Modric. Fue más valiente que conservador. La lógica invitaba a apostar por el croata ante un rival que se iba a encerrar atrás, pero el italiano le dio minutos al turco, brillante en la Eurocopa, para alegrar con el anuncio al Bernabéu en el primer partido de la temporada en Chamartín.
El conjunto blanco salió con su tridente de lujo y Güler enganchando con Valverde y Tchouaméni. Si esto fuera un videojuego, la combinación sería perfecta. Pero en la vida real, en agosto, con sólo un par de semanas de pretemporada, el Madrid lo pasó mal.
Decía el técnico la temporada pasada que "el empate es la antesala de la crisis", y las tablas de Mallorca inyectaron cierto runrún en el entorno del club. Que si a la plantilla le iba a costar generar juego sin Kroos, que si los tres de arriba no fluían juntos... Y además, se lesionó Bellingham.
El coliseo blanco se esperaba una goleada para redimir pecados en el estreno de Mbappé en el Bernabéu y se encontró con una primera parte de siesta, espesa, plana... En fin, mala. Muy mala. Tan mala que después de ganar una Liga, una Champions y una Supercopa de Europa, los primeros 45 minutos del curso en la Castellana terminaron con pitos. Así de exigente y contundente es el público en Concha Espina.
Pezzolano encerró a su Valladolid en dos líneas de cinco defensas y cuatro medios. Más intenso y más físico que el Madrid, el equipo pucelano apenas sufrió en el primer tiempo. Sólo Mbappé, constante en los desmarques a la espalda de los centrales, encontró una oportunidad de volea a pase de Rüdiger. Hein acertó a volar para detener el disparo y no hubo más intentos madridistas hasta la segunda parte. Y era el minuto ocho.
A Tchouaméni se le están viendo ciertas costuras en la creación, lento con y sin balón, lejos del nivel físico de Valverde. Fede, más interior que eje posicional, no es el timón, pero ayuda en las transiciones y aporta más que el galo. El Madrid también sufría sin Kroos en estos partidos, pero se veían más soluciones.
Delante, Güler y Rodrygo se movieron sin balón, pero no estuvieron acertados con él. Las piernas parecían pesar más de lo habitual. Y Vinicius, que suele actuar como desatascador en este tipo de duelos, estuvo desaparecido, sin entrar en juego con balón e impreciso cuando lo tuvo en los pies.
El duelo parecía destinado a resolverse con una pincelada. Una acción que desestabilizara el muro del Valladolid o alentara la moral de un Madrid lejos de su máxima expresión física y mental. Y llegó.
Goles en la segunda parte
Tras el descanso, el Madrid encontró su suerte en un disparo de falta de Valverde. Lo que no apareció por fútbol lo hizo por pura potencia del uruguayo, que se atrevió a chutar desde 25 metros y acertó a superar a Hein, sorprendido tras rozar el balón en un defensa.
El tanto no cambió la sintonía del partido, pero sí lo hizo el físico. El Valladolid llegaba cada vez más a menos cortes y el Madrid pudo golear, aunque no estuvo acertado ante la meta de Hein, salvador de su equipo. Güler le probó en varias ocasiones y Mbappé tuvo el gol tras un buen pase de Vinicius, pero demostró que todavía no está fino.
Brahim, en el minuto 87, aprovechó un buen pase largo de Militao para ganarle la carrera a los defensas y superar por alto a Hein. Y Endrick, en el último segundo del duelo, se estrenó como goleador con una buena definición con la derecha y fue la gran alegría de la tarde en la Castellana.