Para crecer en el fútbol no es necesario echarse en brazos de grandes accionistas, locales o extranjeros. También hay quienes resisten y pelean por mantener un modelo en el que los aficionados, los socios, sigan teniendo todo el control. Y no, no son el Real Madrid, el FC Barcelona, el Athletic u Osasuna, sino clubes más modestos que ascienden desde las categorías de barro buscando plantarse en las profesionales. Puede que el camino sea más largo, pero también más satisfactorio. Unionistas de Salamanca es el ejemplo que ha llegado más alto.
Nació en 2013 tras la desaparición de la histórica Unión Deportiva Salamanca y ha ido creciendo guiado por una gestión eficiente y el apoyo de una masa social con un enorme sentimiento de pertenencia que quedó huérfana. «Es fruto de aquel trauma, de ver que nuestro equipo se liquidaba, que intentamos salvarlo, pero el dueño sólo miró por sus intereses. Entonces entendimos que un equipo no podía depender del capricho de una persona», cuenta Roberto Pescador, hoy presidente pero miembro de la directiva desde la fundación.
En ese intento de rescatar a su club optaron primero por la vía más habitual: buscar otro comprador que hiciera frente a las deudas. Contactaron con un empresario británico, directivo de la empresa del entonces presidente del Newcastle, Mike Ashley, dispuesto a invertir un millón de libras. «Pero Pepe Hidalgo ya tenía otros planes y dejó que el equipo fuera a liquidación», recuerda. Ese golpe -«unido a la rebeldía de la juventud», reconoce-, les llevó a fundar Unionistas. «Sin empezar a competir teníamos 1.000 socios. Tras el primer año superamos los 2.000. Hubo que ganarse la confianza pero los resultados se iban dando», explica Pescador. Aún recuerda los rumores a los que se enfrentaron: «Que si nos íbamos a quedar el dinero de los abonos, que si nos estábamos haciendo de oro... Esos eran los continuos comentarios al principio y los entiendo, porque la mayoría de gente se acerca al fútbol para eso».
Se disiparon conforme se iban encadenando ascensos hasta llegar a Primera RFEF, donde están consolidados, con las cuentas saneadas y siendo protagonistas en la Copa del Rey. Recibieron al Real Madrid en 2020 y en la pasada edición, eliminaron al Villarreal, y se plantaron en octavos de final ante el Barça. «Es cierto que nos hemos creado un nombre y que estos resultados llevan a mirar más allá y han dado a conocer nuestra filosofía», admite con orgullo.
Por eso no han faltado ofertas de compra. «Cada temporada hay llamadas de inversores para comprar el club. Y todos reciben la misma respuesta: no se vende. Estamos abiertos a inversiones, pero sin ceder nunca el control, que estará siempre en manos de los socios a través de una directiva a la que fiscalizan. Aquí nadie tiene acciones y todo se decide en asambleas», advierte.
Unionistas crece sin prisas, con dos millones de ingresos y un gasto de medio en la plantilla frente a gigantes como el Deportivo que superaba los cinco, pero no descartan llegar a Segunda. ¿Se puede llegar con esta estructura horizontal y democrática? «Creo que es posible. Sólo tendríamos que profesionalizar un poco más la estructura del club, pero en cuanto a decisiones, seríamos como el Athletic o el Osasuna».
Adiós a las Sociedades anónimas y un consejero de la afición
La actual Ley del Deporte aprobada en diciembre de 2022 recoge dos reclamaciones que protegen a los aficionados frente al régimen de Sociedades Anónimas Deportivas.
La primera es que ya no es obligatorio transformarse en empresa para jugar competiciones profesionales, sino que se podrá hacer bajo la forma jurídica de club deportivo.
La segunda, recogida en el artículo 71, es que en los consejos de las SAD debe haber «al menos un consejero independiente que deberá velar especialmente por los intereses de los abonados y aficionados». Especifica la ley que no debe verse «condicionado por relaciones con la sociedad o su grupo, sus accionistas significativos o sus directivos».