En un proceso inverso al de la vida, los vetustos récords rejuvenecen con los años hasta que alguien, al superarlos, los jubila de golpe y los recluye para siempre en la Historia. Mientras tanto, lucen una piel tersa. Según esa reflexión, el récord del mundo de los 100 metros femeninos acaba de cumplir 35 lozanos años. El 16 de julio de 1988, en Indianápolis, en el curso de los Campeonatos USA, válidos también como “trials” de selección olímpica para los Juegos de Seúl de septiembre, Florence Griffith paró el crono en 10.49.
Vestigios de otro siglo, el récord es uno de los 12 (10 femeninos y dos masculinos) establecidos en la década de los 80 de la pasada centuria que continúan vigentes. El día 26 se cumplirán 40 años del decano, el de los 800 metros (1:53.28), firmado en Múnich por la hoy septuagenaria checa Jarmila Kratochvilová.
La muerte de Griffith, en 1998, a los 38 años y oficialmente por asfixia en un ataque de epilepsia, no dejó de ser atribuida a secuelas del dopaje y reavivó la tormenta de especulaciones acerca de la limpieza de sus hazañas, completadas en Seúl con la plusmarca de los 200 (21.34), también en vigor. Pero tantas lunas después, bien entrado el siglo XXI, que tampoco se ha mostrado virginal en tan vidrioso capítulo en muchos deportes, carece de propósito ético y sentido práctico debatir sobre la pureza de las viejas e intactas marcas.
En los 80 estaban cambiando rápidamente los tiempos. Tanto que el calendario se devoraba a sí mismo. Los plazos se acortaban a fuerza de acontecimientos encadenados, a veces superpuestos. En realidad, el final del siglo XX se adelantó a 1991 con la caída de la Unión Soviética, posterior a la del Muro. Pero, todavía en los 80, la Guerra Fría, un largo período de la Humanidad desde 1945, se libraba asimismo en el deporte. En la pugna entre bloques, las medallas y los récords suponían éxitos políticos, victorias ideológicas, vehículos propagandísticos. En especial para los países socialistas, con la URSS y la RDA al frente. Y no sólo en el atletismo.
Pero centrándonos en él, dando por buena la mezcla de oro y barro en porcentajes imposibles de determinar, la conjunción de atletas absolutamente excepcionales y de torvos genios de la “medicina alternativa” desembocó en unos récords soberbios. Ahí siguen, inconmovibles, pese a los avances de todo tipo experimentados por el deporte.
Algún día se batirán. Pero puede que quienes lo hagan no hayan nacido aún.
Muy rápido para Mohamed Attaoui. Por ahora. A los 22 años y después de una fulgurante aparición en el atletismo, tiene tiempo para mejorar. El problema es que en el 800 va a tener una competencia brutal, con una de las mejores generaciones de los últimos tiempos.
Emmanuel Wanyonyi, de Kenia, es su líder y el nuevo campeón olímpico, a los pocos días de cumplir 20 años. Con 1:41.19 hizo la tercera mejor marca de todos los tiempos y se quedó a 28 centésimas del récord del mundo, en una prueba en la que hubo plusmarca de América, la del canadiense Marco Arop (1:41.20), y de Estados Unidos, a cargo de Bryce Hoppel (1:41.67). Jamás cuatro hombres habían bajado de 1.42. Moha fue el quinto (1:42.08). Es su siguiente barrera.
El español iguala el quinto puesto de Adrián Ben en Tokio, pero en pruebas muy diferentes. Ben acabó entonces en 1:45.96 en una final en la que el oro se ganó por encima de 1:45. "Me voy súper contento". Sabía Attaoui por qué lo decía. En esa coyuntura ofreció el máximo de lo que ha conseguido, metido en una criba histórica que le va a llevar a las mejores carreras en el circuito de la Diamond League y a las finales, si no se malogra. Está en buenas manos, afincado en Suiza y dirigido por Thomas Dreissigacker. Eso significa gloria y dinero.
Más piernas
"No he cometido errores, al contrario de lo que me pasó en la semifinal. Lo he dado todo y he tomado las decisiones correctas. Pero al final me han fallado un poco las piernas, a pesar de que casi he estado en mi marca personal. Corría contra grandísimos rivales. Esto me da muchos ánimos para seguir trabajando y entrenando", añadió este atleta nacido en Marruecos, pero afincado en Torrelavega desde los seis años, edad a la que llegó a España con su familia. Empezó atrás, pero en la cuerda para ahorrar metros, aunque la velocidad no le permitió realizar el 'cambio', porque el 'cambio' estaba activado desde el principio por Wanyonyi y Arop.
El 800 en el que tomaba parte Attaoui confirmó la expectativa que proclamaban los ránkings. No sólo el de la temporada, sino el de siempre. De los 10 atletas más rápidos de la historia en el 800, cuatro estaban en la pista, y no por lo que hubieran hecho en el pasado, sino este mismo 2024. Eran el argelino Djamel Sedjati, el francés Gabriel Tual, Wanyonyi y el español. Ahora lo está también Arop. Los tres primeros habían conseguido correr por debajo de 1:42. El español está a a cuatro centésimas, después de su récord de España (1:42.04). Ayer era una carrera para hacerlo, pero le faltaron piernas.
La marca la batió en la reunión de la Diamond League en Mónaco, en unos meses mágicos antes de París. La primera sorpresa la dio al colgarse la plata en el Europeo de Roma, celebrados el mismo año que los Juegos por los ajustes de fechas y campeonatos que provocó la pandemia. Las referencias de los podios, por tanto, hay que tomarlas con cautela. Las marcas, en cambio, valen lo que dicen.
Yulenmis Aguilar, durante la final de jabalina.AFP
Moha pulverizaba los 1:43.65 de Saúl Ordóñez, anterior récord de España. Eso es darle un bocado a una marca, que es como ha aparecido este atleta en el atletismo español y como lo hizo en las series de París. En la semifinal en la que no supo ubicarse y fue, en su opinión uno de sus peores 800, hizo 1:43.69. La impresión, pues, es que tiene margen de mejora si consigue dominar algunos aspectos de la estrategia de carrera, con menos tráfico en el 800 que en el 1.500, pero sin tiempo y metros para corregir los errores.
Attaoui había subido al podio continental ya como sub'23, aunque inicialmente en los 1.500. La transición, incluso la compatibilidad con el 800, era más habitual en el pasado. El ejemplo es el presidente de la World Athletics, Sebastian Coe, que ha seguido las pruebas en Saint Denis. Sus 1.41.73 son todavía la sexta marca de todos los tiempos del único atleta con dos títulos olímpicos en 1.500. Coe y Steve Ovett alternaban las distancias, mientras que las generaciones posteriores se inclinaron por hacerlo en el 1.500 y el 5.000, desde Hicham El Guerrouj a Jakob Ingebrigtsen.
A Coe correspondió el honor, como anfitrión, de ver a David Rudisha bajar de 1:41 (1:40.91) en Londres, en los Juegos de los que era anfitrión. Entonces, en 2012, un récord del mundo del futuro, como lo había sido el de Coe en 1981. Hoy, un desafío para esta nueva generación del 800 de la que Attaoui forma parte.
Águeda Marqués, tras la final de los 1.500.AFP
Más lejos de esa élite está Yulenmis Aguilar, pese a concluyó sexta en la final de jabalina (62.78) y obtuvo, asimismo, diploma olímpico. Esa marca difícilmente puede llevarla a un gran podio. Había lanzado este año 63.90, pero no pudo repetirlos en París. Thierry Ndikumwenayo, por su parte, sabía que el podio de los 5.000 estaba mucho más lejos que para Attaoui o Yulemnis, pero al menos tuvo el foco de liderar la prueba hasta que sucumbió al poder de los etíopes y a un poder superior, el del noruego Jakob Ingebrigtsen, que pasó al vuelo a los atletas de la altiplanicie africana para redimirse de su derrota en el 1.500. Águeda Marqués, undécima en la de 1.500, no alcanzó el diploma, pero sí marca personal (4.00.31). Eso es competir.
Mundial de atletismo
JAVIER SÁNCHEZ
Enviado especial
@javisanchez
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Actualizado Martes,
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2023
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