Oporto 2 Atlético 1
El equipo de Simeone no seguirá en Europa tras caer en Do Dragao, donde sólo Oblak evitó la goleada. El empate del Leverkusen le hunde hasta la última plaza del grupo
Ni el consuelo de la Europa League le quedará a este Atlético irreconocible, a este equipo con aroma de fin de ciclo, con tantos meses ahora para rumiar el fracaso, para seguir dándole vueltas a si su porvenir pasa o no por Simeone, el tótem que les devolvió a la elite. En Do Dragao fue una calamidad, derrotado y únicamente no humillado porque Oblak es un hacedor de milagros. [2-1: Narración y estadísticas]
En Oporto no sólo estaba en juego la vida, el asidero de mínimos de seguir compitiendo en Europa. Sobre la mesa el Atlético exponía su prestigio, evitar un drama absoluto, poder afrontar el porvenir inmediato con alguna motivación. Pero no salvó ni el honor, en una de las noches más tristes que se le recuerda al cholismo, arrasado de principio a fin. Cuando recortó Carrasco de gol olímpico, ni tiempo había ya para soñar con el empate.
Se trataba de sobrevivir. Y en eso, hasta la fecha, no había nadie como el Atlético. Pero fue como un castillo de naipes que se desploma con un soplido. Todo se desmoronó demasiado pronto. Un equipo bloqueado, sin fútbol y sin alma, pero también sin esa legendaria capacidad para resistir, ese amor propio que marcaba la diferencia cuando no le llegaba con el juego.
Como haciendo honor al santoral, la tarde comenzó con susto o muerte y temprano se transformó en pesadilla. Para continuar con los insólitos precedentes. Tres duelos seguidos amaneciendo con el pie torcido, con errores defensivos obscenos. Le ocurrió en la primera mitad ante el Leverkusen y a los 27 segundos en Cádiz. En Do Dragao no le había tiempo ni a desperezarse cuando Taremi ya había perforado a Oblak.
Fallos defensivos
La pasividad rojiblanca resultó alarmante, como espectadores de un partido de tenis ante el falso chut de Evanilson que sí intuyó el colmillo del delantero iraní. Estallaron las tribunas de Do Dragao, saldando cuentas pendientes, venganza de lo sucedido hace un año también en una última jornada. Minutos después, mientras atendían a Pepé, el Cholo reunió a todo el equipo, en un sintomático y llamativo tiempo muerto. Que no iba a tener ningún efecto revulsivo.
Todo lo contrario, sus pupilos, como hechizados, siguieron llegando tarde a todo. Otra pérdida (Saúl) obligó al primer milagro de Oblak. Un fallo de un Savic que deambulaba como un boxeador sonado, propició el segundo tanto del Oporto, pues Eustaquio aprovechó el pase atrás de Galeno. Y Oblak volvió a salvar el disparo de Pepé que pudo ser el tercero. Ver para creer.
El descanso no fue resorte, tampoco los cambios después, que tuvieron como primer damnificado a un Joao Félix tan intrascendente como el resto de sus compañeros. Apenas un disparo justo antes marcharse, resignado de nuevo.
Evanilson pudo sentenciar y a Griezmann le anularon un gol por falta previa de De Paul. No se jugaba a nada, porque las miradas de ambos ya se dirigían a Alemania. Sólo allí se podía confirmar el éxito de un Oporto que ganó cuatro partidos de carrerilla sin encajar un gol en busca del primer puesto del grupo y el rotundo borrón del Atlético. Y así iba a ser.
Y en esas, la noche en Oporto se volvió loca de repente. En tres minutos, tres ocasiones. Un cabezazo de Evanilson a dos metros de Oblak y otra llegada de Galeno. Entre ellas, la única clara del Atlético, una aparición de Correa que no supo definir ante Diogo Costa. Con todo abierto y sentenciado, más ocasiones locales, alguna llegada rojiblanca y el tanto postrero e intrascendente de Carrasco. Un adiós impropio con una victoria en seis partidos.