El futbolista panameño Gilberto Hernández ha muerto a los 26 años como víctima de un tiroteo entre bandas en un edificio de la ciudad de Colón (Panamá).
La Federación Panameña de Fútbol ha expresado que “lamenta el sensible fallecimiento de Gilberto Hernández, jugador del Club Atlético Independiente y de la selección de Panamá”. Además, “extiende sus condolencias a su familia y seres queridos, como así también a toda la familia del CAI y del fútbol panameño”.
Colón está viviendo una brutal escalada de violencia durante los últimos meses a causa del enfrentamiento entre dos bandas por el control de las rutas de contrabando de la droga.
La ciudad portuaria, en la que viven 40.000 personas, es un punto de tránsito para la cocaína traficada desde Sudamérica a través de Panamá hacia Europa y la guerra por el dominio de ese punto estratégico ha provocado la muerte de más de 50 personas.
El padre del futbolista ha instado a la juventud de la ciudad “a detener la violencia” y ha hecho un llamamiento a las autoridades para que pongan “en marcha proyectos para salvar a la juventud de esta violencia”.
Actualizado Miércoles,
22
noviembre
2023
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07:24Ver 9 comentariosArgentina acabó imponiéndose 1-0, propinándole a Brasil su primera derrota como local...
La constructora Gruconsa exculpa por completo al abogado externo de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Tomás González Cueto, y asegura que antes de la operación policial contra la cúpula de Luis Rubiales "ni siquiera le conocía".
La empresa a la que la Guardia Civil sitúa en el epicentro de la trama de corrupción para pagar sobornos al ex presidente del fútbol español y a su entorno directo ha presentado un escrito ante el Juzgado de Majadahonda que investiga el denominado caso Rubiales.
En él da por primera vez su versión sobre los pagos que realizó a Javier Martín Alcaide, conocido como Nene, íntimo amigo de Rubiales y a quien la Policía Judicial señala como testaferro del ex presidente federativo, pero también aborda su supuesta vinculación con González Cueto, que tilda directamente de inexistente.
Gruconsa explica que Nene "era un mero comercial", que "jamás tuvo nómina alguna ni estuvo contratado" y que se limitaba a "cobrar a éxito los trabajos que conseguía". En este sentido, y en contra de lo que sostiene la investigación, añade que "la mayor parte" de los encargos que se le realizaron "nada tenían que ver con la RFEF". Rebajando estos últimos a apenas un 3% de su facturación total.
Así, indica que, además de haberle pagado por haber conseguido obras de reforma en el estadio de fútbol de La Cartuja (operación que la Guardia Civil vincula directamente con Rubiales), subraya que los trabajos "que más facturación generaron" estaban relacionados, por citar un solo ejemplo, con la construcción de 39 villas de lujo en la localidad malagueña de Fuengirola. Esta operación, que recibe el nombre de El Higuerón, representó el "72% de toda la facturación" entre Gruconsa y el amigo íntimo de Rubiales.
En esta línea, Gruconsa niega que los pagos realizados posteriormente por Nene a González Cueto (que ascendieron a unos 70.000 euros) tengan que ver con obras vinculadas a la RFEF y añade, además, que las cantidades que intenta vincular la Guardia Civil ni siquiera coinciden. "Lo que Martín Alcaide hiciese con su patrimonio nada tiene que ver con mis patrocinados y se escapa de su alcance y esfera de control", resalta Gruconsa al desligar por completo de su actividad a este letrado, único detenido durante la operación policial contra Rubiales.
Por todo ello la constructora considera "meras suposiciones sacadas de contexto" las vinculaciones establecidas por la Guardia Civil entre Gruconsa y la directiva de Rubiales, a pesar incluso de que el hermano del jefe de los Servicios Jurídicos de la RFEF, Pedro González Segura, trabajaba en la referida constructora. De ahí que solicite a la juez el sobreseimiento de la causa en relación con la empresa.
La violencia en los aledaños del fútbol celebra un triste aniversario. Han transcurrido ya 100 años desde que un hincha uruguayo murió en Argentina cuando celebraba el oro de la Celeste en los Juegos de 1924. No hay evidencia documental precisa, pero la mayoría de investigadores considera aquella muerte como la primera. El kilómetro cero de la cultura ultra. Un fenómeno tan vivo, tan despiadado, que se actualiza día a día. Ayer mismo, la policía italiana arrestó a 19 radicales, acusados de «delitos de conspiración criminal, con el agravante del método mafioso, además de extorsión y lesiones». Entre los detenidos figuraban Luca Lucci y Renato Bosetti, jefes de la Curva Sud del Milan y la Curva Norte del Inter. Al capo nerazzurro se le vincula con la N'Drangheta, la organización mafiosa más poderosa del mundo. A Lucci, ya condenado por tráfico de drogas, se le relaciona con Matteo Salvini, vicepresidente del Gobierno de Giorgia Meloni. En mayo de 2023, los lugartenientes de Lucci acudieron a las instalaciones de Milanello en protesta por las derrotas del equipo. «Nos animaron a darlo todo», dijo entonces Stefano Pioli, técnico rossonero.
«Hoy se habla de lo sucedido en el Metropolitano entre Diego Simeone y el Frente Atlético, pero no es raro encontrar a entrenadores y jugadores disculpando algunos comportamientos de los ultras», explica a EL MUNDO James Montague, autor de 1312: Among the Ultras, A Journey With the World's Most Extreme Fans (Ebury Press, 2020), uno de los más celebrados textos sobre la materia. «Cuando estos grupos son poderosos y encuentran un espacio dentro del fútbol, ya sea en Italia, Alemania o Serbia, son un colectivo al que conviene escuchar, te guste o no», añade el británico.
A esta estrategia, precisamente, se viene sumando el fútbol francés gracias a la Instance Nationale du Supportérisme, un grupo de trabajo que incluye, desde 2017, a los Ministerios de Interior y Deportes, la Federación, la Ligue 1, un panel de sociólogos y los representantes de los ultras. «En mi país estos grupos están más estructurados que en España, donde todo parece mucho más espontáneo. Por supuesto, en el Frente Atlético también habrá un núcleo duro, pero no tan organizado como aquí», detalla a este periódico Adrien Verrecchia, uno de los autores de Ultra, mode de vie (La Grinta, 2017), un volumen de 530 páginas que aborda, entre otros episodios, la decisión del PSG de expulsar a Kop de Boulogne y Virage Auteuil, sus dos históricas facciones.
Tendencia «muy difícil de frenar»
La mayoría de estadios de la Ligue 1, creados o actualizados para la Eurocopa 2016, cuentan con las más modernas medidas de seguridad, incluidas cámaras dotadas de un zoom capaz de identificar a quien lanza cualquier objeto. «En España, desgraciadamente, todo se centra en la represión. Y considero que no tiene sentido sancionar a toda una afición por lo que hayan hecho determinadas personas. En el caso del lanzamiento de objetos nunca debemos considerarnos a salvo de una iniciativa individual. Así que, bajo mi punto de vista, no hay ninguna receta milagrosa, ninguna pócima mágica», ratifica Verrecchia.
Según los datos de la Policía Nacional, 305 ultras fueron arrestados durante las dos últimas temporadas en el fútbol español, vinculadas a delitos relacionados con la violencia. Unas cifras preocupantes, aunque por debajo de las de países como Italia. «Desde aquí, lo que sucede en España se ve como algo natural. No bueno, pero normal al fin y al cabo. En mi país sucede con toda normalidad, a pesar de las muchas leyes aprobadas para frenar lo peor del hooliganismo. Pero este fenómeno está ligado a la política y a los clubes, por lo que ahora es muy difícil frenar la tendencia», relata Diego Mariottini, otro experto en las conexiones entre fútbol y sociedad. Desde Ultraviolenza! Storie di sangue del tifo italiano (Bradipolibri, 2004) a su más reciente Dios, patria y muerte. El fútbol en la guerra de los Balcanes (Altamarea, 2021), este escritor ha estudiado las implicaciones de la ultraderecha en los estadios.
«El Frente es conocido por sus vínculos con grupos fascistas de toda Europa. Desde comienzos de los 90, cuando el presidente Jesús Gil se hizo célebre por simpatizar con ellos. En cualquier caso, se trata de un problema general, no español o del Atlético. La fascistización de las gradas se ha subestimado a lo largo de los años y ahora es un gran problema a resolver», completa el autor transalpino.
Ultras del Milan, durante el derbi del domingo en San Siro.AFP
En Argentina, en cambio, el fenómeno de las barras bravas ocupa diferentes coordenadas. Se trata también de grupos organizados mediante una estructura vertical y muy ligados a los clubes, que extendieron sus dominios a otros ámbitos como los sindicatos o los partidos políticos, aumentando su cuota de poder y alcanzando ingresos millonarios. Sin embargo, el perfil ideológico queda más difuso. «En los 80 y 90, los episodios de violencia tenían que ver con enfrentamientos entre barras de clubes rivales, pero a comienzos de siglo, con la prohibición del público visitante, evolucionó hacia peleas entre facciones de la barra del mismo equipo. A diferencia de Europa, en estos choques asoman muchas armas de fuego, lo que aumenta la cifra de muertos», apunta a este diario el sociólogo Nicolás Cabrera.
«Lo sucedido con Simeone y Koke representa otro ejemplo de que los actores del fútbol nunca se hacen cargo de la violencia que ejercen. Hay cero autocrítica. La violencia siempre está en el otro. Los veo más preocupados de llevar el agua a su molino que de construir un fútbol cada vez más tolerante, inclusivo y pacífico», sostiene Cabrera, argentino radicado en Brasil, cuya labor docente se circunscribe al Observatório Social do Futebol, en la Universidade do Estado do Rio de Janeiro.
«el enemigo de mi enemigo...»
Al igual que Verrecchia, Cabrera aboga por un «sistema individual de punición», como el ofrecido por el Programa Tribuna Segura. Toda persona que accede a un estadio argentino debe identificarse con su número de documento, por lo que si cuenta con antecendentes penales o asuntos pendientes con la Justicia, su entrada queda automáticamente invalidada. Y si alguien participa en una pelea, las cámaras recogen su imagen y se le prohíbe asistir a más partidos.
De regreso a nuestro continente, una de las lecciones que nos dejó la pasada Eurocopa de Alemania, fue ese fluido intercambio de la cultura ultra. La violencia entretejida por sus correligionarios. «Se trata de una red internacional basada en valores culturales o políticos compartidos. Pero el factor más importante es saber quién ejerce como antagonista, dado que aquí rige una ley: el enemigo de mi enemigo es mi amigo», ilustra Montague, antes de regalar otro ejemplo. Si el Frente Atlético se relaciona con radicales de la Roma se debe, en gran parte, a que Ultra Sur mantiene cierta amistad con los del Lazio. «A menudo es más importante contra quién estás que a quién apoyas», zanja.
«La cultura ultra no es conocida en España por sus grandes tifos o espectáculos pirotécnicos, aunque sí refleja las ideas de una parte de la comunidad. En el caso del Frente Atlético, la extrema derecha. Los ultras españoles son, en gran medida, una mezcla de la estética italiana y la política de su país», concluye Montague. Según su citado libro, el fenómeno ultra se afianzó por primera vez en Italia a finales de la década de 1960 y desde allí se fue extendiendo por Europa. Esa cultura llegó a España tras la muerte del dictador, con una influencia muy marcada por los aficionados ingleses e italianos presentes en el Mundial de 1982. Aquel mal sueño de hace cuatro décadas vuelve hoy a aterrorizarnos.