Sergi Borrell (Barcelona, 1959), ex árbitro y ex jugador internacional, una de las referencias del arbitraje mundial de waterpolo, falleció este jueves a los 64 años, según informó la Federació Catalana de Natación (FCN).
Borrell dirigió durante su carrera una final olímpica, la de Londres 2012, y dos finales en Mundiales (2007 y 2013). Comenzó jugando a waterpolo en las filas del CN Sant Andreu y con veinte años se sacó el título de árbitro, una carrera que empezó cinco años después.
En 1987 empezó a arbitrar al máximo nivel. Internacionalmente debutó a lo grande en los Juegos de Barcelona, cuando fue juez de gol. Su conocimiento de este deporte, adquirido como jugador, le permitió llegar a lo más alto en el mundo del arbitraje.
Dirigió partidos desde los Juegos de Atenas 2004 hasta los de Londres (2012), pero también arbitró en Campeonatos del Mundo y de Europa. En el plano continental, en 2001 dirigió las finales masculina y femenina en Budapest.
Dejó de arbitrar en 2014. Además de vocal de waterpolo del Colegio Nacional de Árbitros y actual responsable de los delegados federativos del Área de Waterpolo Real Federación Española de Natación, Sergi Borrell fue miembro de la Junta Directiva de la Catalana, presidente del Comité de Waterpolo desde 2018, vocal de waterpolo del Comité Catalán de Árbitros (2004-08) y miembro de la Asamblea de la RFEN (2008-12).
Si la historia del Girona, que logró clasificarse por primera vez en su historia para la Liga de Campeones tras firmar una brillante temporada 2023-24 fue sorprendente, la del Brest lo es mucho más. El Stade Brestois 29, tal y como se le conoce de manera oficial, nació en 1950, fruto de la fusión de varios equipos de esta localidad francesa, se estrenó en la primera división gala en el curso 1979/80 y logró permanecer allí hasta 1991, cuando fue descendido por motivos económicos.
En 2010, 19 años más tarde y después de que toda una figura como Franck Ribéry pasara brevemente por sus filas en la temporada 2003/04, consiguió volver por primera vez a la élite, aunque fuera solo por tres cursos. Ahora, tres firmar su último ascenso en 2019, encadena ya seis temporadas consecutivas en una Ligue1 donde es la auténtica cenicienta de la competición, con un presupuesto que ronda los 48 millones de euros. Algo que, a pesar de todo, no le impidió acabar la temporada pasada como tercer clasificado, por detrás solo del PSG y el Mónaco, y firmar así un sorprendente estreno en Europa por la puerta grande.
Por mucho que Denis Le Saint, su presidente desde 2016, y su hermano Gerard, copresidente y responsable de Marketing, Comunicación y Eventos, sean los dueños de una gran distribuidora de alimentos que abastece tanto supermercados como restaurantes, su gestión económica no se ha caracterizado precisamente por estirar más el brazo que la manga. Hasta tal punto, que el club apuntaló la plantilla el pasado verano gastándose 13 millones de euros después de cerrar ventas por valor de 18.
Una de sus incorporaciones destacadas es la del joven central franco maliense Soumaïla Coulibaly, formado en la cantera del PSG y que llegó al club en calidad de cedido por el Borussia Dortmund, después de que su nombre estuviera en la agenda del Betis como posible refuerzo. En el capítulo de bajas, mientras, la más sorprendente fue la marcha del joven delantero francés Jérémy Le Douaron, quien prefirió aparentemente recalar en el Palermo, ahora en la segunda división italiana, en lugar de tener la oportunidad de jugar en la Champions.
El principal artífice del gran hito histórico del Brest, en este caso, está en el banquillo. Éric Roy, cuya carrera como futbolista le llevó a pasar por las filas del Rayo Vallecano, entre otros equipos, se hizo cargo del equipo en enero de 2023 en principio para salvarlo del descenso.
Un técnico salvador
Su elección sorprendió a propios y extraños puesto que, aunque había estado ligado al mundo del fútbol hasta 2020, llevaba ya más de 11 años sin ejercer como entrenador. No solo consiguió el objetivo, sino que, además, lo hizo con cierta holgura, colocando al equipo en la decimocuarta plaza.
El curso siguiente desató el delirio, al lograr una más que merecida tercera plaza con 17 victorias, 10 empates y siete derrotas en 34 encuentros en los que los suyos marcaron 53 goles y encajaron 34. Ahora, aunque las cosas no le van tan bien en casa, se planta en el duelo frente al Barça como cuarto clasificado de la liguilla de la Champions, con tres victorias (frente al Sturm Graz, por 1-2, el Salzburgo, por 0-4 y el Sparta de Praga, por 1-2) y un empate (1-1) en su estadio frente al Bayer Leverkusen de Xabi Alonso, con la aspiración de hurgar en la herida de un conjunto azulgrana que suma una derrota y un empate en sus dos últimos partidos de Liga.
Éric Roy, técnico del Brest, en el entrenamiento de este lunes.JOSEP LAGOAFP
Tras el espectacular inicio en la competición doméstica, el Barcelona llega al encuentro tocado tras ver neutralizada en tres minutos la ventaja de dos goles que tenía ante el Celta en Balaídos. «Yo quiero ser positivo. En mi opinión, tenemos que aprender de lo que ha pasado. Tenemos mucha calidad y hay que demostrarla en el campo, pero el nuestro es un equipo joven y aún está en proceso. Lo que está claro es que no vamos a cambiar nuestra forma de hacer las cosas», señaló Hansi Flick en la rueda de prensa previa a un partido en el que no podrá contar ni con Lamine Yamal, que sigue de baja por sus molestias en el tobillo, ni con Alejandro Balde, aquejado de problemas musculares.
«Nuestro rival lo está haciendo muy bien. Han ganado muchos puntos y su evolución es positiva, son un buen equipo y tenemos que estar muy centrados para poder ganarles», recalcó el técnico, quien es muy consciente de la importancia de las victorias en este nuevo formato de la Champions.
«No sabemos qué pasará al final, por eso hay que ganar. Si lo conseguimos, estaremos en buena situación, aunque todavía faltarán algunos partidos más por jugar», señaló. «Lo importante es estar bien conectados, tanto en defensa como en ataque», sentenció.
Crespones negros, minutos de silencio y partidos aplazados en una triste eliminatoria de Copa del Rey. Encuentro jugados con desasosiego, como el disputado por Las Rozas y Sevilla. El equipo andaluz, jugando sin gran intensidad, se impuso por 0-3, con goles de Luis Méndez (en propia meta) y de Iheanacho (dos). García Pimienta aprovechó el compromiso para dar oportunidades a los menos habituales en su once inicial. Una cita sin apuros para un equipo que en Primera no termina de coger el ritmo.
Las Rozas, conjunto de Preferente de la Comunidad de Madrid, especialista en la formación de jugadores (por allí han pasado, entre otros, Marcos Llorente, Antonio Núñez o Mejía) no se arrugó ante un rival superior y hasta el último instante mostró sus buenas maneras. Álvaro Escolano, con un lanzamiento desde la frontal del área, e Iván Quivira, con un cabezazo a la salida de un córner, pusieron a prueba a Álvaro Fernández, que supo mantener imbatida a su portería.
Antes del comienzo del partido, se entregó una placa conmemorativa a Jesús Navas por su larga y brillante trayectoria profesional.
Penalti errado por Óscar Rodríguez
Mas dificultades para conseguir el pasaporte para la siguiente eliminatoria copera encontró el Leganés en su enfrentamiento con el modesto Ciudad de Lucena. Venció por 1-2, pero nunca se sintió cómodo la formación preparada por Borja Jiménez, que es 14ª en la Liga. En la primera parte, Óscar Rodríguez erró un lanzamiento de penalti. Lo mismo hizo Munir, pero aprovechó el rechace del portero Iván Morales para adelantar a su equipo. El segundo tanto de los visitantes lo anotó Juan Cruz. El gol del Lucena fue obra de David Agudo.
Dominó, pero sin aplomo el Leganés. El Ciudad de Lucena, que se encomendó a los contragolpes de Joseliyo para buscar el empate, apretó en el último tramo y hasta el final, los 1.800 espectadores presentes en el estadio del equipo andaluz, soñaron con el empate.
Una cita con la Copa que pretende servir como terapia para equipos grandes que transitan con rumbo errático en Primera, como el Girona, que goleó al Extremadura por 0-4, con tantos de Bryan Gil, Arnau y Miovski (dos). Tampoco tuvo dificultades para vencer el Celta al San Pedro, por 1-5, con goles de Alfonso González, Pablo Durán, Allende y Douvikas (dos).
«Pido jugar con seriedad»
El Sporting de Gijón también cumplió con su condición de favorito y venció al Numancia (0-1). El Burgos se impuso (2-5) al Móstoles, y el Salamanca al Alcorcón (1-0).
Una Copa en la que el Betis quiere ofrecer la buena imagen de la Liga. Este jueves se mide al modesto Gévora, de la provincia de Badajoz. A pesar de la diferencia presupuestaria entre ambos rivales, Manuel Pellegrini apela a la prudencia y proclama el respeto al adversario: «Afrontamos este debut en la Copa con ilusión, igual que hacemos en todas las competiciones, por eso pido jugar con seriedad». El chileno también añadió que espera que el duelo esté dominado por «exigencias de rendimientos individuales» y por eso ha convocado a jugadores poco habituales que no deberían dejar pasar esta oportunidad, como el portero Fran Vieites, que será titular, y los jugadores del filial Guirao, Jesús Rodríguez y Mateo.
El fuego cruzado de reproches entre McLaren y Red Bull aumentó en Austin con tal grado de crudeza que la FIA tuvo que intervenir de urgencia. Zak Brown, jefe de la escudería de Woking, hablaba de una "violación masiva" de las reglas y Helmut Marko replicaba con su habitual acidez, refiriéndose a las "lagunas mentales" de Lando Norris. Así que Nikolas Tombazis, jefe de monoplazas de la FIA, quiso salir al paso para aclarar la postura del organismo rector. "No tenemos ningún indicio ni prueba de que haya ocurrido nada indebido". Sin embargo, el estruendo de la tormenta aún azotaba ayer sobre el paddock del Circuito de las Américas.
El caso de la quilla delantera, un truco que habría permitido a Red Bull una sustancial ventaja al variar la altura de su coche, supone el último ejemplo de cómo los equipos de la Fórmula 1 intentan doblegar al reglamento. Desde su misma génesis, esta lucha ha formado parte de las carreras. Lo hizo Brabham en 1978 con un ventilador que literalmente succionaba a su coche contra el asfalto, lo hizo McLaren en 1998 con un sistema de frenado que incluía dos pedales en el cockpit y lo hizo BAR Honda en 2005 con un depósito extra de combustible que le permitía competir por debajo del peso mínimo. Sin embargo, en el inabarcable catálogo destacan tres casos emparentados con la célebre pieza del RB20.
Probablemente, el más genuino sea aquel Benetton B194 construido por Ross Brawn y Pat Symonds. Un monoplaza que incluía un modo oculto en su menú, llamado Opción 13, con el que Michael Schumacher podía activar el control de tracción, prohibido por entonces. Al igual que ahora, la investigación de la FIA no pudo demostrar que ese software se hubiese utilizado. De nada sirvieron las quejas de Ayrton Senna. Tampoco los comentarios sobre las irregularidades en sus repostajes. No hubo sanción alguna y El Kaiser, a las órdenes de Flavio Briatore, acabaría conquistando el primero de sus siete títulos.
Cambiar a mitad de temporada
Unos años más tarde, la figura de Briatore también se vio salpicada por culpa del mass damper, un sistema de amortiguación que hacía volar a Fernando Alonso en el Mundial 2006 (seis victorias y tres segundos en las nueve primeras carreras). Aquel peso suspendido dentro del Renault optimizaba su rendimiento en las zonas bacheadas. Era la conjunción perfecta con los neumáticos Michelin. Por supuesto, Ferrari y McLaren copiaron la idea. Y como no encontraron resultados similares, cuestionaron su legalidad.
En el GP de Alemania, los comisarios dieron el visto bueno, pero sólo tres semanas después, el Tribunal de Apelación de la FIA desautorizó su uso. Tras esta decisión se intuía un trato de favor hacia Schumacher, que venía de enlazar tres victorias seguidas. Retirarse con una octava corona quedaba más cerca gracias a una reinterpretación de la norma a mitad de temporada. Renault, que cifró su déficit en tres décimas por vuelta, se vio perdida, pero Alonso impuso su coraje en las cinco últimas carreras.
Quizá ningún coche campeón se mostró tan vulnerable como aquel R26. O quizá Jenson Button, campeón del mundo en 2009, piense lo contrario. El británico, bajo la tutela de Ross Brawn, protagonizó una de las temporadas más asombrosas de la historia gracias a un dispositivo aerodinámico: el doble difusor. Brawn había usado el dinero de Honda para desarrollar un monoplaza innovador y terminó comprando su estructura por una libra. Sus ingenieros japoneses encontraron una zona gris del reglamento para multiplicar la carga aerodinámica en la parte trasera del coche. Aunque Williams y Toyota empezaron también el Mundial con ese doble difusor, sólo Brawn GP encontró un equilibrio crucial para la estabilidad. Button se impuso en seis de las siete primeras carreras. En las 10 últimas apenas hizo dos podios. Suficiente para alzarse con el título ante Sebastian Vettel, el joven estandarte de Red Bull.
"Para satisfacer algunas paranoias"
"Si reflexionamos sobre la temporada, el daño se produjo en el primer tercio. Y el doble difusor tuvo un gran impacto", lamentó entonces Christian Horner, jefe de la escudería austriaca. Dos años después, la FIA eliminaba cualquier rastro de ese elemento en la parrilla. Este fin de semana, el team principal británico justificaba la inclusión de la quilla en el RB20 con cierto sarcasmo: "Figura en una lista de código abierto, a disposición de todos durante los últimos tres años. Quizá todo esto sirva para satisfacer algunas paranoias en otros lugares del paddock". Parecía más que satisfecho con las explicaciones de Tombazis: bastará un sello que cubra el dichoso dispositivo para facilitar una futura detección.
Mientras tanto, sobre el asfalto texano, Verstappen elevaba el listón con la pole del viernes y el triunfo en la sprint race del sábado. Casi tres décimas de ventaja en el ritmo de carrera sobre McLaren, donde Lando Norris volvía a cometer otro error en la última vuelta ante Carlos Sainz. Ahora queda por ver si Mad Max logra volver a la senda de la victoria, después de ocho carreras de sequía. En toda la historia de la F1, el único campeón con una racha tan larga sin victorias fue Button.