Dos minutos y 21 segundos le costó a Robert Lewandowski acabar con varias cuentas pendientes con las que él y el Barça llegaban al Bernabéu. El equipo llevaba demasiado tiempo sin ganar al Real Madrid y desde aquel 2-6 de 2009 no había sido capaz de hacerlo por cuatro goles de diferencia. A eso se sumaba que el polaco nunca le había marcado. No lo había conseguido aún en las dos temporadas que viste de azulgrana y, de manera letal, no sólo inclinó el partido para el Barça en el minuto 54, sino que agrandó la ventaja en el 56 sin que el Real Madrid se hubiera recuperado del golpe. Y aún tuvo el hat trick en un regalo de Raphinha que estrelló en el palo en el remate más fácil que tuvo. No hizo falta porque con él se activó todo el tridente letal: a la fiesta se le unieron Lamine Yamal y el propio Raphinha para completar la semana más feliz.
Diez goles ha marcado Lewandowski en los últimos cinco partidos y ya suma un total de 17, 14 de ellos en Liga, a los que hay que añadir tres asistencias, y otros tres tantos en Champions. Si hay un futbolista que encarna la revolución de Hansi Flick en el Barcelona, ése es Lewandowski. Ambos se conocían de sobra y si técnico sabía perfectamente todo lo que le podía dar el atacante, el jugador tenía claro que se iba a vivir más feliz más arropado en el área. No iba a tener que esperar a largas posesiones hasta que le encontraran porque este nuevo Barça iba a transitar con rapidez y su tarea era estar siempre preparado.
Lo hizo para controlar el preciso pase de Marc Casadó y lanzarse a la carrera contra Lunin y también con ese giro preciso de cuello para cabecear el perfecto centro de Balde. En la primera parte ya había regalado una asistencia de espuela extraordinaria que dejó a Lamine Yamal solo ante el meta ucraniano del Real Madrid.
Lewandowski es una amenaza que se acrecienta cuando se asocia con Lamine y con Raphinha. El capitán es, con diez goles y diez asistencias, uno de los jugadores más decisivos de este Barça. Le costó ver puerta en el Bernabéu, pero lo logró. Erró una clara ocasión en la primera parte que, por egoísmo, no ofreció a Balde. De eso quizá aprendió y no dudó en buscar a Lamine para que marcara el tercero humillando a Mendy. Es el quinto gol del canterano, el primero ante el Real Madrid y el que le convierte en el jugador culé más joven en marcar al eterno rival, desbancando a Ansu Fati, que lo hizo con 17 años y 359 días. No cesó de buscar las cosquillas a Mendy y luego a Fran García. Aún quedaba el premio para Raphinha. No tuvo muchas posibilidades de correr, pero cuando lo pudo hacer, no falló picándola ante Lunin para cerrar la fiesta. "Es una barbaridad la cantidad de goles que metemos", confesaba al final del partido el guardameta Iñaki Peña.
El cambio de Flick
Buena parte de la contundente victoria del Barça se coció en el vestuario, cuando Flick entendió que el fuera de juego no iba a ser siempre un aliado. Su equipo vivió al filo del alambre durante demasiado tiempo, sobreviviendo a las zancadas de Mbappé para encarar a Iñaki Peña, incluso batirle, porque siempre las iniciaba adelantado. Eso no impidió que el meta azulgrana se luciera con algunas manos que quizá disipen dudas.
Hasta siete veces cayó el francés en posición anti reglamentaria para mantener con vida a un Barça que ya no se siente extraño viviendo a 50 metros de su portero. "Cuando llegó Flick nos dijo que la línea no se podía tirar atrás. En este partido, contra los jugadores más rápidos y más potentes, no hemos recibido goles. Eso demuestra que la idea encaja con nosotros", confesó Iñaki Peña. El portero era uno de los ocho españoles en el once, la mayoría con poca experiencia en el rugido del estadio madridista en los Clásicos. El de más experiencia en los Clásicos, Pedri, con ocho. Entre los debutantes, Casadó, a quien no le pesó e incluso se atrevió con un pase de tiralineas que encaminó a Lewandowski al gol.
Pero, ante el riesgo, Flick buscó cambiar algo y optó por ponerle pausa al partido con De Jong entrando por Fermín. Más pelota y la misma idea de empujar al Madrid hacia su área y de aumentar, primero con Pedri más cerca del área y luego sumando a Dani Olmo, el peligro. Bellingham ya no podía frenar a Balde con la misma frescura, Mendy sufría y Militao y Rüdiger tenían no sólo a Lewandowski, sino también la amenazada de dos medias puntas con pegada.
El plan del alemán salió perfecto y su equipo salió con más cara de líder de un estadio que se le atragantaba y con una victoria histórica ante el Madrid de Mbappé y Vinicius. Tanto que, pese al enfado del Ancelotti, lo celebraron en la banda y en el vestuario.