Al Barça le gusta coquetear con el infierno y los Williams, se convirtieron en los barqueros que le ayudó a cruzar al inframundo. La energía del Athletic, encarnada en la presión del joven Jauregizar, la fuerza de Villalibre y la endiablada velocidad y hambre de Iñaki y Nico, le llevó a su quinta semifinal consecutiva de una Copa que siempre roza pero nunca atrapa. [Narración y estadísticas (4-2)]
Volvió a sacudirse de un plumazo a los azulgrana, capaces de bajar un círculo tras otro del averno sin abandonar la esperanza del regreso al mundo de los vivos. La resurrección como acicate para el equipo de Xavi Hernández. No siempre lo consigue ni agarrándose a la épica como potente activador de ilusiones. Es cierto que si la desencadena uno de los genios imberbes criados en La Masía, el efecto se multiplica. Aunque no dure siempre.
Para saber más
“A partido único en campo contrario es difícil”
Este Barça pirotécnico se ha acostumbrado a sufrir para ganar duelos que ellos mismos se complican sin arrancar a sudar. Más de una docena de veces han necesitado remontadas para enmendar un error en el primer minuto de juego. Eso le pasó en San Mamés, engalanado y vibrante. Un error defensivo en cadena provocó que Guruzeta marcara a los 36 segundo el primer gol. Acaba de echar a rodar el balón cuando Nico ya le enseñó los dientes a Koundé, Sancet amagó solo en el punto de penalti y en el segundo palo apareció Ares para que, sin que Christensen pudiera evitarlo, apareciera el delantero y batiera a Peña. Aún con legañas, el Barça perdía y volvió a verse apurado con un centro que no cazó Guruzeta.
Pared involuntaria
Se intuía por dónde el Athletic iba a hacer daño, con la explosividad de Nico, pero no consiguió Valverde que su equipo creciera, incluso con el segundo palo para los azulgrana, que fue la lesión de Balde, obligando a Xavi a volver a alinear a Hèctor Fort, otro adolescente en su once.
Como si hubiera sonado un gong, llegó la reacción culé. Christensen vio la carrera de Ferran en la orilla izquierda, quebró, buscó a Pedri que en el control se topó con Paredes y el rechace lo transformó Yuri en una pared a Lewandowski, que no falló. 26 minutos y a trompicones, pero estaban en el partido.
El poder de la épica lo multiplican los héroes. Los del Athletic tardarían en aparecer y el Barça lo tiene en otro púber. Con 16 años, Lamine Yamal rescató al equipo. Lo lanzó Koundé pegado a la banda derecha, buscó área sin que nadie saliera al paso y, cuando iba a estrellarse contra la muralla, soltó un zurdazo que ni vio Agirrezabala.
Nico, ante Fort
Reaccionó el Athletic y forzó a Peña a sacar una mano felina mientras Nico cambiaba de banda para buscar las cosquillas de Fort. La oportunidad le llegó tras el descanso. Sin miedo, Valverde sumó más pólvora con Unai Gómez y dejó al Barça sin pelota durante 10 minutos, hasta que se encontró con el empate. Yuri se escapó, se apoyó en Nico que puso un centro telegrafiado para el testarazo de Sancet que batió a Peña. Todo el centro del campo culé se volvió transparente ante la ausencia de balón.
Las trabas rojiblancas no cesaron ni cuando Lewandowski vio a Yamal a la espalda de la defensa. Su endiablada carrera para encarar la portería local hizo contener la respiración en la grada, aliviada cuando cruzó en exceso su remate.
El duelo se abrió, porque lo dominaban los leones pero ni un tiro de Nico desde la frontal ni el remate mordido de Sancet les dieron ventaja. Con el Barça desnortado, algo que no arregló un desaparecido Joao Félix, Yamal era la única esperanza para evitar la prórroga.
En su magia confiaba el Barça olvidándose de que la madurez suele pasar por el error. Tuvo la picardía de robarle la pelota a Paredes y encarar a Agirrezabala, pero otra vez cruzó en exceso su derechazo. Era el minuto 88 y el tiempo añadido ya asomaba. Con más aire y más fe, el Athletic quiso más esta Copa y primero Iñaki, con un tiro que cazó tras escupirlo el poste, y después Nico, a placer. Los Williams se la dieron.