El 27 de julio de 2021, en el pabellón Ariake de Tokio, la mente de Simone Biles se separó de su cuerpo y le mandó parar en medio de los Juegos Olímpicos. La diosa de la gimnasia, con cuatro oros en su palmarés, hizo su primer salto en el concurso por equipos y se despidió. Lo que se rompió en Japón se recompuso en en el Arena Bercy de París el pasado mes de agosto, de donde salió de nuevo en el Olimpo con tres oros, una plata, una sonrisa energizante y un reto cumplido: recordarse que todavía podía hacerlo.
Tres años antes había admitido públicamente un colapso, los temidos twisties, que ponía en riesgo su salud mental y también la física. Cargaba un peso sobre los hombros que no podía soportar. Fue un gesto valiente, pero que tuvo que digerir. Biles se refugió en su casa en Spring (Texas), encerró los maillots y las medallas en un armario y se alejó de los gimnasios y de la ansiedad que le provocaban durante casi dos años.
Entretanto aprendió a domar a sus demonios con terapia y a vivir como una mortal. Hasta quiso ser sólo la mujer del jugador de fútbol americano Jonathan Owens, con quien consolidó su relación y se casó en abril de 2024. Para entonces, ya se volvía a sentir gimnasta y empezaba a visualizarse en los Juegos de París porque había regresado a lo grande en el Mundial de Amberes: oro en el concurso completo individual y por equipos, también en barra, en suelo y una plata en salto. Biles había vuelto, y lo había hecho exhibiendo un salto propio que nadie había intentado en competición: un Yurchenko con doble carpado.
París la recibió con los brazos abiertos y todo fue diferente al recuerdo de Tokio. Ni siquiera la expectativa que creó su regreso la despistó. En la grada, sus mayores apoyos: sus padres y su marido, con un permiso especial de los Chicago Bears para apoyar a la estrella americana. Nadie se quería perder su regreso, desde deportistas como Serena Williams, Zinedine Zidane o Nadia Comaneci a famosos como Bill Gates o las actrices Natalie Portman o la australiana Nicole Kidman. No quedaron defraudados. Biles brilló y se liberó.
Se colgó el oro en el concurso completo individual, también junto a sus compañeras del equipo estadounidense y en salto, donde ninguna otra pudo acercarse. Ejecutó rozando la perfección el doble salto Yurchenko, bautizado ahora con su hombre, que es el más difícil de la gimnasia femenina. Hay que realizar un giro sobre el trampolín, un salto con las manos hacia atrás sobre la mesa y, a continuación, se catapulta en una doble voltereta hacia atrás con las piernas estiradas hacia delante. La americana lo bordó para confirmar que su cuerpo y mente estaban perfectamente alineados. Ni siquiera importó que fallara en la barra y que se le escapara el oro en suelo, que fue para la brasileña Rebeca Andrade. La plata también la celebró.
«Había mucho en juego para mí personalmente, porque tenía mucho que demostrarme a mí misma, pero una vez que todo terminó, me sentí muy liberada. Creo que son las emociones después de los Juegos Olímpicos: te sientes en un punto tan alto que no puedes liberarte de verdad hasta que han pasado», aseguró la americana después de la competición en la segunda parte de su documental Rising que rodó para Netflix durante la fase de preparación y en los Juegos.
Biles ha aprendido a vivir con la presión de ser siempre medida con la vara de los mejores deportistas dela historia, si no bate récords. «No me importa si no creen que soy la mejor. Siento que he sido bastante humilde durante toda mi carrera, así que sigo pensando que hay gimnastas increíbles que han allanado el camino para que podamos hacer lo que hacemos… Y creo que nosotras hemos allanado el camino para las generaciones más jóvenes», advierte.
La gran pregunta es cuál será su futuro, si llegará a los Juegos Olímpicos de 2028 que se celebran en Los Ángeles. Ella, con 27 años, mantiene la incógnita: «Nunca sabes lo que puede pasar en cuatro años. Hay que esperar». Y es que ha aprendido a cuidar las pequeñas cosas.
Acabada la gira de exhibición como campeonas olímpicas por Estados Unidos, se quiere centrar en su colaboración con causas sociales y en su vida personal junto a su marido. «Por primera vez vamos a pasar tiempo de calidad desde que nos casamos. Simplemente queremos apreciar esos momentos, mudarnos a nuestra casa en Chicago y convertirla en nuestro hogar», dejó claro en una de sus últimas entrevista en la televisión estadounidense. Todos la esperarán. Faltan cuatro años y, aunque Biles tendrá 31 años, todos esperarán rendir homenaje a su diosa.