Los ‘playoffs’ de la ACB no han podido empezar de forma más atípica e inesperada, con dos partidos inaugurales como para frotarse los ojos.
El potente Baskonia, equipo de Euroliga, segundo de la temporada programada tras ese Barcelona al que se le han atragantado todas las citas clave, caía a su vez en su propia cancha frente a un Joventut que ya no está abonado a las proezas y que había acabado en un discreto séptimo puesto. Y el Real Madrid, que algunos podrían considerar desmotivado tras sus enormes proezas antes de la Final Four europea y durante ella, vistas sus dificultades contra un Betis descendido a la liga LEB, nuestra segunda división, sometía al ambicioso y reforzado Dreamland Gran Canaria a un auténtico tormento en el primer partido de su serie al mejor de tres.
No hay nada definitivo pero el Granca, y sobre todo el Baskonia, tienen mucho terreno que recuperar. Y, desde luego, un Baskonia que depende de dos jugadores pequeñitos es algo que no recordábamos.
El equipo vasco ha funcionado muy bien esta temporada en la ACB, aunque no tanto en Euroliga, con una rotación muy inhabitual en él: sus estrellas han sido dos bases-escoltas pequeños, Markus Howard y Darius Thompson, que han compensado unas actuaciones bastante medianas de los jugadores interiores a las órdenes de Joan Peñarroya. Pero que llegue otro pequeñito, el osado Kyle Guy, que tira muy bien pero sólo promediaba 12 puntos en la ACB, y les encasquete 36 puntos y les mande a una inapelable derrota en el Fernando Buesa Arena es, a la vez, algo imprevisible y ominoso.
En esa otra eliminatoria, el Madrid ha vuelto a demostrar que al fin está en sintonía con Chus Mateo, con sus cambios de rotación y sus defensas alternativas. Creen los unos en los otros, y han perdido todo temor a unos rivales que hace un mes les hacían sufrir. Sí, contra el Betis se notó el relajamiento tras el triunfo continental, pero aun así sacaron fuerzas cuando un rival mejor de lo que su clasificación indica se jugaba la permanencia. Y ante el Granca, equipo con buenos jugadores en todas las posiciones, regresó el gran juego de la Final Four, con sus tapones, sus rebotes, sus triples y sus contraataques. Ahora el Madrid se ha dado cuenta de que su peor enemigo puede ser su propia desconcentración: cuando se vuelca, gana. Y los rivales ya lo saben también.