Internet es traicionero, pero se ha convertido en nuestra propia memoria. Si uno busca en Google «Campeones del Mundial de Francia 1998» las primeras imágenes son de Zinedine Zidane levantando la Copa del Mundo rodeado de todos sus compañeros. Icono y leyenda de esa generación y de la historia del fútbol galo, Zizou marcó dos goles aquella tarde contra Brasil, pero no fue el primero en levantar la copa. El capitán era otro: Didier Deschamps, cuyo nombre hay que incluir en la búsqueda para encontrar su imagen elevando el trofeo.
El mismo Deschamps que ahora, 26 años después, tras haber conquistado otro Mundial como entrenador y acumular más de una década como seleccionador, sigue sin tener todo el cariño del pueblo francés, del vestuario del 98, de los periodistas y de los jugadores actuales. Estos últimos, revueltos ante las elecciones mientras él capea el temporal como soldado de la Federación Francesa. Para muchos, incluidos aquellos de la plantilla del 98, es un traidor.
«Me dan igual las críticas. No leo, no escucho. Puedes decir que soy un mamón, no es un problema. Si se va de las manos tomo acciones legales y ya está», explicó esta misma semana. La realidad, preguntando en la concentración de Francia en Paderborn, es que «Didier sólo quiere ganar. El resto le da igual». Y Didier, criticado e insultado, ha ganado, aunque no todo lo que gustaría en Francia y no todo lo que promete la mejor lista de jugadores del mundo.
Cuartos de final en 2014, finalista en la Euro de su país en 2016, campeón del Mundial 2018, octavos de la Eurocopa 2021 y de nuevo finalista del Mundial en Qatar. Quizás a raíz de esa frase que tantos firmarían han llegado la mayoría de sus problemas. El estilo de juego, la defensa, la ausencia de Benzema durante años, su vuelta cuando se convirtió en el mejor jugador del mundo, su fría relación con la prensa, sus discusiones con antiguos compañeros, su forma de llevar el vestuario... Una serie de situaciones que han derivado en algunos insultos demasiado exagerados, como «racista» o «dictador». «Nada de eso», admiten los periodistas galos en Alemania. «El caso Benzema dividió a la sociedad. Le llamaron 'racista', le hicieron pintadas... Le afectó mucho. Pero mira, cuando Karim se convirtió en el mejor del mundo, le volvió a llamar. Fue pragmático», resume Jeremy Jeanningros, de L'Equipe.
«Deschamps nunca será Zidane, eso está claro. Pero es una leyenda», explica Denis Menetrier, de Le Monde. «Zidane representa algo más. Es único, pero aún no ha sido seleccionador de Francia. Didier es una leyenda. Sólo le falta una Eurocopa para tener todo el traje, pero la gente quiere ganar y ganar con estilo». Claro, la Eurocopa.
Una Eurocopa salpicada por las elecciones y el enfrentamiento del vestuario contra la ultraderecha. Igual que en 1998. Y de nuevo, como en 1998, con Deschamps en el medio. De capitán a técnico. Del lado de una Federación que en palabras de su presidente, Noel Le Graet, criticó a Zidane. «No le cogería el teléfono a Zidane», dijo el directivo, que defendió a Deschamps y provocó un cisma en el vestuario del 98. «Deschamps no siempre viene a las comidas para celebrar el Mundial. Ha elegido su bando, la Federación», dijo Dugarry. «Tenemos un grupo de WhatsApp y hablamos. Le Graet tocó a nuestro Zizou... Pero él no está en el chat», añadió, refiriéndose al seleccionador.
En el césped, las críticas son feroces e incluso se ha creado una expresión malsonante para definir su «suerte» comparándola con el órgano sexual femenino: «La chatté à Dédé». «No me molesta en absoluto. Nunca me ha molestado. Puede ser peyorativo o se puede resumir como simple suerte. Una vez puede pasar con suerte y azar, pero cuando se repite, hay menos probabilidad. Me lo tomo con sorna y humor, también soy un charlatán. Espero que me acompañe durante mucho tiempo», bromea él.
Deschamps ha ido relajando su relación con el vestuario durante esta década. «Antes era más estricto. Ahora habla más con ellos, les hace bromas... Pero siempre con respeto», explica Menetrier, que admite que el técnico no tiene problema en «enfrentarse a la prensa». «Es que quiere controlar todo. No quiere frases que puedan desestabilizar al equipo durante el torneo», añade Jeanningros. Mientras, Deschamps lo de siempre: ganar su primera Eurocopa. Sin más. El cómo no importa.