Mundial de atletismo
A finales del año pasado, tras las descalificaciones en el Mundial y el Europeo, la ya campeona del mundo de los 20 kilómetros dejó la marcha. Ahí empezó su camino de regreso.
«Jacinto, las gafas, ¡¿Dónde están las gafas?!», escribía María Pérez por Whatsapp a su entrenador, Jacinto Garzón. Eran las 00.00 del día más importante de su vida, nueve horas después se proclamaría campeona del mundo de los 20 kilómetros marcha, y la marchadora seguía sin dormir en su habitación del hotel Thermal Margarita Island de Budapest buscando sus gafas blancas. «¿Y sabes dónde estaban? Pues en su maleta, donde siempre. Nunca la había visto tan nerviosa», explicaba después Jacinto Garzón, su entrenador. En plena celebración del oro ya no importaba, pero Pérez apenas durmió tres horas y necesitó melatonina para hacerlo. «Parecía una mala señal, pero no lo era. María estaba nerviosa porque sabía que esta vez podía conseguir algo grande», comentaba Garzón en conversación con EL MUNDO ya reposada la victoria.
La niña que sorprendió con una victoria en el Europeo de 2018 se confirmó ayer como campeona del mundo después de un proceso doloroso en el que pensó en dejar el atletismo. Fue cuarta en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, su mujer, la DJ Noe Morillas, pasó por un cáncer y, de repente, a Pérez se le olvidó cómo marchar. El año pasado fue descalificada en el Mundial y el Europeo. Y ahí empezó todo. «Si no me hubieran eliminado hoy no estaría aquí celebrando un oro», reconocía Pérez en la zona mixta. El cambio de estilo fue largo, pero funcionó. De su marcha militar, cuadriculada, muy dura, que le costaba muchas faltas a su marcha actual, puro fluir, más flow hubo meses de inactividad, mucho vídeos y muchas, muchísimas consultas. A todo el mundo.
«El mismo día del Europeo ya recibí llamadas de mucha gente que quería ayudarnos porque no podía ser que María, con tanto potencial, fuera descalificada dos veces. Escuché a todo el mundo. Me reuní con jueces para saber en qué fallamos, con entrenadores y ex marchadores como Josep Marín, José Antonio Carrillo, Chuso García Bragado, Robert Korzeniowski, Bea Pascual… Quería recopilar todas las opiniones y ponerlas en común. Al final marcamos una línea de trabajo con Marín, pero había que convencer a María», recordaba ayer el técnico Jacinto Garzón. Porque mientras él buscaba soluciones, María Pérez exigía un descanso. De octubre del año pasado a enero de este, la hoy campeona mundial no marchó. Nada. Ni un paso. Trabajaba la técnica un par de días a la semana, miraba los vídeos que le pasaba Garzón, pero continuaba desencantada. Sólo corría para no perder la forma. Hasta la San Silvestre vallecana.
Y todo empezó a funcionar
Sin haber entrenado nunca, acabó la decimocuarta y recibió ofertas de varias marcas para que se pasara a la ruta. Aquello le convenció. Las piernas aún funcionaban, el corazón aún funcionaba, sólo faltaba la maldita técnica. «María es de Orce, un pueblito de Granada, viene de familia trabajadora, tuvo que marcharse de casa a los 16 años para alcanzar el alto nivel. Es muy dura de cabeza, pero también puede cerrarse mucho en banda. Con ayuda de su entorno y de amigas, como Bea Pascual, aceptó el plan», rememoraba Garzón. En febrero, en Cieza, llegó la primera alegría: campeona de España de los 35 kilómetros marcha. Y luego ya todo fue rodado. «A partir de ahí, María se machacó como nunca. Cuando en mayo hizo el récord del mundo de los 35 kilómetros, al día siguiente me levantó a las siete de la mañana para un rodaje», apuntaba el entrenador.
Con la ayuda de los biomecánicos de la Universidad de Granada, Pérez midió todos sus movimientos en la marcha, los pies más atrás, los brazos más sueltos, y abrazó todos los avances posibles. Por ejemplo, entraba en la cámara de hipoxia de la Universidad, simulaba estar a 3.200 metros de altitud y completaba una sesión de HIIT, entrenamiento de alta intensidad. Por ejemplo, estuvo un mes en el Centro de Alto Rendimiento de Font Romeu, en los Pirineos Franceses, para bajar a Budapest, casi al nivel de mar, y competir al cuarto día, sólo al cuarto día. «Está en el mejor momento de su vida y todavía le quedan los 35 kilómetros del jueves. Volveremos a hablar el jueves», advertía Jacinto Garzón.