Hace 27 años, Diego Simeone dejó Madrid por Milán. Lo hizo el Cholo futbolista, no el entrenador. Mote, por cierto, que se lo puso el técnico de la cantera de Vélez Sarsfield, Victorio Spinetto, por la agresividad y el liderazgo del entonces jugador argentino.
Esas características son las que le convirtieron en una pieza muy valiosa para los clubes en los que militaba, pero también le generaron problemas en el vestuario como los que le empujaron a dejar el Atlético de Madrid en 1997 con destino Milán por 1.200 millones de pesetas (7 millones de euros), el doble de la cantidad que los rojiblancos pagaron por él al Sevilla.
“Fueron dos de los mejores años de mi carrera”, comentó el Cholo en la rueda de prensa previa al partido del martes y añadió que guarda un “gran recuerdo” de los jugadores con los que compartió vestuario.
Dos años tenía Giovanni cuando su padre fichó por el Inter. Simeone encajó en el vestuario como un guante. Era un equipo plagado de sudamericanos, con los que enseguida hizo piña el argentino. Recoba, Zamorano, Rivas y Zanetti eran su núcleo duro, pero dentro de él, este último era “su hermano pequeño”. “Era un grupo muy bonito porque tenían todos personalidades muy fuertes”, destaca Mirko Graziano, periodista italiano y amigo de Simeone.
Pese a ello, y pese a la veteranía de Gigi Simoni en el banquillo, el argentino se convirtió enseguida en uno de los líderes del vestuario neroazzurro. “Era entrenador cuando jugaba”, alabó de él su amigo Zanetti. Era un jugador respetado por todos especialmente por lo que aportaba a un equipo repleto de finos estilistas. “En el campo ponía el corazón”, expresa el periodista de la Gazzetta dello Sport, Andrea Ramazzotti y confirmó el Cholo en la rueda de prensa: “Di todo lo que tenía”.
Esa pasión contrastaba, por ejemplo, con el estilo de Ronaldo, al que Simeone apretaba en los entrenamientos y del que se llegó a decir que fue uno de los motivos de la salida del argentino del Inter en 1999. No obstante, cuentan los que conocen el movimiento que fue una mera transacción necesaria para que llegara Vieri del equipo en el que luego recalaría Simeone: La Lazio.
De hecho, Simeone siempre apreció al brasileño, del que decía a sus allegados en Milán que era uno de los mejores jugadores con los que había jugado. “Con Ronaldo en el campo, se gana”, expresaba el Cholo. Una de esas victorias encierra una anécdota increíble que contó en alguna ocasión Javier Zanetti.
Fue el 22 de diciembre del año 2000, en un partido del Inter ante el Atalanta que terminó con victoria neroazzurri. Todos los sudamericanos habían reservado un vuelo para pasar la Navidad con sus familias, pero el avión salía de Milán 30 minutos antes de que finalizara el partido. Ronaldo consiguió que se retrasara el viaje dos horas y aplacó el cabreo monumental de los pasajeros repartiendo abrazos y autógrafos.
“Simeone era más serio”, concede Mirko Graziano, aunque el periodista revela que con él siempre bromeaba llamándole de la manera en la que él se presentaba en la radio: “Mirko Graziano, RTL, 102.5”.
Mirko recuerda que, en aquella época, hablar con los jugadores no era tan raro como ahora. Explica como él consiguió hacer buenas migas con el grupo de sudamericanos, con los que compartió partidos de tenis y disfrutó de muchas comidas y confidencias. “Siempre quedaban juntos a tomar pizza”, recuerda el periodista. Pizza y asados. Para los segundos siempre elegían un restaurante muy cercano a San Siro, Picanhas, donde degustaban unos impresionantes rib eyes, chuletones madurados o piezas de Blanck Angus.
Simeone no era de los futbolistas que les gustaba salir de noche. “Era muy familiar”, cuentan los que le conocieron. En aquel entonces hacía muchos planes con la que fuera su mujer, Carolina Baldini, y su pequeño ‘Giovannino’ para los amigos. En aquella época vendría al mundo Gianluca que, aunque naciera en Buenos Aires, como su hermano mayor, llegaría en el verano del último año de su padre en el Inter.
La familia residía en una casa en una urbanización de Vía Ippodromo esquina Vía Pinerolo. Un lugar elegido no sólo por los jugadores del Inter, también del Milán. Un rara avis de edificios y casas bajas con piscina y jardín en la Milán actual, donde los futbolistas eligen áticos y penthouses en lugares como CityLife. En ese entorno alejado del ruido compartía vecindad con los Zamorano, Zanetti o Recoba, del que decía que “había que dispararle para quitarle el balón cuando lo tenía controlado”.
Aunque solo pudo ganar un título con el Inter, una Copa de la UEFA que arrebataría al Lazio, club en el que recalaría apenas un año después, los tiffossi neroazzurros siempre tuvieron un gran cariño a Simeone. “Era uno de los poquísimos jugadores que en San Siro ha tenido éxito, fue un ídolo para la gente”, comenta Graziano y rememora las palabras de un jugador del Lazio en aquella final que le dijo: “Cuando vi la cara de Simeone, supe que teníamos el partido perdido antes de entrar al campo”.
Recordados fueron sus dos goles ante el Milan en el clásico Derby della Madonnina de 1998. “Lo he hecho, lo he hecho”, gritaba dirigiéndose al banquillo tras marcar uno de ellos. Aunque ese Scudetto se les terminara escapando en favor de la Juventus. No sería la primera vez.
Otro título que se le iría al Inter fue el de 2002 y su verdugo no fue otro que Simeone. En aquel entonces, el jugador de La Lazio, marcaría uno de los goles de la victoria de su equipo ante los neroazzurri en la última jornada de liga. Un tanto que daba el campeonato a la Juventus. “Los tifosi le querrían de entrenador, pero nunca olvidarán ese gol”, cuenta Graziano. Simeone no lo celebró. Esta noche, si marca su equipo, será otra cosa, aunque volverá a sentir ese cosquilleo que nos entra a todos cuando recordamos el pasado. “Mañana habrá algo dentro del cuerpo que me viene de aquella época. Conviviré como me tocó en Roma con las sensaciones que tuve cuando estuve en el Calcio”, explicó el Cholo.