Tras la decepción del comienzo de la tarde, cuando el dominicano Alcántara acabó con los sueños de medalla olímpica de Rafa Lozano júnior, la noche tenía reservada en el Centro de Exposiciones de Villepinte una estupenda sorpresa. El peso pesado Ayoub Ghadfa derrotó al armenio Davit Chaloyan y aseguró la segunda medalla en estos Juegos para el boxeo español, la sexta de su historia.
El marbellí ya desató las ilusiones en su debut olímpico. Con su pegada brutal y su determinación, acabó contra pronóstico con el kazajo Kamshybek Konkabayev, bronce en los pasados Juegos Olímpicos y dos veces campeón universal.
Ayoub, al que su padre apuntó a kickboxing para que aprendiera a defenderse de los abusos y el racismo que sufría cuando era niño, y después descubrió sus habilidades boxísticas en Madrid, fue fortaleza y precisión en el cuadrilátero del Arena París Norte.
En un combate brutal, en el que varias veces tuvo que parar porque sangraba por su oreja izquierda, el español arrasó al armenio. Sonaba “¡Ayoub, Ayoub!” en las tribunas y Ghadfa seguía golpeando sin piedad. Ganó los tres rounds, decisión unánime.
Su rival por llegar a la final olímpica será el local Djamili-Dini Abodou, que un momento antes encendió a las tribunas con su triunfo ante el ecuatoriano Congo.
Y mañana sábado, también en cuartos, José Quiles (15:30 h.) se enfrenta al uzbeko Khalokov en busca de asegurar la tercera medalla para el boxeo nacional.
Ese «cuerpecillo» del Chacho, como lo definió cariñosamente Chus Mateo el viernes en la euforia tras la semifinal, ha vuelto a llegar dispuesto a todo a la hora de la verdad. Han pasado 13 años de su primera Final Four -los mismos desde que el Panathinaikos ganara su última Euroliga, aquella del Sant Jordi- y 14 desde que fichara, por primera vez, por el Real Madrid. Se fue y volvió. Y ni él hubiera soñado que este último baile al que aún no quiere poner fecha de caducidad (aunque su retirada a final de este curso es algo que a nadie extrañaría) hubiera resultado tan asombroso. Pepu Hernández solía hacer un juego de palabras con el nombre de quien fue su pupilo en el Estudiantes y en aquella selección campeona del mundo en 2006. Con las mismas letras que forman el nombre de Sergio también se puede escribir riesgo. Pero hace tiempo que el veterano base es más bien todo lo contrario; es absoluta fiabilidad.
"Es mi sexta final. A tratar de disfrutarlo", cuenta a EL MUNDO justo antes del entrenamiento del Madrid el sábado en el Uber Arena, con su calma habitual.
¿Cómo haces para mantenerte físicamente sin que parezca que pasan los años?
Con las cosas que me han ido bien en momentos anteriores, eso me ayuda. Más o menos es lo mismo, cosas que han ido bien. Pero también estar muy mentalizado de trabajar durante el año. El acoplarte al equipo, a los compañeros. Los años de cambio son más movidos, los que repites como este las rutinas son más fáciles.
Tu temporada y la pasada han sido muy parecidas en el rendimiento, con ese subidón durante el playoff y la Final Four.
Pero ha sido un año diferente este. El año pasado el equipo tuvo muchos cambios. Como era normal, la adaptación de todos es diferente. Este año ha ido más rodado, bien desde el principio, hemos entendido cómo iba la temporada y los momentos en los que había que estar bien. Y cuando juegas en el Madrid hay que culminar con los títulos.
¿Muchas diferencias entre Olympiacos y Panathinaikos?
Sí. Olympiacos tiene una gran defensa, son muy competitivos, muy físicos. Panathinaikos tiene talento, jugadores desequilibrantes... Tienen mucha calidad. Nuestros partidos contra ellos en temporada son una referencia extraña, hubo bajas en ambos en el primero y el otro, que perdimos en casa, fue justo después de la Copa, no estuvimos al nivel. Será complicado y diferente.
Llevas toda tu carrera dando la sensación de que lo estás pasando genial jugando al baloncesto. Este domingo, si fuera la última, no será diferente, ¿no?
Claro. A pasármelo bien. Y con mucha adrenalina. Estamos todo el año trabajando para este momento. Hay que estar muy concentrados.
¿Hubieras imaginado que tu vuelta al Real Madrid resultara tan exitosa?
Sabía donde venía. Al equipazo que había, con jugadores muy determinantes. Hemos trabajado bien. El año pasado nos llevamos la Euroliga, este otra final ya y queremos hacer lo mismo.
«Le hemos cuidado para que llegara bien. Y se siente cómodo en las Final Four», le elogia su entrenador, que hace un año, mismo escenario, le comparó con un torero: «Cuando saca la muleta y se pone a torear...». En un par de semanas Sergio Rodríguez cumplirá los 38 y esta es su novena Final Four. En abril nació Roberta y la familia ya es más que numerosa con Carmela, Greta y Sergio. Todos están en Berlín "menos la pequeñita". El Chacho se conoce y se encuentra fresco. Hace más de una década que sigue la misma rutina física, la que comenzó con Joaquín Joan, el preparador de Pau Gasol y tantos otros. «Todo está planificado desde septiembre», cuenta quien decidió poner punto y final a sus veranos con la selección (154 partidos y siete medallas, entre ellas un oro Mundial y otro Europeo y la plata olímpica de Londres) tras los Juegos de Tokio con la vista puesta en lo que está sucediendo, alargar su carrera. Y en noches como la de este domingo (20.00 h.) ante el Panathinaikos, final inédita, en la que el Madrid buscará su Duodécima Euroliga y volver a ganar dos seguidas más de 50 años después.
Sergio ha hablado estos días de «aceptar los roles», pero también de esa sensación «tan buena y bonita de cuando ganas, que quieres perseguirla continuamente». Desde que volvió al Madrid, tras su temporada en los Sixers y su paso por CSKA (campeón de Europa en 2019) y Armani (Final Four 2021), ha calcado su hoja de ruta. El año pasado disputó 40 partidos en Euroliga, casi 15 minutos de promedio, 4,9 puntos y 4,4 asistencias. Pero lo mejor lo dejó para el final. El quinto partido contra el Partizán en el WiZink será siempre recordado como uno de los más plenos de su carrera: 19 puntos y seis asistencias para poner en pie al WiZink. En la Final Four de Kaunas también estuvo cumbre, 12 puntos y cinco asistencias al Barça y 15 y nueve en la final contra Olympiacos.
Este año, a pesar de la llegada de Facundo Campazzo, lo ha vuelto a hacer. 31 partidos en Euroliga, 15 minutos por noche, 4,2 puntos y 4,3 asistencias. Pero en el momento clave... «Tengo la confianza de entender que el equipo confía en mí», decía antes de partir a Berlín. Superior en la serie contra el Baskonia y estupendo el viernes ante el Olympiacos, donde Chus Mateo le otorgó los mandos en los últimos minutos cuando los griegos trataban de remontar y había que congelar el tiempo. Sin perder la magia. La noche en el Uber Arena se cerró con asombro, una preciosa asistencia por la espalda del Chacho a Dzanan Musa para terminar con todo.
Rudy dirá hoy adiós a la Euroliga, Llull seguirá y el Chacho... "Jugadores tan buenos mentalmente son capaces también de programarse o de sacar energías nuevas, frescas, desde la pura motivación y desde la capacidad de saber cuándo es el momento para sacar lo mejor", resumía mejor que nadie ayer Sergio Scariolo en Berlín, en declaraciones a Gigantes.
El impacto de la aerodinámica en el ciclismo no sólo eleva las prestaciones e impulsa a los superdotados a cotas impensables, también deja estampas futuristas que pronto devienen en carne de meme. La penúltima ha asombrado este lunes en el amanecer de la Tirreno-Adriático. El inefable casco de contrarreloj de Jonas Vingegaard.
Lo anunciaba el Visma Lease a Bike (antes conocido como Jumbo Visma) en sus redes sociales. El casco creado en colaboración a la marca Giro y bautizado como Aerohead 2.0. "Hagas lo que hagas, no dejes que Adrian Newey vea esto", bromeaba la cuenta oficial de la carrera italiana sobre el aspecto del doble ganador del Tour, haciendo un guiño al ingeniero jefe del equipo de Fórmula 1 Red Bull. Y después lo estrenaba Vingegaard en el prólogo de 10 kilómetros en Lido di Camaiore. Aunque los resultados no acompañaron al espectáculo del artefacto.
Porque el nombre del día fue el de Juan Ayuso, descomunal su actuación a 52,6 km/h de media. El español se impuso a todos los favoritos con un tiempo de 11'24'', incluido el especialista Filippo Ganna, al que aventajó en un segundo. Al danés, noveno, que tomó la extraña decisión de partir bien temprano, le sacó 22 segundos. El de Jávea, que el martes partirá con el maillot azul de líder, se postula para la conquista final de la reputada prueba, y confirma su poderoso inicio de temporada. En unos días ha sido ganador de la Faun-Ardèche Classic, segundo en la Faun Drôme Classic y tercero, tras un espectacular remontada, en el trofeo Trofeo Laigueglia. "Esta carrera es una de las mayores pruebas de una semana y empezar así, en la primera vez que estoy aquí, y ganar la contrarreloj es algo genial, es algo que sueñas y se ha hecho realidad", afirmó.
Pese al estreno, no fue el día del Visma. El siguiente corredor del equipo neerlandés fue Robert Gesink, en la posición 65, a 45 segundos de Ayuso. Y tampoco es el primer casco llamativo que en los últimos tiempos ha paseado por el pelotón. Cualquier cosa para arañar un segundo al crono. De los más rompedores fue el usado por el Bora Hansgrohe en el Tour de 2022, de la marca Specialized, con una especie de calcetín para la cabeza. O el del equipo Uno X, el Redeemer 2Vi de la marca Sweet Protection. Antes, incluso el Tempor de POC del Education First que cubría prácticamente hasta los hombros y ya anticipó la broma de Darth Vader. Vio la luz en 2012, antes de los Juegos de Londres.
Todos, claro, contrastados con la UCI para cumplir la normativa. Y testeados por sus ingenieros en túneles del viento para comprobar su resistencia al aire y la comodidad y visibilidad en las cabezas de los protagonistas. "Rápido y seguro", denominaba al prototipo de Giro Paul Martens, el jefe de material del Visma, un modelo con una enorme visera extraíble y amplias alas en la parte trasera que, en el menudo cuerpo de Vingegaard, resultaba altamente llamativo. Porque lo que lo diferencia es la especie de trompa en su frontal, un agresivo borde que se extiende más de 20 centímetros. Y la distancia entre el visor y el rostro de los ciclistas.