Se quejaba Winston Churchill de que la fe en la democracia se tambalea después de hablar un cuarto de hora con el elector medio. La fe en la NBA puede llegar a tambalearse viendo que un jugador con sobrepeso como Luka Doncic es una superestrella. Lleva seis años en Estados Unidos y está cada vez más rellenito. No obstante, es también cada vez mejor jugador. En ataque, se entiende, porque el excesivo tonelaje incide de modo negativo en las tareas
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Este domingo se cumplió unos de los sueños de LeBron James. La leyenda de la NBA compartió cancha junto a su hijo Bronny en un partido de pretemporada de los Lakers. LeBron lo ha tenido siempre claro y por eso ha aguantado hasta casi la cuarentena jugando en la élite. Su anhelo más profundo siempre fue hacer historia al ser el primer padre que comparte vestuario con su hijo en la mejor liga de baloncesto del mundo.
El partido era lo de menos. En este caso era un amistoso perdido por 118-114 por Los Ángeles Lakers contra los Phoenix Suns en la Acrisure Arena de Palm Desert (California). El caso es que LeBron, de 39 años, y Bronny, que cumplía 20 años este domingo, hicieron historia al ser los primeros padre e hijo en disputar un partido de pretemporada de la NBA. Y todavía queda el plato fuerte, un partigo oficial de la NBA.
El próximo 22 de octubre, cuando arranque la temporada regular de la NBA, los Lakers debutarán contra los Minnesota Timberwolves en un encuentro que podría verles en pista juntos en su primer compromiso oficial.
El debut de Bronny junto a LeBron, se produjo al comienzo del segundo período. LeBron acabó el partido con 19 puntos, cinco rebotes, cuatro asistencias y dos tapones en 16.20 minutos. Bronny no anotó puntos y falló su único intento, un triple tras una asistencia de LeBron. Capturó dos rebotes y perdió cuatro balones en 13.25 minutos en pista.
Los Lakers habían arrancado el viernes su pretemporada con una derrota ante los Timberwolves por 107-124 en un encuentro en el que no jugó LeBron James y sí participó Bronny. El hijo de LeBron aportó entonces 2 puntos, 3 tapones, un rebote y una asistencia.
Entre los demás partidos disputados este domingo, el dominicano Karl Anthony Towns debutó con los New York Knicks, con diez puntos y cuatro rebotes en 14.46 minutos en pista.
El peor comienzo de temporada que se recuerda en el Real Madrid necesitaba un electro-shock, tan temprano. No hay resquicio para la duda en un club con semejante exigencia y el tiempo dirá lo que da de sí este proyecto remozado como nunca, pero ante el Panathinaikos, la revancha de la final de Berlín, los de Chus Mateo mostraron coraje y atisbos del nivel de baloncesto que pueden alcanzar. Un triunfo coral, 40 completísimos minutos en los que sobrevivieron con carácter a los lógicos vaivenes, para derrotar al campeón y despejar, de momento, marejadas. [90-86: Narración y estadísticas]
El Panathinaikos era una terapia de choque de la que salir impulsado de la mini crisis (cinco derrotas en ocho partidos) o acabar aún más hundido. En cualquier caso, un desafío intenso a estas alturas de curso, tan pronto y con tantas alarmas. Es probable que no muchos se acuerden luego en mayo de estos amaneceres trémulos. El caso es que, para mayor aliciente, el Madrid estaba obligado, a ganar y a mostrar otra cara ante el campeón de Europa. Los cinco primeros minutos fueron como descorchar champagne.
Pura efervescencia, el Madrid atinó con cinco de sus seis primeros triples, defendió como si le fuera la vida (Eli Ndiaye como ariete), cuando Abalde cometió la segunda apareció Hugo González con el mismo colmillo y barrió al Panathinaikos (19-5). Bien es cierto que Ergin Ataman ni se inmutó, como si supiera lo que iba a suceder. Mandó a Lorenzo Brown y Cedi Osman, sus dos fichajes estrella, al banquillo (el internacional español ya ni volvió a pisar la cancha) y con la sabiduría y la experiencia de Sloukas, un extraordinario Juancho Hernangómez (11 puntos al descanso) y Papapetrou, capeó el temporal.
Abalde celebra una de sus canastas ante el Panathinaikos.Juanjo MartínEFE
Empezó a jugar su partido, intentando adueñarse del escenario poco a poco. En los cinco primeros minutos del segundo cuarto, sólo permitió dos canastas al Madrid, una racha que rompió Llull con un triple a tabla. Ibaka volvió a mostrar que anda despistadísimo (cometió la tercera infantilmente por una técnica al encararse con Yurtseven) y Rathan-Mayes hizo pequeños méritos para escapar del halo de sospecha que le rodea.
El fogonazo del comienzo necesitaba refrendo y lo tuvo, aún más contundente, tras la vuelta de vestuarios. Pese a los dos triples de Nunn, emergió un Madrid ardiente y corajudo repitiendo quinteto inicial. Cinco tipos a los que les falta ir con ropa de camuflaje. Musa enhebró siete puntos seguidos y apareció el mejor Abalde que se recuerda, con 12 puntos de carrerilla, el jugador que siempre pareció que iba a ser. Enrabietado. Con Tavares y Ndiaye dueños de la pintura y Campazzo reinando, se dispararon los blancos (66-49) para labrar su triunfo.
Empezó a ser un ejercicio coral majestuoso, con el acierto de vuelta, y los que ahora aparecían desde el banquillo manteniendo la pujanza. Y elevando la temperatura de un WiZink que necesitaba algo así, un motivo para creer, un subidón de adrenalina. Y nada mejor que ante un campeón de Europa que apenas se sostenía por el talento individual de Kendrick Nunn.
Agarrados al ex de los Heat, los griegos buscaron una reacción desesperada y hasta se arrimaron (78-70). Pero Campazzo (y un par de tremendos tapones de Tavares), con las piernas frescas de su obligado descanso en Vitoria por sanción, no estaba dispuesto a dejar que el duelo se le desmelenara. Agarró la noche por la pechera y condujo al Madrid a un triunfo terapéutico, un F5 desde el que empezar a crecer. El domingo, ante el Girona de nuevo en el WiZink, debe llegar la prolongación a corroborar con la primera victoria fuera de casa que sigue en el debe.