El conjunto napolitano logra el Scudetto 33 años después, el tercero tras los dos logrados con el argentino en sus filas, tras empatar con el Udinese. El primero lo logró tras ganar Argentina el Mundial del 86.
No jugaba Maradona, pero cualquiera lo diría. El argentino volvió a ser el protagonista del tercer Scudetto del Nápoles, el primero sin él sobre el césped, y tras 33 años de espera. Para Maradona están siendo la mayoría de pancartas, fotos y ofrendas que cuelgan desde hace semanas del tendido eléctrico y balcones del Barrio Español. El título que iba a celebrarse el pasado domingo ante la Salernitana, como un día grande de San Diego Armando, ha acabado por convertirse en una novena, con cientos de feligreses mostrando cada día sus respetos, en sonora peregrinación hacia el Largo Maradona, la plazoleta de la parte más alta de la Via De Deo, hasta llegar al mural más conocido del astro argentino, pintado por su paisano Francisco Bosoletti.
Los de Luciano Spalletti llevan con el título en el bolsillo desde hace meses, pero se han pasado todo abril bromeando con perderlo, mientras la Policía montaba y desmontaba dispositivos, cerraba el centro, o prohibía la venta de bengalas y vidrio. En toda la temporada sólo ha cedido doce puntos, cinco de ellos el mes pasado.
La fiesta grande estaba preparada para el domingo si ganaban a la Salernitana, pero empataron. Luego el miércoles si la Lazio no ganaba al Sassuolo, pero ganó. Y finalmente si lograban al menos un punto este jueves en el campo del Udinese, y lo lograron. La fiesta en la ciudad proseguirá hasta este domingo, con el Nápoles-Fiorentina, aprovechando que a los dos le sobran los cinco partidos que quedan.
“Maradona siempre está cerca del equipo”, ha dicho Spalletti. Desde noviembre el estadio Diego Armando Maradona, quien tras su muerte en noviembre de 2020 desbancó a San Paolo, cuenta con una nueva estatua del 10, que la plantilla ha estado venerando pidiendo su intercesión para el milagro del Scudetto.
Nadie esperaba que el Nápoles peleara siquiera por el título el mismo año que dejó escapar a Insigne, Mertens, Fabián Ruíz, Koulibaly y Milik. Con una caja de 80 millones de euros De Laurentiis no tenía pensado gastarse en una macroproducción. Y se trajo a un defensa coreano de la Liga turca, Min jae Kim, recuperó al cedido Raspadori, se trajo Giovani, el hijo de Simeone del Verona, y sobre todo a un georgiano de 22 años, Khvicha Kvaratskhelia, que ya comparte murales en el centro a la diestra de Maradona, y junto al que ha medrado el nigeriano Victor Osimhen.
La primera vez que el Nápoles logró el título fue en la temporada 86/87, justo cuando Argentina venía de ganar la Copa del Mundo, y así ha sido de nuevo. El anuncio de Quilmes de apoyo a la selección de Argentina antes del Mundial de Qatar jugaba con las coincidencias entre este Mundial y el del 86. Que si la final de las dos ediciones se jugó a la misma hora, que si las Navidades previas a esos dos Mundiales llovió, que si Canadá llevaba sin clasificarse para un Mundial desde 1986, que si Chile no se clasificó en ninguna de esas dos ediciones. Y al final el recuerdo de Maradona: “Pero en 1986 teníamos al mejor del mundo”, terminan unos amigos mientras toman unas cervezas, antes de acordarse de Messi. Unir al Nápoles a esta sucesión de casualidades ya era demasiado, pero así ha sido.
La Congregación para las Causas de los Santos exige dos milagros antes de elevar un procedimiento que iría a parar a un Papa argentino, pero eso es algo que nunca ha preocupado a los fieles de Maradona, quien ya en vida cultivaron decenas de santuarios en su memoria, oraciones, estatuas, estampitas y hasta su propia religión paródica en la Iglesia Maradoniana. El Maradona santo se aparece en las vidrieras de las pastelerías del centro de Nápoles, o al bajar una persiana, o en una pared en blanco y negro de niño, como una aparición espectral. En el bar Nilo tiene un altar con un mechón de pelo, como en la catedral hay un relicario con la sangre de San Genaro.
“Maradona no nació (ni murió) santo: fue construido en vida. En eso radica la similitud con el resto del santoral popular, pero también la diferencia: Maradona es un santo canonizado antes de morir”, cuenta Gabriela Saidón en el libro Superdios. La construcción de Maradona como santo laico.
En Cerrado por fútbol, el testamentos póstumo de Eduardo Galeano, cuenta: “Diego Armando Maradona fue adorado no solo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero”.
Maradona incluso pudo haber logrado un triplete desde el cielo, contando con que justo antes del Mundial de Qatar, Boca Junior gano la liga argentina. Aunque su brillante temporada en los cielos queda empañada por la derrota del Nápoles en Champions ante el Milan, quinto clasificado, lo que les ha privado de estar en las primeras semifinales de su historia, tras una trayectoria impecable hasta cuartos, y como equipo máximo goleador del torneo. Para superarse a sí mismo, el argentino cuenta como aliado la eternidad.