El equipo catalán, que volvió a remontar en su visita a Vallecas, suma seis victorias consecutivas a domicilio y seguirá líder en solitario hasta después del parón de selecciones. “Se sueña con lo máximo”, proclama Míchel
El Girona será líder en solitario de Primera hasta, al menos, finales de noviembre. Los de Míchel ya hace tiempo que han dejado de ser casualidad. Su impresionante racha no se detiene: en Vallecas, pese a empezar perdiendo, volvieron a remontar (1-2) para sumar la undécima victoria de la temporada (en 13 partidos).
“El liderato es merecido, la salvación se antoja como un objetivo pequeño y ahora se sueña con lo máximo”, pronuncia ya Míchel, que tampoco tuvo piedad en su visita al equipo en el que se formó, el Rayo Vallecano. Hagan lo que hagan Real Madrid, Barça y Atlético, sus insólitos perseguidores, los catalanes se mantendrán en lo alto de la tabla hasta al menos después del parón de selecciones, pues sólo han perdido un partido y han empatado otro (con 31 goles a favor y 16 en contra). El 27 de noviembre, en Montilivi, jornada 14, reciben al Athletic.
El Girona, que volvió a remontar (como en Pamplona), esta vez con goles de Dovbyk y Savio, se puede codear sin complejos con los líderes de las grandes ligas de Europa, a los que mira a los ojos. Suma 34 puntos en 13 jornadas y sólo el Bayer Leverkusen de Xabi Alonso (que el domingo recibe al Union Berlin) presenta mejor balance: en 10 partidos sólo ha cedido un empate. Si vence, seguirá en la primera posición de la Bundesliga, por delante del Bayern de Múnich (nueve victorias y dos empates).
En la Premier, el City (con dueño del Girona) es líder con 27 puntos en 11 partidos. El domingo visita al Chelsea y si no puntúa el Arsenal le igualará. En Italia, el Inter manda con 28 puntos en 11 jornadas, dos más que la Juventus. Y en Francia el PSG tiene 27 puntos en 12 partidos.
“Nuestra afición va a dormir feliz 15 días más. El reto es llegar a los 53 puntos cuanto antes buscando ese compromiso que tenemos. Llevamos tres años entrenando con un planteamiento igual. Stuani, Juanpe, Borja y Bernardo tiran del vestuario y nos pueden llevar a hacer historia. Es una barbaridad lo que está haciendo el equipo porque los primeros 15 minutos del Rayo han sido increíbles”, dijo Míchel, en conferencia de prensa.
En la historia de la Liga sólo tres equipos habían logrado 11 victorias o más en las 13 primeras jornadas. El Girona se une a ese selecto club en el que están el Real Madrid (lo logró siete veces y cuatro de ellas fue campeón), el Barça (seis) y el Atlético (dos). “Le doy un sobresaliente al equipo. Llevamos seis victorias seguidas fuera de casa y es porque tienen una confianza brutal y están muy conectados. Es difícil a día de hoy contrarrestar a un equipo que tiene una capacidad de asociación como la del Girona”, destacó el técnico madrileño. Sólo Madrid y Barça habían logrado ganar seis partidos consecutivos a domicilio en la historia de la Liga.
A las pocas semanas de hacerse oficial el fichaje de Jordi Fernández, los Nets traspasaron a lo único parecido a una estrella que tenían en su plantilla. Una franquicia con el atractivo mediático de estar enclavada en Brooklyn y que hace nada presumía de un Big Three con Kevin Durant, James Harden y Kyrie Irving, mandaba a Mikal Bridges a los Knicks a cambio, principalmente, de futuro. El primer español (y tercer europeo) en sentarse como entrenador principal en un banquillo NBA captó el mensaje de reconstrucción. Pero, en su ideario y en su ambición de rookie, eso no significaba ni mediocridad ni desidia.
Estos Nets aparentemente destinados a las catacumbas de la clasificación, al tanking de cara al próximo draft, están siendo una de las sorpresas agradables del comienzo de temporada. No sólo han ganado más partidos de los esperados (rozan los puestos playoffs en el Este), también han llevado a la prórroga a los Nuggets de Nikola Jokic o a los campeones Celtics. Y al técnico de Badalona, que ya el curso pasado fue elegido mejor asistente de la NBA (votado por los General Manager), se vuelven las miradas y se le acumulan los elogios.
Ben Simmons
Destacan de él su método, "directo y detallista", y su inconformismo. "Nunca trabajas para aceptar la derrota, esperas que sirva", proclama, consciente de que el plan, más allá de los resultados, mira al porvenir. Este verano, Brooklyn liberará más de 100 millones de dólares en salarios (40 sólo de Ben Simmons, 19 de Bogdanovic...) y podrá lanzarse a por una o varias estrellas (los rumores sitúan a Giannis Antetokounmpo en el Barclays Center). Eso, unido al puñado de primeras rondas de draft acumuladas y al desarrollo individual que Jordi está llevando a cabo con varios de los jóvenes de su equipo, dispara las expectativas.
En la tantas veces monótona temporada regular NBA resulta llamativo presenciar un duelo de los Nets. Fernández, que antes del inicio del curso se llevó a su equipo a San Diego -"fue una de las pretemporadas más duras de mi carrera", aseguró Dennis Schroder-, apuesta por quintetos de small ball, muchas veces sin pívots, con defensas presionantes a toda pista que sorprenden al rival. El Brooklyn Grit lo llama: un baloncesto de garra y dureza. Ha otorgado los galones al veterano base alemán, que ha disparado su rendimiento cuando ya no muchos lo esperaban. Y tipos como Cam Thomas (más de 25 puntos por partido) o Cameron Johnson están siendo dos de las noticias más llamativas de estas semanas. Hasta se ha empeñado en relanzar la trayectoria de Ben Simmons, un número uno del draft (2016), tres veces All Star, arruinado por las lesiones y por su incapacidad menguante de cara al aro. "Quiero verle tirando más. Mi objetivo para él es 10 tiros por partido, tiene que encontrar una manera de llegar ahí. Sé que puede, él es más que capaz", ha retado al australiano.
"Jordi siempre te lo dice con sinceridad, sin tapujos. No va a endulzar nada... Espera que juguemos a un determinado nivel todas las noches, y si no lo hacemos, nos lo dirá. No le importa quién eres ni lo que has hecho", aseguraba Ziare Williams, otro de sus jóvenes. Cuando los Nets perdieron en la prórroga ante los Celtics después de ir mandando buena parte de la noche en el marcador, Jordi alabó a sus chicos, pero también les lanzó un mensaje inconformista: "No pueden estar satisfechos". Algo parecido a lo sucedido un par de días después ante los invictos Cavaliers, a los que llevaron al límite (dominaban por 12 en el acto final). Fernández, esta vez, no esquivó la autocrítica: "Les he dicho a los muchachos que ha sido mi culpa. Le di 12 minutos a Schröder en el último cuarto. No le di descanso. Así es como cae tu ejecución. Así es como cae tu defensa. No le di descansos a Cam. Al final, lo pagamos. Tengo que ser mejor".
El de Badalona, que también es seleccionador de la flamante Canadá (hace unos días recibió la visita de su mentor Sergio Scariolo, con el que trabajó en el verano de 2017 en la selección española), es consciente de dónde está y lo que se espera de él. Llegó hace 15 años a EEUU y ha ido ascendiendo desde lo más bajo (becario en una empresa de tecnificación individual), puesto a puesto, banquillo a banquillo, hasta la cima. Ahora maneja un grupo de 60 personas, entre jugadores, cuerpo técnico, médicos, analistas... Por eso, cuando estos días le preguntan recurrentemente por su hito, una barrera derribada comparable a la de Fernando Martín en 1989, él lo valora en su justa medida. "Este paso es un orgullo, pero quiero más", aseguraba en una entrevista en Gigantes.
«Que nazca algo del caos que sembré», escribió ella misma cuando transitaba por el abismo. Sandra Piñeiro (Boiro, 1996) rememora sus nubes negras con una franqueza que pone los pelos de punta. El lado tenebroso del deporte, el que no se quiere ver pero ahí está. La anorexia adueñándose por completo de una remera de elite, ganadora por dos veces de la Bandera de la Concha con el Club Orio Arraunketa Elkartea. «Poco a poco, estaba matándome, me iba consumiendo», recuerda ahora, ya todo superado, de vuelta a sus 70 kilos (llegó a bajar de 50), al apetito, y con tantos horizontes, retos que le devuelven a la vida. El pasado 21 de abril completó el IRONMAN 70.3 de Valencia y a mediados de julio afrontará el más difícil todavía, la distancia completa (3,8 kilómetros de natación, 180 de ciclismo y un maratón) en Vitoria.
Sandra es pura vitalidad, pero ahí está su historia como lección, como ejemplo y como aviso. Cuando pidió ayuda y escapó de sus propia mente, resurgió la salud, la física y especialmente la mental, y sus ganas de todo. Probó crossfit, hizo carreras de montaña, aprendió a escalar -«cuatromiles, tresmiles, todos los Pirineos me los conozco de pe a pá...»- y ahora le apasiona el triatlón. También se ha empeñado en ayudar a los demás, en visibilizar un tabú que en su caso estuvo a punto de arruinarlo todo. Además de trabajar como entrenadora y readaptadora en San Sebastián, colabora con la Fundación Juntos e Invulnerables, para que los niños no tengan que atravesar por lo que ella pasó.
Sandra relata su historia no tan lejana en EL MUNDO, como muestra de hasta donde puede llevar la mente cuando todo se enturbia. Sus inicios en el remo en Galicia, en el club Cabo de Cruz su Boiro natal, «la primera y única chica», ya con ese «punto obsesivo por el deporte» que lo ponía incluso por delante de los estudios. De ahí a Riveira y pronto «el sueño de venir a remar al País Vasco, que era como jugar la Champions League en fútbol. Ganar la Concha, ganar la Liga... las competiciones más importantes en el mundo de las traineras», aunque ya entonces había brotado algo peligroso dentro de ella.
«El problema psicológico con la comida venía de más atrás. Yo era una niña que se refugió en el deporte, encontré ahí un punto de paz y de control dentro del descontrol que tenía, de la mala gestión emocional de problemas en casa. Nació una relación tóxica: me gustaba, me hacía feliz, pero había algo que no era sano con él. Eso es lo que más me costó ver», se inculpa, aunque admite que a los 10 años ya la habían subido a una báscula y enciende la crítica hacia esos entrenadores, sobre todo en deportes minoritarios, «que hacen de Dios, sin conocimientos ni capacidades, jugando con la salud de las personas». Cuando dio el gran salto y fue fichada por Orio, donde pudo compatibilizar con sus estudios y prácticas de la carrera de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, la «obsesión fue a más». «En mi cabeza ya no había otra cosa que no fuese entrenamiento y restricción de comida. No comer, cada vez tenía que pesar menos. Menor peso, mayor rendimiento...», detalla.
Y llegó el infierno. «Normalizar cosas que no son normales». Y mejor escucharla despacio.
«Evitaba los eventos sociales, salir a cenar, porque sabía que iba a haber comida. Medía siempre las calorías a los alimentos, todo tenía que ser verde. Pensaba que entrenar más era sinónimo de rendimiento: cuanto más sufres, más te castigas, mejor. Es una rueda en la que te aíslas de tu entorno y cada vez estás más encerrado con esa voz obsesiva de tu cabeza. y encuentras una satisfacción, porque piensas que estás ganando con esa fuerza de voluntad la batalla a tu cabeza. Y te empoderas. Dices, qué fuerte soy, lo que soy capaz de hacer. Estás atentando contra tu salud, pero te cuesta verlo de forma racional».
«Si sabía que había pesaje, vomitaba. Pensaba 'me da igual comer hoy, porque vomito y ya está'. Me dolían las manos de vomitar, me hacía heridas. Todavía tengo las cicatrices en los nudillos. Ves que tus compañeras también normalizan esas conductas. Estar dos días sin comer. Crees que tienes el control. Pero en realidad es la voz que tienes en tu cabeza la que te está obligando a hacerlo».
«Tenía miedo a toda la comida, al arroz, la pasta.. Pesaba la fruta y me comía la más pequeña, la que menos azúcar tenía... Nivel muy obsesivo. Lo único que veía comer bien era lechuga y tomate. Unos garbanzos, arroz con pollo... era inconcebible».
«Hubo episodios duros. Hay uno que fue bastante fastidiado [Resopla]. Ahí ya llevaba sin comer unos días... Vomitaba agua. Estás tan obsesionada que hasta el peso del líquido tienes que expulsarlo. No quieres nada que pese dentro de tu cuerpo. Llegas a vomitar hasta 10 veces en un día. Estaba desnutrida, me levantaba de la cama y me temblaban las piernas. No sé ni cómo llegaba a entrenar, iba como un esqueleto, un muerto andante».
Sandra, que en 2019 se hizo viral en un episodio en plena competición que recuerda con mucho cariño -se le rompió el remo y, tras el pánico, siguió balanceándose con sus compañeras para mantener el ritmo hasta acabar ganando aquella regata-, tocó fondo. «Te planteas el querer morir. Es un sufrimiento y un dolor tan grande que no quieres estar», admite. Pero fue capaz de ir en busca de auxilio, en la Asociación de Anorexia y Bulimia de Gipuzkoa. Conoció a su psicóloga y «empezó el proceso con mi entrenador, mi médico y mi nutricionista, un trabajo sinérgico». Y hasta escribió un libro, 'Remando en la oscuridad', con las anotaciones que tenía en su diario del tiempo de recuperación. Una herramienta que su psicóloga le aconsejó que, si lo daba a conocer, podría ayudar a mucha gente, porque «es una enfermedad tabú, de la que cuesta hablar y pedir ayuda. Hay miedo a sentirte juzgado».
«Todo eso ocurrió en mi último año de remo, en 2021. Tuve que parar unos meses, había bajado tanto la masa muscular que tenía riesgo de fallo cardíaco», se sincera. Se retiró y aprendió a hacer «todo lo que siempre me ha apetecido, desde una forma saludable y de ocio». Completar un Ironman, con el lema de su Fundación en el pecho, es también una forma de darle visibilidad a la importancia de la salud mental. Porque Sandra aún sigue teniendo sus «días malos», pero ahora ya posee las «herramientas» para no volver a eso que ella llama «mundo requeteoscuro».
Lucas Sáez-BravoEnviado especial MálagaEnviado especial MálagaActualizado Sábado,
17
febrero
2024
-
20:09Hay veces que jugar contra el Real Madrid resulta...