Juan Ayuso, del UAE Team Emirates, ganó este sábado la cuarta y penúltima etapa del Tour de Luxemburgo, una contrarreloj individual de 15,5 kilómetros con comienzo y final en Differdange y tras la que el neerlandés Mathieu van der Poel (Alpecin-Deceuninck) recuperó el maillot de líder a falta de una jornada.
Ayuso, de 22 años, fue el más rápido en la ‘crono’ del Tour de Luxemburgo al marcar un tiempo de 12:41.18 minutos. Aventajó en 7.09 segundos al italiano Antonio Tiberi (Bahrain-Victorius), en 11.31 al danés Mads Pedersen (Lidl-Trek), en 14.89 al suizo Marc Hirschi (UAE Team Emirates) y en 19.12 a Van der Poel.
La de este sábado es la octava victoria como ciclista profesional de Ayuso y la cuarta de 2024, año en el que ganó la primera etapa de la Tirreno-Adriático, la Faun-Ardèche y la Itzulia-Vuelta al País Vasco.
Mathieu van der Poel, que recuperó el maillot de líder que el viernes le arrebató Mauri Vansevenant, afronta este domingo como primero la quinta y última etapa con una renta de 3 segundos sobre Ayuso y el belga, 8 sobre Hisrchi, campeón de la prueba en 2023; y 10 sobre Tiberi.
La carrera acaba con una recorrido de 176,9 kilómetros entre Mersch y la capital, Luxemburgo
El habitual paseo por Roma para coronar al campeón del Giro de Italia tuvo en esta edición 108, una de las más sorprendentes que recordará la Corsa Rosa, la bendición del nuevo Papa. León XIV recibió al pelotón a las 15.30 horas en el Vaticano, antes del inicio de la última etapa.
"Sepan que son modelos a seguir para los jóvenes de todo el mundo. Les agradezco su labor y espero que, así como han aprendido a cuidar el cuerpo, el espíritu también sea siempre bendecido. Estén siempre atentos a la totalidad del ser humano: cuerpo, mente, corazón y espíritu. Que Dios los bendiga", pronunció el Papa Prevost, que estrechó la mano de Simon Yates, Mads Pedersen, Isaac del Toro y Lorenzo Fortunato, las cuatro maglias del Giro. Y recibió un maillot rosa del presidente de RCS, Urbano Cairo.
La anécdota del encuentro la protagonizó Nairo Quintana que se saltó el protocolo y se acercó al Papa para estrechar su mano. Los corredores pasaron por la Plaza de San Pedro, los Jardines Vaticanos y salieron por la Porta del Perugino para iniciar la etapa final. De ahí, con los festejos típicos del final de cada gran vuelta, afrontaron los 144 kilómetros por Roma, casi siempre controlado el pelotón por el Soudal, el Alpecin y el Visma.
Olav Kooij celebra su triunfo en Roma.LUCA BETTINIAFP
A falta de 70 kilómetros triunfó una fuga de seis hombres (Verre, Paleni, Cerny, Hepburn, Pietrobon y Marcellusi), que mantuvieron un pulso con el pelotón durante muchos kilómetros: su ventaja apenas llegó a los 30 segundos. Josef Cerny fue el que más resistió; fue neutralizado a falta de menos de seis kilómetros, ya en la última vuelta al circuito.
El triunfo de etapa fue para Olav Kooij, su segundo de este Giro. Por delante de Kaden Groves y Moschetti. Lanzado por Van Aert y completando la fiesta del Visma Lease a Bike, que lució un maillot negro y rosa para la ocasión
En un día múltiplemente glorioso en la forma, el fondo y la sentimentalidad, Pablo Castrillo (Kern Pharma), oscense de 23 años, inauguró su palmarés profesional. Primera victoria para él y, de paso, para un español en esta Vuelta. Pablo mató muchos pájaros de un tiro en una jornada de, también, especial emotividad, horas después del fallecimiento de Manuel Azcona, uno de esos hombres casi anónimos para el gran público, que trabajan en silencio y ayudan desde la base a formar y forjar profesionales.
Azcona fue uno de los factótums del Kern Pharma, un modesto equipo de categoría continental que ha obtenido así su triunfo más importante. Las lágrimas de Castrillo y de toda su gente estaban, por tantos motivos, por tantas razones, plenamente justificadas y son plenamente compartidas por el mundo del ciclismo.
Entre la victoria de Castrillo en la etapa y la permanencia de O'Connor al frente de la general hubo una teoría y una práctica. Todas las etapas contienen una parte teórica y otra práctica. Es decir, una especulativa y otra real. A veces coinciden. Esta vez también. Y, prácticamente, punto por punto.
Veamos. Película teórica de la etapa más corta de la Vuelta (137,5 kms.), a excepción, claro, de las contrarreloj. Para empezar, escapada rutinaria, multitudinaria del día. O sea, una estampida más que una fuga. Unos cuantos de los que la forman tienen buen nivel, incluso excelente. Todos llegan juntos (¿con cuánta ventaja?) al pie de la Estación de Montaña de Manzaneda. En la subida, ataques y contraataques entre un grupo de penitentes en el que habrá un vencedor y un montón o un puñado de condenados. Escapada que termina deshaciéndose en jirones como un vestido que se rasga en harapos.
Siguiendo con la teoría, el grupo de notables empieza a su vez la ascensión y nadie se mueve un ápice porque al día siguiente hay un etapón en el que todos tienen mucho que ganar, que conservar o que perder.
... Y, bueno, un matiz, no fue tan grande la fuga: 10. Carlos Verona, Óscar Rodríguez, Jhonatan Narváez, Harold Tejada, Max Poole, Louis Meintjes, Mauro Schmid, Pablo Castrillo, Mauri Vansevenant y Marc Soler, un asiduo en estas lides, un recalcitrante, en el sentido elogioso de la palabra. Se está mereciendo con creces una victoria. Encabezado cansinamente por el Decathlon, en el pelotón no había parón. Había parálisis. Casi se podían oír los bostezos. Como consecuencia directa, la diferencia de los escapados crecía y crecía, asimismo apaciblemente. En pelotón no autorizaba la escapada: la alentaba. Más aún: la bendecía. Respetando la general, el Decathlon Ag2R del líder mantenía la cabeza. A su estela, el Bora Red Bull de Primoz Roglic. Pegado a él, los del Movistar de Enric Mas. Todos tranquilos, hoy entre bomberos no nos pisemos la manguera.
Tampoco se mataban los rebeldes, guardando fuerzas para el envite final. Sabían que nadie les pondría en peligro. Seis minutos, siete minutos, ocho minutos, nueve minutos, 10 minutos... Ribeira Sacra, orillas, cañones del Sil, río de antiguas riquezas áureas, carreteras a veces despejadas, a veces umbrías, belleza permanente, intacta. Llovía por el resto de España. Por Galicia, no. Lucía un sol clemente (25, 27 grados). Nada ocurría. Una etapa y dos carreras. La primera con 10 almas. La segunda, con todas los demás, pero reducida al interés de los favoritos. Una de las 10 almas llegó al cielo. Las otras nueve se quedaron en el purgatorio. En el pelotón, ni cielo, ni purgatorio, ni infierno. El limbo.
Hemos cumplido la duodécima etapa y hay 14 equipos de los 22 que no han ganado ninguna. Cunde el nerviosismo. En algunos casos, el pánico. Hay prisa. Hay miedo. Hay necesidad. Hay obligación.
La decimotercera etapa es de las de aúpa. Un puerto de 3ª, dos de 2ª y llegada en alto, en el de Ancares, de 1ª, por la inédita vertiente leonesa: 7,7 kms. al 9% de media, con rampas del 15%, y cinco últimos kms. al 12%. Una etapa muy exigente y llamada, ya a estas alturas, a ir moldeando la clasificación, como quien moldea una estatua hasta proporcionarle la forma definitiva.
Cuando las multitudes le aclaman, le chillan y le ruegan en los largos pasillos que en cada salida se forman en el protocolo de la estampa de firmas, cuando rodean el bus del UAE Emirates, cuando le persiguen incluso en los hoteles de paso perdidos por Francia, a Tadej Pogacar se le intuye abrumado. Como los tímidos enfermizos, no sabe muy bien cómo reaccionar ante el fenómeno fan. Un brazo arriba, una media sonrisa. Él sólo es una estrella del rock encima de la bicicleta. Ahí sí, la transformación, los gestos, el colmillo, la inclemencia. El show.
En Niza, bajo el sol del Mediterráneo, tan lejos del Arco del Triunfo parisino, el esloveno se hizo leyenda. Son tantas las comparaciones con los mitos del ciclismo, los récords devorados... El nombre más repetido es el de Marco Pantani, el último ganador del doblete Giro-Tour, hace 36 años. Sólo seis más lo lograron (Coppi, Anquetil, Merckx, Hinault, Roche e Indurain), pero lo más asombroso no es conseguirlo, es siquiera imaginar intentarlo en los tiempos del ciclismo moderno, donde ya no se avanza a base de riñones y coraje, donde todo lo marca la ciencia, los vatios, los esfuerzos y los descansos. Ahí, en los laboratorios, ha sido donde se ha fraguado lentamente la reconquista de Pogacar, una maquinaria que su director, Joxean Fernández Matxin, puso en marcha el mismo día después de que, por segundo año consecutivo, Jonas Vingegaard apartara a su pupilo del triunfo en la Grande Boucle.
«Un Tour lo perdí porque me equivoqué siguiendo los ataques de Roglic y Vingegaard [Galibier 2022], el otro porque lo corrí con la muñeca medio rota y una férula», contaba en la cima de Isola 2000 Tadej tras abrochar su tercer Tour e igualar a Thijs (1913, 1914, 1920), Bobet (1953 a 1955) y Greg LeMond (1986, 1989 y 1990). «Vuelvo a ser el viejo yo. Y todavía mejor». Pero, ¿cómo lo hizo?
Pogacar, celebrando su triunfo en la contrarreloj.LAURENT CIPRIANI / POOLEFE
Es lo que Matxin llama «el backstage, todo lo que está detrás». Y, en el caso del genio de Komenda, se basa en tres pilares: aerodinámica, nutrición y rehabilitación. Los tres, como ese Joseba Elguezabal (el masajista vizcaíno) que le asiste en cada meta, tras cada esfuerzo, con acento español.
Tras la segunda afrenta de Vingegaard, con un bajón como nunca antes se había visto en el Col de la Loze, el fin de temporada de Tadej no fue todo lo exitoso que acostumbra. Apenas pudo sumar a su palmarés Il Lombardia, el último monumento del año. Ya ese octubre, en el primer pre stage del equipo en Abu Dhabi, Matxin le planteó una ambiciosa hoja de ruta hacia la reconquista: Giro y Tour. «Todo está analizado. No podíamos acomodarnos. Teníamos que controlar dónde habían estados la pérdidas y minimizarlas. Y aumentar nuestras fortalezas. Y para eso había que sacrificarse», explica el director del UAE a EL MUNDO.
El Puig
Tras las vacaciones con su novia Urska Zigar, Pogacar se puso manos a la obra. En enero ya estaba trabajando en el velódromo valenciano de El Puig, Porque ahí, en la aerodinámica, estaba uno de los puntos débiles detectados. «El año pasado nos metieron 1:38 en la crono [Combloux), son cosas que escuecen pero que te hacen despertar». El hombre destinado a mejorar aerodinámicamente a Pogacar es David Herrero, ex ciclista del Euskaltel, ahora uno de los biomecánimos más prestigiosos del pelotón. Que no sólo estudió en el túnel del viento y los track test (pista) la posición de Tadej en la cabra de contrarreloj, fue más allá. «Se trataba de ser aerodinámicos, pero confortables en la posición. Pogacar antes iba mucho más recto, más flexible. Ahora va más acoplado en momentos donde antes era erecto. Todo apoyado por el Big Data. Si vas 20 segundos con una capacidad de flujo del aire que te penetre mucho más...», explica Matxin. «Estudiamos hasta la posición en el grupo y la composición y ubicación del equipo, cómo usamos el draft (ir a rueda), saber que tú en ese momento estás recuperando y posiblemente tu rival no, él gasta más y tú menos», añade.
Herrero, que fue pupilo de Matxin en el Saunier Duval, analiza hasta «el rozamiento del material de la bicicleta, del muslo con el sillín, de un buje, de la cadena... Cuanta menos fricción haya, más rendimiento». Todo eso no dejó de aplicarlo Pogacar. En cada calentamiento y cada enfriamiento del Giro, utilizaba la bici de contrarreloj. En el mes entero que pasó concentrado en los Alpes Marítimos antes del Tour, hubo días que recorrió los puertos acoplado. Jornadas en las que, antes de partir, completaba en el rodillo rodajes suaves a 40 grados, un entrenamiento térmico para mejorar una de sus flaquezas reconocidas, el esfuerzo bajo el calor.
Pogacar, con sus compañeros.Daniel ColeAP
La siguiente para de la mejora de Pogacar es la nutrición. Y ahí el hombre es Gorka Pérez, el nutricionista español del UAE, que ya contaba en EL MUNDO cómo medía «hasta los gramos de arroz del sushi» de sus ciclistas. «Valora el gasto calórico, el gasto en kilojulios de cada etapa para analizar proteína, carbohidratos, toda la alimentación a la perfección de cada uno. Con una App que ha desarrollado, sabe perfectamente todo lo que han gastado y todo lo que tienen que comer», dice Matxin. «El chef hace el menú customizado para cada corredor. Nadie pasa hambre. En muchos casos no se pueden ni acabar la dieta, pero están convencidos de que al detalle eso es lo que necesitan para recuperar, la gasolina que han gastado».
Otro de las grandes novedades en el entrenamiento de Pogacar fue la llegada en octubre del sevillano Javier Sola en sustitución de Íñigo San Millán (se incorporó al Athletic de Bilbao) como director del grupo de entrenadores. Matxin también destaca otra pata menos visible del entorno del campeón. Se trata de Víctor Moreno, especialista en rehabilitación de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Con una gran peculiaridad que adelanta en «un 50% los plazos de la recuperación»: el profesor se desplaza directamente a los lugares de residencia de los ciclistas del UAE. «Esto no creo que exista en ningún deporte. Cuando alguien tiene una lesión o una caída, tener que desplazarte a un centro de rehabilitación o a un hospital, es duro psicológicamente. Víctor acude a la casa de los ciclistas para que en su ambiente, con su familia, se recuperen más rápido la lesión. El año pasado estuvo en Mónaco con la rotura de muñeca de Tadej», desvela Matxin.
Todo eso, las ganas de venganza y el talento innato de Pogacar. Un cóctel para la historia del ciclismo.