La vida de la familia Haaland cambió el 21 de abril de 2001. Alf-Inge, Alfie, y Gry Marita Braut ya habían visto nacer a sus tres hijos, Astor, Gabrielle y Erling, y acababan de encontrar cierta estabilidad en Manchester, donde el padre, después de pasar por el Nottingham Forest y el Leeds United, era parte del City. Tenía un contrato para varias temporadas y una edad, 29 años, que le encaminaba a los mejores meses de una vida futbolística asentada en la Premier League. Pero entonces apareció Roy Keane.
En pleno derbi de Manchester y en una de las entradas más salvajes de la historia del fútbol, el capitán del United terminó con la carrera del centrocampista noruego. Enrabietado por una acción con el propio Haaland cuatro años antes, cuando el nórdico le recriminó estar fingiendo una lesión que en realidad terminó siendo una rotura de ligamentos, el irlandés clavó sus tacos en la rodilla derecha de Alfie y le dejó sin futuro cerca del balón.
A Keane le cayeron tres partidos de suspensión y una multa económica de 5.000 libras, pero nunca se arrepintió. Todo lo contrario. «Le golpeé durísimo y pensé: ‘Toma, bastardo‘. A la mierda con él, ojo por ojo», dijo en su momento el centrocampista de los red devils. Haaland, que no se había lesionado en ocho temporadas, pasó por el quirófano e intentó volver a sentirse futbolista, pero sólo consiguió jugar un partido más con el City y otro con la selección de su país antes de colgar las botas: «Aquella entrada no fue una coincidencia, lógicamente», reflexionaba hace unos años.
En 2004, Alfie y Gry Marita tomaron una decisión clave en el futuro de su familia, en el de sus hijos e, indirectamente, en el del fútbol europeo. Dejaron Manchester e hicieron las maletas de vuelta a Noruega, a un pueblo de 12.000 habitantes llamado Bryne, donde Erling, el hijo menor, creció acompañado de la rabia y la motivación de su padre, del odio eterno al Manchester United, de la tristeza por no haber hecho carrera en el City. Su infancia y adolescencia se construyeron a través del deporte, contagiadas también por el pasado de su madre en el heptatlón. Y por eso, casi 20 años después de aquella entrada criminal, se entiende que Erling, en el nombre de su padre, escogiera al City antes que al Madrid y se convirtiera en la estrella del equipo de Guardiola, que este martes amenazará el trono europeo madridista en la ida de las semifinales de Champions.
Un récord en salto de longitud
El hambre y la voracidad de Erling nacen en Alfie, pero sus condiciones físicas llevan los detalles del ADN de Gry Marita. A los 5 años, el 22 de enero de 2006, antes de escoger el fútbol por delante del golf, el balonmano y el atletismo, el niño Haaland batió el récord del mundo sub’5 de salto de longitud. Se elevó 1,63 metros, en una estadística que todavía se mantiene imposible para cualquier crío a día de hoy, y tanteó la posibilidad de hacer carrera en las pistas, pero desechó la idea, cuentan, al pasar varios fines de semana seguidos en el campo de fútbol indoor de Bryne. El club del pueblo construyó el miniestadio en 2005 y Erling se reunía allí con chicos de diferentes edades «a todas horas».
En ese rectángulo nació la última característica del pequeño de los Haaland. Tenía el carácter y el físico y a base de tardes de fútbol creó lo que le ha convertido en estrella mundial: el gol. El gol es la principal razón de su ser, encumbrado ya como uno de los mejores atacantes de todos los tiempos. Después del récord de salto de longitud llegaría el de primer menor de edad en anotar en 5 partidos seguidos de la Champions, el más joven de la Bundesliga en marcar 50 goles, el más joven en meter 25 tantos en Champions, el récord de menos encuentros necesarios para meter 10,15 y 20 goles en Champions, el más rápido en acumular tres hat-tricks en la Premier League, los nueve goles en un partido del Mundial sub’20… Y el último, el que ha dado la vuelta al mundo: el récord de más goles en la Premier League en una sola temporada (35, y le han sobrado 5 jornadas), superando los 34 de Andy Cole y Alan Shearer.
Pero volvamos a Noruega. «Todo lo demás es por mi padre, me lo ha enseñado el, pero eso no. Eso lo he aprendido por mí mismo». En 2013, con 13 años y jugando para el Bryne FK, al adolescente Erling le preguntaban por «eso». «Eso» eran dos goles que había marcado en un partido oficial de su categoría. Conocido en ese momento como «el hijo de Alfie», su padre era la estrella, no él, por eso le buscaban las cámaras locales. Pero hasta él sabía que lo de marcar goles no era una herencia paterna, sino «cosecha propia».
Alfie jugaba de mediocentro y había metido 18 goles en 181 partidos de Premier League y no vio puerta en los 34 encuentros que disputó con la selección de Noruega. ¿De dónde salía ese talento goleador? De nuevo, hay que ir al país de origen, en este caso a la ciudad costera de Molde, cuyo equipo apostó por Haaland, le sacó del pueblo y le transformó.
La transformación física
Allí, durante unos meses, coincidió con el portero español Alex Craninx, ahora en el Fuenlabrada. «Le recuerdo bien. Tenía 17 años, era muy alto y muy delgadito y tenía muchos problemas de espalda, así que el club hizo un plan específico con él. Le llevaban todos los días al gimnasio para que desarrollara los músculos y acabó siendo el máximo goleador de Noruega», explica el portero a este periódico. Ese año, Haaland, que venía de meter sólo 2 tantos el curso anterior, anotaría 12 goles en 25 partidos de Liga, además de 4 en 5 encuentros de clasificación para la Europa League. Su trabajo de fuerza en el gimnasio, la comida de la cocinera del equipo, Tanta, y la ayuda del fisio del Molde, Borre Steenslid, hicieron que Haaland creciera casi diez centímetros en dos temporadas. «Comía como un caballo», recuerdan algunos de los que mejor le conocen.
«Hacía muchas más cosas de las que le pedíamos», insisten, admitiendo el impulso que le daba su «poción mágica», su pequeño secreto. «Lo que más le gusta es la leche, se podía beber litros y litros durante la semana», cuentan en su entorno. Todavía ahora, en Manchester y siendo una estrella, Haaland aparece en algunos entrenamientos del City con una botella de leche en la mano.
“Siempre con un libro”
Más allá de la rabia paterna y el talento goleador, Álex recuerda a un adolescente Haaland «interesado en la lectura y en el español, como muchos de los ciudadanos noruegos». «Cuando viajábamos siempre iba con algún libro, le gustaba mucho, y luego jugaba muchísimo a las cartas. Los noruegos son muy curiosos a nivel cultural, y él también lo era. Hablaba inglés a la perfección y ya estaba pendiente de aprender español porque varios del equipo lo estudiaban. Creo que ahora lo habla».
Esa conexión de Haaland con España ha sido uno de los puntos clave en las negociaciones con el Madrid. El noruego sabía que le debía a su padre la oportunidad del City, pero siempre se mostró abierto a jugar en el Bernabéu. El obstáculo, por llamarlo de alguna forma, fue Benzema, figura estelar de Chamartín. En el Etihad nadie se interponía entre él y la portería rival. Vistas sus estadísticas, ha sido la opción correcta para él. Pero ese interés por España sigue ahí. «Creo que algún día jugará en el Madrid», siguen comentando a su alrededor. Haaland tiene una casa en Marbella y ha pasado allí gran parte de los últimos veranos. «Es la misma persona que era con 17 años. Bromista, divertido y dejándose notar allá por donde va. Tiene mucha presencia, igual que se ve en la televisión», reflexiona Craninx, que admite el talento que tenía de adolescente pero confiesa que «no pensábamos que fuera a llegar a ese nivel». «Era muy bueno, pero no piensas que va a llegar allí. Del Molde se fue a Austria, no nos imaginábamos que de ahí saltaría a Dortmund y City. Tenía proyección, pero no ‘esa’ proyección. El fútbol cambia mucho y los goles son los que marcan las cosas».
Desde que salió de Noruega, Haaland ha marcado 166 goles en 162 partidos, 35 de ellos en 27 encuentros de la Champions. Su competición, también la del Madrid.