Milan 0 Inter 2
Dos goles al inicio del partido de Dzeko y Mkhitaryan complican la eliminatoria a un Milan frágil y sin pólvora
Tres minutos. 180 segundos. Apenas eso duró la excitación en la grada de San Siro. Sin romper a sudar, el derbi della Madonnina saltó por los aires como nadie podía imaginar. Si acaso soñar. Milan e Inter se cruzaban 19 años después en una semifinal de Liga de Campeones tras una dolorosa travesía deportiva que los mantuvo apartados del cielo europeo. Para los dos equipos de la capital lombarda, obligados también a una reconversión societaria y a luchar contra la desafección de años sin gloria, arrancaban los últimos dos escalones hacia una final que hace reverdecer laureles solo con disputarla. En el primero, el Milan tropezó hasta caer rodando. [Narración y estadísticas]
Al Inter le costó un suspiro destrozar a su rival. Descosió sin esfuerzo las costuras del equipo de Stefano Pioli que dibujaba, como Simone Inzaghi, una eliminatoria paciente y larga, muy larga. Su pronóstico falló de maner estrepitosa. Lamentando la ausencia de Rafael Leao, lesionado en la grada junto a un desesperado Ibrahimovic, los rossoneri mostraron una fragilidad desconocida en esta competición. Su solidez ha sido la base para alcanzar la semifinal: no les batió el Tottenhman en octavos y el habilidoso Nápoles solo lo logró con la eliminatoria resuelta. Sin embargo, no le duró ante su vecino, cuando más la necesitaba.
Çalhanoglu se colocó el guante para poner un saque de esquina en el corazón del área donde el veterano Dzeko, agarrado por Calabria, fue capaz de armar la pierna izquierda y cazarlo de bolea para batir a Maignan. Al primer jarro de agua fría que encendió la grada sur de San Siro siguió el segundo. Di Marco lanzó a Lautaro que vio el pasillo perfecto para dejar que Mkhitaryan soltara un derechazo casi en la frontal que agigantaba su ventaja. Fueron minutos de zozobra para el Milan, que perdió a Bennacer por lesión, pidió penalti por un agarrón a Giroud que Gil Manzano no consideró suficiente y a punto estuvo de tener que renunciar a Maignan. Y es que el meta francés se la jugó en una torsión de rodilla con la que desviar otro disparo del armenio, que había recogido el balón estrellado en el palo por Çalhanoglu.
Ahogado, al Milan le costó media hora aparecer en la portería de Onana. Lo hizo en el momento en que emergió Brahim por banda con un centro que remató muy forzado Calabria. Se estiraban. La grada confiaba, pero aún no tenía ninguna razón para sacar las bengalas porque su equipo seguía zozobrando. Tanto que el pícaro Lautaro trató de sacar provecho con una caída ante Kjaer que el colegiado extremeño pitó como penalti y anuló al intermediar el VAR. Los locales habían esquivado una bala que podía haberles borrado de forma definitiva de la final.
Quisieron sacudirse el miedo y la el peso de los dos goles y se estiraron con un eslalon estéril de Saelemaekers, cuya mayor contribución fue evitar que el Inter siguiera buscando correr y demostrando que la primavera le sienta bien. Finalistas de Copa y terceros en la Serie A, buscan una guinda europea bajo la mirada resignada de enemigos como Maldini, Shevchenko y hasta Novak Djokovic. Una final de Champions a la que los nerazzurri no comparecen desde 2010, cuando salieron campeones en el Bernabéu de la mano de Mourinho.
El paso por el vestuario espabiló al Milan. No podía arrojar la toalla Pioli y movió sus piezas para hundir a l Inter y tener la mejor ocasión en un disparo de Tonali que se estrelló en la cepa del poste. Había que buscar algo de oxígeno para la vuelta. Probó Brahim y Junior Messias con un disparo muy cruzado. Vio Inzaghi la apuesta y, aunque Dzeko tuvo un mano a mano con Maignan, la dobló: protegió la medular con Brozovic y la banda con De Vrij al tiempo que lanzaba a Lukaku. Con eso volvió a alejar al Milan de su área y a empinarle lo suficiente el campo para que no fuera capaz de reaccionar. No lo hizo y fía su suerte a que en el partido de vuelta, en el mismo escenario cambie el guion.