La española, que en 1980 emigró a Chicago, trabajÓ con el equipo estadounidense de atletismo en los Juegos de Barcelona y con los Chicago Bears de la NFL. Ahora, tras la jubilación, atiende a EL MUNDO.
La psicología todavía no tenía apellidos, ni clínica, ni social, ni infantil, ni por supuesto deportiva cuando Gloria Balagué ya ayudaba a atletas y nadadores de la residencia Blume de Barcelona, se marchaba a Bruselas a especializarse en Sports Psychology y se doctoraba en la materia en la Universidad de Illinois, en Chicago. Desde que se graduó en 1972 y se jubiló en 2020, fue una pionera en su campo, ayudó a estrellas estadounidenses como Carl Lewis y Mike Powell, trabajó en una macrofranquicia de la NFL como los Chicago Bears y tuvo tiempo de esquivar al doctor Larry Nassar en la Federación de Gimnasia de Estados Unidos. Ahora ya ha vuelto a vivir en Barcelona, donde todavía ayuda a deportistas por Zoom y atiende a EL MUNDO en el comedor de su piso.
- Por qué quiso ser psicóloga deportiva cuando no existía la psicología deportiva?
- Por mi padre. Fue uno de los pioneros de la medicina deportiva en España y me interesaba mucho lo que hacía, pero como no quería seguir sus pasos estudié Psicología. Era una carrera que estaba empezando y, de hecho, los primeros años formábamos parte de Filosofía. Luego hice prácticas en la Blume por mi padre, me gradué y me fui a Bélgica, a Bruselas, a la única universidad europea que tenía una especialización deportiva.
- Imagino que en España y en los años 70 la psicología sonaba a chino a deportistas y entrenadores.
- No te creas. Había entrenadores que no querían saber nada, pero no sólo de mí, también del preparador físico,. Pero ya había muchos que proclamaban que se compite con el cuerpo y se gana con la cabeza. Tenían un enfoque técnico, no emocional, pero contaban conmigo. Recuerdo a Jaime Enciso, entrenador de atletas como Javier Moracho, un gran maestro. Quería cambiarle la pierna de ataque a un vallista, me llamó y yo me puse a estudiar cómo hacerlo. Aprendí mucho sobre la lateralidad, por ejemplo. Y juntos probamos y probamos. Ahora lo pienso y me fastidia que algunos olímpicos fueran conejillos de indias, pero no había otra cosa. Curiosamente aquel trabajo con los vallistas me ayudó después.
- ¿Cómo?
- En 1980 me marché a hacer el doctorado a la Universidad de Illinois y mientras lo hacía fui a un congreso de psicología en Washington. Nos sentaron en grupos y nos dieron un caso de estudio por grupo. Al mío le tocó analizar a un vallista, fíjate tú, y, claro, yo tenía mucho conocimiento específico. Empecé a hablar y a hablar y a hablar. Pues bien, resultó que a mi lado estaba el médico de la Federación de Atletismo de Estados Unidos. Me ofreció trabajo
- Menuda coincidencia. Y acabó ayudando a Carl Lewis o Mike Powell.
- Los más grandes deportistas siempre están abiertos a propuestas. ¿Qué tienes?¿En qué me puedes ayudar? Todos tienen esa mentalidad. De entrada, te escuchan. Si puedes ofrecerles algo que les permita mejorar, aunque sea una décima de segundo, trabajan contigo al máximo. Si te presentas con humo o con cosas muy básicas, ni caso.
- Ambos eran superdotados físicamente. ¿Podemos decir que también lo eran psicológicamente?
- Para ser campeón se necesitan las mejores habilidades psicológicas, claro. Y son tan entrenables como las físicas, eh, no son innatas. En psicología es difícil hablar de personas concretas, pero te hablaré de un vallista con el que no trabajé directamente, Greg Foster, subcampeón en Los Ángeles 1984. Tenía una excelente rutina de salida y un día me dijo: ‘Me encantan las salidas falsas porque mis rivales empiezan a dudar y yo empiezo a ganar’.
- En el Mundial de Tokio 1991, Powell batió el récord del mundo de salto de longitud (8,95 metros), un récord que sigue vigente. ¿Cómo se trabaja una barbaridad así?
- Aquel día yo estaba en el estadio y había un ambiente, una electricidad… Dos días antes del récord estábamos en una fiesta de la organización y mientras la mayoría de atletas se marchaban pronto, Mike se puso a hacer de DJ. Era una de sus aficiones y, a la que pudo, se subió a pinchar. Los entrenadores no sabían qué hacer, si decirle algo o no, pero yo pensaba: ‘Este hombre haciendo lo que más le gusta, está relajado, qué buenísima señal’. Mike venía de perder varias veces ante Carl, esa disposición tuvo que trabajarla
- Toda la vida hemos escuchado que los estadounidenses tienen otra mentalidad, más ambiciosa y ganadora, más individualista.
- Sobre la ambición, creo que ya no es así. En los años 80 la mayoría de deportistas españoles ya viajaban derrotados a las competiciones, se sentían inferiores, incluso pequeños. Ahora eso ha cambiado completamente, los jóvenes de aquí son ganadores como los que más. Sobre el individualismo, es algo innegable. Y creo que no es lo mejor para la vida. Siempre que trabajé con equipos en Estados Unidos intenté que los deportistas se involucraran con la comunidad, fomentar los valores de grupo, crear ese apoyo para ellos.
- Trabajó con atletas, pero también con otros deportistas olímpicos, como el equipo estadounidense de gimnasia. ¿Tuvo que lidiar con Larry Nassar, doctor hoy condenado por abusos sexuales a estrellas como Simone Biles?
- Lo conozco, sí, pero no mucho porque yo trabajaba la mayor parte del tiempo con el conjunto de rítmica y en Estados Unidos la rítmica es la hermana pobre. Recuerdo que los padres de gimnastas se peleaban para que sus hijas fueran tratadas por Nassar porque tenía fama de arreglar cualquier dolor, cualquier molestia. Era un hombre con muy pocas habilidades sociales, difícil de tratar, pero no sabía nada más de él. De hecho, USA Gymnastics me pidió un plan para mejorar el ambiente, para ayudar a todas las gimnastas, pero a medida que se acercaban los Juegos Olímpicos lo fueron olvidando. Se volvieron a centrar en los resultados. Y así les fue.
La experiencia en el fútbol americano
- ¿Alguna vez le perjudicó ser mujer?
- En alguna ocasión, supongo, pero también encontré ventajas. Muchos deportistas sentían más confianza al hablar conmigo porque no tenían que competir. Además, en Estados Unidos, me consideraban hispana y eso a muchos atletas negros les ayudaba a la hora de hablar de sus entrenadores blancos, por ejemplo.
- Fichó por los Chicago Bears de la NFL de fútbol americano en 2015 cuando ya estaba cerca de jubilarse.
- Yo ya quería volver a Barcelona y de repente… La directora del programa estadounidense de rítmica me llamó y me dijo que estaba trabajando con los Bears, que querían ampliar su equipo de psicólogos y que me harían una entrevista. Fui allí y me encontré a tres jugadores, entre ellos, al quarterback de entonces, Jay Cutler. Éramos tres candidatos y me escogieron. Años después les pregunté sobre los motivos de la elección, sobre qué les había convencido de mis respuestas y… ¿Sabes qué me dijeron? ¡Qué lo habían hecho por descarte! Fui la única que no les hablé de fútbol americano, los otros dos psicólogos eran fans de los Bears y empezaron a comentarles jugadas y tácticas. Eso era lo último que querían.
- El propio Cutler explicó que le había ayudado mucho, que llegó a hacer terapia de pareja con usted.
- Es que un deportista es mucho más que eso, es padre o madre, es pareja, es amigo, es hijo o hija. Si algo te causa una preocupación, te va a bloquear y va a ser imposible que des el 100% por mucho que lo intentes. Cuando empecé, no se hablaba de las emociones y eso también ha cambiado. Para ganar hay que sentirse bien y no vale taparlo. Si estás pasando por un infierno, intenta andar rápido, pero vas a tener que pasar igual. Las emociones son la mayor fuente de energía que tenemos.
- Los jóvenes de ahora atienden más a las emociones y por eso les llaman blandos.
- Los mayores siempre quieren que los jóvenes sean igual que ellos y eso no ha funcionado así nunca. Los jóvenes de ahora buscan un mayor equilibrio en su vida y nosotros deberíamos haber hecho lo mismo. Tampoco estoy de acuerdo con aquellos que dicen que los jóvenes no atienden. Quizá no aspiran a un conocimiento global porque tienen mucha información al abasto, pero son capaces de centrarse en una cosa y estudiarla hasta el detalle. También la extensión del autoconocimiento o del mindfulness, por así decirlo, me parece positiva.
- ¿Puede ser que también haya llevado a mucho charlatán? Por ejemplo, el coaching que abunda en el deporte no parece muy científico.
- Es un mundillo que me desespera un poco, sí. Tienen un martillo y todo el mundo les parece el mismo clavo. Utilizan herramientas que funcionan, pero siempre son las mismas. Por ejemplo, si la falta de confianza de un deportista está conectada con algo psicológicamente más relevante le pueden hacer mucho daño. Ha ocurrido. Ya no hablo de intrusismo laboral, hablo de prácticas peligrosas.