Había llovido mucho desde aquel lejano 1998 en el que David Coulthard y Mika Hakkinen habían logrado el último campeonato de constructores para McLaren. No es de extrañar la alegría exultante que mostró el equipo en Abu Dabi cuando Lando Norris ganó la carrera y zanjó de un plumazo todos sus temores. Atrás quedaban los días grises, los errores cometidos, las oportunidades desperdiciadas, las dudas, los lamentos… McLaren había logrado crear este año un coche que era capaz de poner contra las cuerdas al todopoderoso Red Bull. Habían encontrado la “criptonita” que podía debilitar y anular a Max Verstappen, pero no supieron cómo utilizarla. Al final el superhéroe terminó la batalla solo con rasguños y ganó el campeonato y a McLaren solo le quedó la opción de luchar con Ferrari por el premio de consolación, el título de constructores.
Decía Zak Brown tras la carrera que habían sido las dos peores horas de su vida. Todo porque lo que parecía que iba a ser una carrera controlada con el doblete de McLaren en parrilla, se torció cuando Verstappen se llevó por delante a Oscar Piastri en la primera curva. La posibilidad de vivir el peor escenario posible, terminar el año con las manos vacías, dependía de que Norris o su coche no tuvieran un problema terminal. Esta vez, no lo hubo y el final fue feliz.
La realidad de Sainz
Se dejó el alma Carlos Sainz persiguiendo a su amigo Lando por la pista, pero el coche naranja era inalcanzable. Hubiera sido bonito y emocionante ganar en su última carrera con Ferrari, pero los cuentos de hadas no funcionan con Carlos. Él es más de epopeyas, de novelas de aventuras en las que la única forma de vencer es trabajar sin descanso, trabajar más que el resto y remar incansablemente contra el viento. No hubo victoria, ni título, pero al menos Sainz pudo volver al podio vestido de rojo y rubricar su mejor temporada en Fórmula 1. Volvió a demostrarle a todos que, pese a que tiene que irse, Ferrari ha tenido la alineación de pilotos más sólida de la parrilla este año. Ha sido un año duro, pero Carlos ha conseguido soportarlo y hacerse más fuerte.
A partir de ahora, tendrá que aceptar la idea de que volver al podio a corto plazo no será fácil. El reto será otro, contribuir a que Williams crezca y vuelva a parecerse a aquel equipo insolente que logró ganar los dos campeonatos a principios de los ochenta sólo tres años después de haber debutado en la Fórmula 1. Ya no habrá peleas por lograr la pole, el futuro será luchar por meter el Williams en la Q3 y en la zona de puntos en medio de la jauría de la clase media. Con suerte, Carlos tendrá que enfrentarse, entre otros, a Fernando Alonso. Y digo con suerte porque el final de temporada de Aston Martin ha sido un infierno.
No se dejen engañar por los puntos conseguidos en los dos últimos grandes premios. Ni siquiera en Aston saben cómo Fernando ha sido capaz de hacerlo. Con un coche que va mal en casi todos los terrenos, que no ha evolucionado en todo el año y que ha terminado en Abu Dabi utilizando el fondo plano de Suzuka, la cuarta carrera de la temporada. Prueba irrefutable de la involución del coche que termina quinto en el campeonato por los puntos logrados en la primera parte del año, pero que en rendimiento ha terminado siendo el noveno. Las 16 clasificaciones de Fernando para Q3 y los 14 finales en los puntos, son ciencia ficción, pura magia de Alonso a pesar de Aston Martin.
El adiós de Hamilton
Fue un domingo de fiesta para algunos, de lamerse las heridas para otros, pero sobre todo fue un día de despedidas. La más dura, la de Checo Pérez. En realidad, ni siquiera fue una despedida. Todo el mundo sabe que fue su última carrera con Red Bull, incluso él, pero aún falta por negociar su salida en presencia de abogados.
El adiós más emotivo, sin duda, el de Lewis Hamilton en Mercedes. Cerró su hoja de servicios en Mercedes con una gran remontada y un adelantamiento por fuera a George Russell en su última vuelta con las flechas de plata. Entre lágrimas, sollozos y palabras bonitas terminaron doce años de matrimonio. Desde luego que mereció la pena. Y aunque ahora costará verle vestido de rojo y jamás ha conducido hasta ahora un Fórmula 1 con motor Ferrari, será la principal atracción cuando arranque el mundial en Australia dentro de 98 días.