Giro de Italia
El belga gana la contrarreloj de Cesena, pero con sólo un segundo de ventaja sobre Thomas, y vuelve a vestirse con el maillot rosa de líder de la prueba
Llovía, “porca miseria”, cuando salió el primero, o sea, el último de la general. Y seguía lloviendo cuando llegó el ultimo, o sea, el primero de la general. Pero Andreas Leknessund ya había dejado de serlo en beneficio de Remco Evenepoel, doble triunfador del día: etapa y “maglia” rosa.
La lluvia introdujo un elemento indeseable en el desarrollo de la etapa. Pero no dejó de permanecer neutral. Caía para todos. Y esa imparcialidad desembocó, en la metáfora de un cronómetro que no tomó partido por nadie, en una emoción y una incertidumbre extremas. Con agua o, tal vez, igualmente sin ella, nunca lo podremos saber, la clasificación se embutió en un traje tan apretado que impedía respirar.
Pero, incluso en las estrecheces habituales en este tipo de etapas, la que llevó de Savignano sul Rubicone (¡el Rubicón!) a Cesena (cuna de Pantani) resultó extremadamente ajustada. Dos segundos separaron al primero del tercero. Evenepoel realizó 41:24, a, prácticamente, 51 km. por hora. Geraint Thomas, 41:25. Y Tao Geoghegan, 41:26. Roglic flaqueó un poco. Marcó 41:41, peor incluso que Stefan Kung (41:28), un auténtico especialista, sin embargo. Y que, sorprendentemente, Bruno Armirail (41:32). Mejor, sin embargo, que Joao Almeida (41:59).
¿Puede sentirse satisfecho Evenepoel? Según. Objetivamente, sí. Venció y se vistió de rosa. Pero no obtuvo las diferencias que podían esperarse de sus capacidades de rodador excelso en un recorrido llano como la palma de la mano y del resultado de la cronometrada del primer día. Paradójicamente, en su fuerza se atisba una cierta debilidad. Afrontará, tras el lunes de descanso, una segunda semana con retos de primera magnitud. Especialmente la etapa del viernes 19, en las alturas de Crans Montana, tras 207 kms. y luego de haberse enfrentado al Gran San Bernardo y a la Croix de Coeur.
El abanico de favoritos se abre. Es verdad que Geoghegan y Thomas no han dejado de contar desde un principio. También Almeida. Pero no lo es menos que la atención general se focalizaba en Roglic y en Evenepoel. En el veterano ilustre, en el patriarca en plenitud, y en el cachorro de león, de águila. Una lucha entre las certezas de un campeón consagrado en los grandes desafíos de tres semanas y en la incertidumbre que genera alguien que, sí, ha ganado la Vuelta a España, pero ignora su rendimiento en cumbres sucesivas que, en su longitud y dureza, sólo ofrecen el Giro y el Tour.
No se trata sólo de un duelo generacional entre campeones separados por una decena de años de edad y el cúmulo de experiencias asociadas, sino de la lucha entre la lógica y el asombro. Entre la aceptación de que ciertas carreras se ganan desde la madurez y la posibilidad de que sean asaltadas por ciclistas imberbes. Esa posibilidad también es una certeza en el caso de Tadej Pogacar y, antes que él, de Egan Bernal, que parece asomar la cabeza desde, sin haberlo ganado, el Tour de Hungría, simultáneo al Giro y que ya ha finalizado.
Naturalmente, han existido ciclista que, antes de los 25 años, se han impuesto en el Giro y el Tour. Pero, con algunas excepciones que luego no respondieron en la misma medida, se ha tratado de los más grandes de la Historia. Remco Evenepoel se encuentra recorriendo ese trayecto aún prometedor, y carreras como este Giro están llamadas a confirmarle o a situarlo en un escalón inferior. Alto, muy alto. Pero inferior.
El belga empezó como un tiro, amenazando con destrozar a sus adversarios con unos tiempos aplastantes. Luego se vio obligado a regular porque ni siquiera él era capaz de sostener semejante ritmo. Pareció incluso que lo disminuía demasiado y que entraba en pérdida. Finalmente, recuperó la velocidad suficiente como para, aunque por, digamos, la mínima, obtener la victoria.
En lo cerrado de la clasificación, todas las opciones quedan de par en par y ahora resta especular con el papel de los equipos. El Ineos de Tao y Geraint parece el más fuerte. Pero nunca se sabe. Los favoritos han dicho su primera palabra, pero no la última. La elocuencia es parecida. Los cuatro primeros clasificados se apiñan en menos de un minuto. Thomas está a 45 segundos del líder. Roglic, a 47. Geoghegan, a 50. Incluso Almeida mira a Evenepoel a 1:07. Esto no ha hecho más que empezar.