La selección cae ante el primer rival de nivel al que se mide (30-22) y deberá vencer el domingo a Países Bajos para estar en cuartos de final
España se ha metido en un lío en el Mundial femenino de balonmano. Este domingo (16.30 horas, TDP) deberá vencer a Países Bajos, que está virtualmente clasificada, pero que querrá defender su liderato de grupo. Si la selección cae, dependerá de una difícil carambola para estar en cuartos de final. Lo dicho: un buen lío. La derrota este viernes ante República Checa (30-22) fue un tropiezo doloroso por varios motivos. Por la trasquilada que provocó en la clasificación, claro está, pero también por las sensaciones.
Porque hasta el momento España llevaba un Mundial inmaculado -cuatro victorias en cuatro partidos-, pero era consciente que todos sus rivales no daban el nivel. La sobredimensión de un campeonato con 32 selecciones y la naturaleza del balonmano, eminentemente centroeuropeo, provocan estas anomalías. Pasaron Kazajistán, Ucrania, Brasil y Argentina y no se podía decir si la selección estaba jugando bien o mal. Ante Brasil, si acaso, se comprobó que hay carácter. Poco más. República Checa era la primera prueba real y acabó en disgusto.
Ante un conjunto con una defensa 6:0 muy hundida, sobre la línea, la selección echó en falta lanzamiento exterior -ausente Shandy Barbosa en el torneo- y se entregó a la creación de Silvia Arderius. Apenas funcionó. En la primera parte sólo pudo anotar nueve goles y en la segunda, pese al ímpetu, 13 más. Fueron meritorias las actuaciones de Petra Kudlackova, la portera checa, o de Marketa Jerabkova, la lateral más experimentada de un equipo jovencísimo, pero sobre todo la derrota fue demérito de España.
República Checa se suponía un rival asequible -nunca ha jugado unos Juegos Olímpicos, nunca ha estado en cuartos de final de un Mundial- y ahora Países Bajos exigirá un nivel superior. La selección ‘oranje’ fue campeona del mundo hace nada, en 2019, y mantiene referentes de entonces como la central Estavana Polman, MVP de aquel torneo, o la lateral Lois Abbingh, máxima goleadora. España se ha metido en un lío.
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«Te has fijado, eh. Se nota que tienes buen ojo», le reconoce Carlos Alcaraz a Mats Wilander, tres veces campeón de Roland Garros y ahora comentarista para Eurosport, cuando éste le pregunta por el último cambio que ha hecho en su juego. A sus 21 años y con dos trofeos de Grand Slam en las estanterías de su casa, ya no hay lugar para revoluciones, con su actual derecha y su actual revés irá al final del mundo, pero hay un golpe que ha mejorado en las últimas semanas: el saque. Hasta llegar a París, Alcaraz detenía dos veces el ascenso de la raqueta para llegar al golpeo y ahora sólo hace una parada. Por eso todo el movimiento es diferente. Por eso todo el movimiento es más efectivo y más fuerte.
Como hizo en el partido previo ante Sebastian Korda -cuando llegó a sacar a 217 km/h-, este domingo en su victoria en octavos de final ante Félix Auger-Aliassime por 6-3, 6-3 y 6-1 elevó el número de puntos ganados con su primer servicio. Del 71% de media a lo largo de su carrera a un 75% que le ayudó a completar un partido redondo, magistral, perfecto. Este martes ante todo un Top 10 del ranking mundial, Stefanos Tsitsipas, pondrá a prueba su nueva arma, aunque es un cambio a largo plazo. El propio Alcaraz lo explicaba.
¿Por qué es diferente este nuevo saque?
Ahora no hago una parada y el movimiento me permite ir un poco más arriba. Tanto de piernas como de brazos todo es más dinámico. Es un cambio que me viene bien para impactar a la bola más arriba y así ganar dirección y potencia. Me permite mejorar todo un poquito.
En el tenis de formación muchas veces se enseña un saque con dos paradas porque es más sencillo de ejecutar y permite más control de la raqueta, pero en el tenis profesional varios jugadores lanzan el golpe con sólo una parada para exagerar su peligro. «Siempre es mejor sacar en un tiempo que en dos porque así el saque es más fluido, hay más balance, más fuerza. Normalmente se hace el cambio buscando más agresividad, aunque al final también lleva a menos errores. Si no te fijas no te das cuentas, pero es un cambio que le puede venir muy bien a Carlos», analiza Jordi Arrese, que en París llegó hasta cuatro veces a tercera ronda, antes de pasar a ser entrenador, capitán de la Copa Davis y ahora, también comentarista en televisión.
Trabajo durante la lesión
Entre todas las fortalezas de Alcaraz, el saque siempre se ha considerado el aspecto de su juego con más margen de mejora y ahora está en ello. Le ayudó su lesión en el antebrazo derecho, por muy raro que parezca. En los dos meses entre el Masters 1000 de Miami y Roland Garros, Alcaraz estuvo semanas sin poder golpear en los entrenamientos y sólo pudo jugar una semana, en el Mutua Madrid Open, así que tuvo tiempo para descubrir el nuevo movimiento y repetirlo y repetirlo y repetirlo. En una temporada normal hubiera tenido que esperar al invierno para pensar en cambios. De los malos momentos sacó algo bueno.
«Estoy muy contento por el nivel que estoy mostrando, sin bajones en todo el partido, me siento muy bien», analizaba Alcaraz sobre su victoria ante Aliassime, al que pasó por encima de principio a fin. En una profunda crisis de confianza y con ciertas molestias físicas -reclamó el fisioterapeuta en segundo set-, el canadiense apenas peleó. Si lo hubiera hecho seguramente hubiera perdido contra la derecha ganadora del español, sus continuas dejadas, sus increíbles 'passing shots', pero el espectáculo hubiera sido otro. Tampoco le ayudaron las continuas rachas de viento. En los primeros seis juegos, tiró 11 'drives' fuera, un desatino del que no se recuperó: al final, hizo 39 errores no forzados y 11 'winners'.
Al final, un duelo plácido para Alcaraz que ahora espera a Tsitsipas, su rival preferido. Hasta cinco veces se han enfrentado y cinco veces ha ganado el hoy número tres del ranking ATP en todas las superficies, en todas las situaciones. Desde aquel triunfo en el US Open de 2021 cuando era sólo un niño, el dominio de Alcaraz se ha ido exagerando hasta llegar a los encuentros del año pasado. Tanto en la final del Trofeo Conde de Godó como en los cuartos de final del último Roland Garros -precisamente la misma ronda-, el español venció sin conceder ni un set al griego. «Sé cómo ganarle, sé cómo hacerle daño, pero eso no quiere decir que pueda jugar al trantrán. Tendré que dar mi 100% porque está haciendo un gran tenis», finalizó Alcaraz con uno de sus instrumentos, el saque, todavía más afinado.