Para el aficionado común, e incluso para muchos de los más conspicuos, la temporada ciclista comienza realmente cuando debutan las mayores estrellas. Pues bien, este mismo lunes arrancan Wout van Aert y Tadej Pogacar. El belga, en la Clásica de Jaén. El esloveno, en el Tour de los Emiratos. El miércoles, en el Algarve, se estrenan Jonas Vingegaard y Primoz Roglic.
Los restantes miembros del ‘Big 6’, o ‘Fab 6’, Mathieu van der Poel y Remco Evenepoel, aguardarán a algunas de las clásicas de primavera para asomar por la ruta. Unos y otros, repartidos, mezclados, se irán viendo las caras aquí y allá a lo largo del curso. Coincidirán todos en un Tour apasionante. Y probablemente en el Mundial.
La campaña 2025 aporta una novedad. El color amarillo, el más emblemático del ciclismo, asociado generalmente al liderato en las carreras, se ha incorporado al reglamento en forma de tarjetas. Una especie de VAR con el propósito de velar por la seguridad general. Especialmente la del ciclista, el actor principal y el más asomado y próximo al peligro. El más vulnerable. El más castigado.
Bajo el nombre de SafeR, se trata de una iniciativa conjunta de la Unión Ciclista Internacional, la Asociación de Organizadores de Carreras y la de Equipos Profesionales. En 21 supuestos, después de la competición, no como en el VAR, y en virtud de un estudio de lo acontecido, las tarjetas pueden acarrear sanciones de diversa índole, cuantía y duración. Iván Romeo ha tenido el dudoso honor de ser el primer español castigado. Empujar al belga Gianni Vermeersch durante la Vuelta a la Comunidad Valenciana le acarreó una multa de 200 francos suizos y la pérdida de siete puntos en la clasificación.
Vicios del oficio. A fin de tratar de cambiar las malas y arraigadas costumbres que abundan en la caravana por parte de los mismos ciclistas y de toda clase de gente al volante, las tarjetas amarillas son una bienintencionada intrusión en un deporte que ya dispone de suficientes medidas punitivas como para embrollarlo adoptando otras. Un loable procedimiento disuasorio, pero farragoso y prolijo en la detección y procesamiento de los actos y en el dictamen de las culpas.
Un instrumento que se verá a menudo sujeto a las mismas interpretaciones que han hecho del VAR un irritante generador de confusión y polémica. En un terreno de juego delimitado por líneas estrictas, el VAR sólo es aceptable si acata la geometría, no si se interna en la psicología de los cerebros en ebullición o se entromete en la mecánica de los cuerpos en movimiento.
En el ciclismo, en la barahúnda de personas y máquinas, en la mezcolanza de complexiones y colores será muy difícil distinguir las maniobras evasivas de las intrusivas. Las defensivas, de las agresivas. Los roces inevitables, de los empellones arteros. Los bandazos y, en lenguaje aeronáutico, alabeos y guiñadas, de las imprudencias temerarias.
Al final del curso, a tenor del comparativo número de fracturas y erosiones, veremos si el amarillo cuaja como factor de alta protección, o si continúa siendo un cálido color que comparte el brillo del sol y el oro. Metáforas universales de la gloria y el dinero.