El golfista español, tras su histórico éxito en Augusta, reflexiona para EL MUNDO y un selecto grupo de medios: “En mi carrera he conseguido cosas que muchos pensaban que no podría alcanzar”
Han pasado más de nueve días, casi 235 horas desde que Jon Rahm salió física y mentalmente aniquilado de Augusta National. Pero con una nueva chaqueta de color verde, la más codiciada del deporte. Se subió en el coche con Kelley, su mujer, con las energías justas para llegar a casa, colgar su preciada prenda en el armario y meterse en la cama.
Rahm saldó este martes una pequeña deuda pendiente: hablar con el grupo de periodistas españoles que acudió a cubrir el Masters, y alguno más. Lo hizo por videoconferencia ante la iniciativa del PGA Tour, circuito donde la próxima semana defenderá título en México. El Circuito Americano dará un paso más: estrenará por primera vez en su historia la narración en español. Siempre se había hecho en inglés. La era Rahm ha cambiado muchas cosas.
Jon, con gesto cansado al otro lado de la pantalla, viste informal. Sin su chaqueta verde.
- ¿Sabe ya cuándo vestirá la chaqueta verde por primera vez de manera oficial?
- No, hay que pedir permiso. Ponen sus reglas… Aunque sería increíble llevarla en San Mamés.
Rahm, a pregunta de EL MUNDO, cuenta entonces los momentos más especiales del domingo histórico en que se impuso en el Masters de Augusta.
- Retrocedamos al domingo 9 de abril. Sale del campo agotado, al filo de las 12 de la noche. Una vez huye del bullicio y encuentra la soledad, ¿cuándo comienza a ser consciente de lo que ha conseguido?
- Iba con Kelley en el coche, con la chaqueta verde. Llegué a casa, la dejé en el armario y me metí en la cama. No podía más. Ese día comenzó poco antes de las cinco de la mañana… Mental y físicamente, el cuerpo no me daba para más. Dormí fatal por la adrenalina. A la mañana siguiente me llegó todo. Estaba en la habitación, en la cama con Kelley. Serían las 8.30 o las 9.00 de la mañana y vi una foto de Golf Digest. Era un montaje en el green del hoyo 18, donde estábamos Seve y yo dándonos la mano. Cuando vi esa foto, me llegó todo de golpe. Empecé a llorar. Miré a Kelley, otra vez la foto. Y cuando ella me devolvió la mirada, tenía ya la cara llena de lagrimones. Era tanta la emoción por lo que había pasado… Fue ahí cuando me di cuenta de lo que había conseguido y de lo que suponía.
Ante las preguntas de la prensa española, Rahm escarba un poco más en su triunfo: “La familia ayuda mucho. Desde enero viene a todos los torneos, y ello ayuda a separar el golf de la vida normal. Cuando me despierto, estoy con los niños. Soy padre. Me lo paso muy bien y no pienso en el golf. Cuando estoy con ellos les da igual si he jugado bien o mal. Me ayuda a olvidarme, a concentrarme en los niños. También a cambiar mi enfoque rápidamente”.
Uno de los momentos más especiales de la semana de Augusta fue el pasado martes, cuando tuvo la oportunidad de disfrutar de una vuelta de prácticas con dos campeones, Sergio García y José María Olazábal.
“José María me contó que Seve era un artista. Veía huecos más que nadie. Phil Mickelson me escribió durante la semana para decirme que tendríamos muchos momentos en el vestuario de los campeones”, recuerda el español, que pudo visitar esta exclusiva estancia tras su victoria. Aunque Rahm ha cursado una petición a los rectores del Masters: “Augusta no es un sitio en el que se pueda pedir mucho y nos hagan caso. Tienen ciertas reglas. Me llevaron al vestuario de los campeones y vi que Chema y Sergio estaban juntos, y que Seve tenía a Schwartzel en la taquilla [de al lado]. Les dije que sería un honor poder compartirla con él y que pusieran a los españoles juntos. Lo pedí. Solicité que mantuvieran la historia española unida”.
Otra de las tradiciones indica que el campeón debe donar un palo al club: “Yo dejaré, sin ninguna duda, el hierro ocho. Si hay que decidir un golpe con el que gané el torneo fue el segundo del 14 con ese palo. No entiendo que se haya hablado tan poco de ese golpe”.
En cuanto a los próximos objetivos, Rahm piensa en el Grand Slam. Y si sólo pudiera alzar los brazos en un major más, también lo tiene claro: “Si sólo puedo ganar uno, con el PGA cerraría el Grand Slam español; pero, personalmente, elegiría el Open sin ninguna duda. Es la cuna del golf”.
Aunque Rahm prosigue. Y alimenta su ambición: “Me encantaría ganar el oro olímpico, la FedEx, el Players… Es factible, pero difícil también. En mi carrera he conseguido cosas que muchos pensaban que no podría alcanzar. Yo siempre creí”.